lunes, 20 de diciembre de 2010

Morente

Elevábamos la mirada buscando el cielo de Granada, las pendientes del Albaicín, con su tiza blanca y la violencia del color que exhalan las buganvillas nos