No recuerdo mucho de la abuela Áurea.
Me acuerdo de los bocadillos que me preparaba para merendar. Me
preguntaba de qué los quería, de jamón o chorizo. Yo siempre le
decía que de chorizo y ella me ponía de las dos cosas. Yo a veces
me quejaba, no entendía para qué me preguntaba de qué quería el
bocadillo si luego iba a decidir por su cuenta. Andaba despacio por
la cocina de la casa de la calle Latassa. No había ascensor en
aquella casa. Mi abuela tenía problemas circulatorios. La sangre
gorda que se decía entonces. También me acuerdo de que tenía una
panera en la despensa. Una panera que se abría hacia arriba, como
una especie de buzón de correos de lata. A veces el pan se quedaba
allí olvidado, algún trozo, migajas. Me escapaba a la despensa y
untaba el dedo en saliva para recoger los restros de la panera.
Recordar aquel sabor de pan rancio, como si lo hubiera comido hace un
minuto. Recordar aquel sabor y no el del jamón y el chorizo
mezclados en un bocadillo.
viernes, 31 de julio de 2015
miércoles, 29 de julio de 2015
Los conciertos de Espíritu de Margot: Resumen veraniego
Quizá te perdiste alguno
quizá quieras volverlo a escuchar
si quieres proponer alguno para la próxima temporada...
quizá quieras volverlo a escuchar
si quieres proponer alguno para la próxima temporada...
Christina Rosenvinge en los 90: Sala En Bruto y el CC Delicias
Interino (3º): Achtung, gefährliche Harinera
Mi padre decía que al abuelo no le
gustaba mucho hablar de la guerra. Decía que cuando había estado en
el frente se dedicaba, como otros muchos, a disparar balas al aire.
Había acabado en la Legión porque en su pueblo, Nava de la
Asunción, en la provincia de Segovia, era uno de los pocos que sabía
conducir. Llegó Julio del 36 y Segovia cayó en Zona Nacional.
Llegaron a la plaza del pueblo y preguntaron: ¿sabe alguien
conducir? Y mi abuelo, que hasta entonces había trabajado en la
Harinera del pueblo, levantó la mano. "Yo tengo carnet".
Pues adelante, tú de chófer. Mi padre también me contaba que el
abuelo iba por las casas bombardeadas recogiendo algunos libros que
luego llevaba a su casa en los permisos. Una vez estaba en una de las
viviendas arrasadas y cuando se quiso dar cuenta se encontró con un
miembro de la Guardia Mora apuntándole que solo alcanzaba a decir:
"Tú rojo, rojo". Mi abuelo dejó los libros y dejó al de
la Guardia Mora esquilmando los pocos restos de la España
desangrada. En uno de esos permisos mi abuelo y mi abuela se casaron.
Mi padre contaba que la abuela Áurea siempre decía que ella
prefería ser viuda que soltera.
Nada de cabra, nada de pelo en pecho ni
Cristo de la Legión. Muchos, muchos años más tarde, mi primo R.
eligió como primer destino de oficial Almería, en el Tercio.Ël sí
que es un leginoario de verdad. También muchos años más tarde
Félix Romeo me contaba, sentados en una terraza de la Plaza San
Francisco, que la Harinera de Zaragoza tenía que reconvertirse en un
centro cultural para la ciudad, que sirviera de intercambio y lugar
de trabajo. En la facultad nos enseñaron que las harineras eran uno
de los lugares donde había un mayor potencial explosivo no solo
dentro de las plantas de producción de alimentos si no en general,
cualquier proceso físico-químico de manipulación de materias
primas. Al parecer el polvo más fino de la harina, que queda en
suspensión en el aire por su bajo peso, tiene una superficie de
contacto inmensa que la convierte en un perfecto combustible. De eso
a una explosión solo hay un poco de aire y una chispa.
lunes, 27 de julio de 2015
Interino (2º): Donald y los jabalíes
J. me cuenta cómo mata a los
jabalíes con un cuchillo de caza. Le escucho impostando una atención
inexistente. No pasa nada. Es una cuestión de cariño. Trato de
hacerles caso, de demostrarles que me interesa lo que cuentan. Me
habla de perros y de fiestas en los pueblos. De caminar de noche de
N. a I. por caminos sin más luz que alguna estrella. Hay
días en los que pierde el control y una ira absoluta le invade. Se
convierte en un adolescente absolutamente impresentable, gritando y
mandando a tomar por el culo a cualquiera que se pone en su camino.
Yo no me aminalo. Le digo que no me levante la mano. Le digo que
cuide sus modales o tendré que llamar a la policía. Otras veces, en
pleno enfado, nos amenaza con que su padre va a venir y nos vamos a
enterar. Como si su padre fuera un chungo de extrarradio. Le dice a
M., al director, "Va a venir mi padre y os vais a enterar".
Me acerco hasta un palmo de su cara y le digo: "Mira, chaval,
por mí como si viene el pato Donald a vernos". Creo que no sabe
quién es el pato Donald. Un día me harto y llamamos a su padre. El
padre viene. Es una versión avejantada de su hijo. Sentados en el
despacho del jefe de estudios le exponemos los problemas de ira de su
hijo, le hablamos de la ausencia total de respeto hacia cualquier
cosa...¿crees que no lo sé? Nos dice. ¿Qué puedo hacer? Guardo
muchas respuestas, pero me las guardo, claro. Ahora no es momento.
Aquel tren ya pasó. El hombre nos confiesa que lleva tres años en
paro. Que no sabe qué hacer. Saca un pañuelo del bolsillo. La gente
que usa todavía pañuelos me producen un extraño respeto. Se limpia
las lágrimas que le empiezan a resbalar por la mejilla. Siempre es
complicado ver a un hombre llorar. Se lleva a su hijo expulsado cinco
días. Al cumplirse la ausencia, J. vuelve. El primer día manda a
tomar por el culo a una profesora. Lo volvemos a sentar en el
despacho del jefe de estudios. D., el jefe de estudios, le
pregunta qué siente al hacer pasar tan mal rato a su padre. J. se
cierra en banda. Deja de mirarnos a los ojos. La empatía se evapora
como el alcohol al tocar una sartén al rojo. No hay vuelta atrás.
No sé cuánta responsabilidad tengo. No sé si hay culpables o solo
hay víctimas. Sentados en clase me habla de sus perros, de sus
peñas, de los jabalíes eviscerados. Pongo cara de estar muy
interesado. ¿Qué sé yo de jabalíes? Que se los comía Obelix al
final de los tebeos. Incluso le hago alguna pregunta. Debería
recordar, la próxima vez que mente al Pato Donald, que el chaval es
capaz de sacarte las tripas con un arma blanca.
domingo, 26 de julio de 2015
Interino (1º): La mona y el Cid
En aquella época estaba de moda la
serie Isabel. La protagonista era tan guapa que dolía mirarla. Ana
se reía de eso, decía que la pobre Isabel la Católica era una
mujer más bien fea para los cánones de aquella época y en realidad
para casi cualquier canon humano. Yo la creo, qué voy a hacer. Pero
todos sabemos que un buen actor se queda con el personaje histórico:
me cuesta distinguir a Val Kilmer de Jim Morrison o a Charlon Heston
del Cid Campeador. Lo del Cid Campeador es una cuestión más bien de
confusión histórica general. Rubio y enérgico, Heston levantaba su
espada y gritaba: "Por España". Más falso que un duro de
cuatro pesetas. En clase estamos viendo "El Planeta de los
Simios". La original. La de Charlon Heston, claro. Se siguen
estremeciendo con la escena en la que la Heston se besa con la mona.
Dicen que los simios no son creíbles...porque al fin y al cabo
tienen un modelo de simio que anda y habla creíble. Cuando llega el
final de la película y aparece la Estatua de la Libertad enterrada
en la playa contengo el aliento unos segundos, esperando su reacción.
Enmudecen y un par de ellos prácticamente gritan al darse cuenta de
la verdad: es el planeta Tierra...ha viajado al futuro. Ana también
dice que en la serie follan como locos y que en aquella época
solamente se follaba para procrear, con la ropa puesta y sin hablar.
Por supuesto sin besos en la boca. Esa es una de las primeras pistas
que uno tendría que saber para darse cuenta de que el "Planeta
de los Simios" está situado en el futuro de la Humanidad. Hasta
los chimpancés se besan con El Cid.
sábado, 18 de julio de 2015
(1ra parte) Presencias en prensa de las últimas novedades de Comuniter-Voces de Margot
Entrevista en Aragón Radio, en el Escúchate de Javier Vázquez con motivo de Revival y por Transiciones Rápidas
Una nota sobre el proyecto Transiciones Rápidas en Akí Zaragoza (de Miguel Ángel Tapia)
En el Heraldo de Aragón sobre Transiciones Rápidas
Miguel Ángel Tapia en Radio 4G hablando de Transiciones Rápidas
Una nota sobre el proyecto Transiciones Rápidas en Akí Zaragoza (de Miguel Ángel Tapia)
En el Heraldo de Aragón sobre Transiciones Rápidas
Miguel Ángel Tapia en Radio 4G hablando de Transiciones Rápidas
Integral Fanzine Estricnina de Rafa Cervera y otros. (Tienda de Efe Eme)
Los amantes de los ochenta estamos de
enhorabuena. Estricnina, fanzine de Ruidos y Danzas recoge en edición
facsimil el integral de la revista coordinada por el periodista
musical Rafa Cervera entre los años 1982 y 1984. Editado a través
de la tienda on-line que la revista EFE-EME ha puesto en marcha (y
que complementa, por cierto, con propuestas de recuperación de
vinilos y libros musicales de altísimo interés y de una manera muy
cuidada y precisa), la reedición no puede ser más ochentera.
Estricnina, fanzine de maquetación caótica, de grapa y
fotocopia-collage, contiene la base de toda la modernidad española
de época: punkies de antes de la heroína y el calimocho, con las
Vulpess o Parálisis Permanente, chicas peligrosas, chicas hermosas,
de Poison Ivy de los Cramps hasta la portada de la impresionante Ana
Curra, miembro de Pegamoides y novia de Eduardo Benavente o Alberto
García-Alix. Personajes claves de nuestra cultura pop: Santiago
Auserón contestando de manera sucinta las entrevistas (sin bosquejar
una tesina) o la constatación de que Fernando Márquez “El Zurdo”
es un genio perdido capaz de mofarse de la leyenda que lo situaba
primero en Falange española y después en Herri-Batasuna. Un momento
y un lugar. La inocencia del cad
also.
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La chica del verano de Enrique Cebrián (Prensas Universitarias de Zaragoza-La Gruta de las Palabras)
Hace años que Enrique Cebrián es una
firme realidad de la poesía aragonesa. Sus versos, sus palabras, han
entretejido una relación única con la vida, convirtiéndole en un
referente generacional. La chica del verano es un libro de belleza
total. Mientras nos sumergimos en el alma del poeta, vemos a través
de sus ojos, paladeamos las bocanadas de aire que nos regala el mar,
abrazamos pieles conocidas y lloramos pérdidas absolutas. Alejado de
la dinámica intoxicada, de la nocturnidad panfletaria, Enrique
Cebrián agarra las solapas de lo cotidiano, lo hace con fuerza,
marcando de manera imperecedera los pequeños momentos en nuestra
retina. Los taxis, el perfume, el insomnio...el hombre que es padre
cada día mientras se resiste a la tristeza infinita de dejar de ser
hijo. Uno de los libros más hermosos de la poesía aragonesa de l
a
última década.
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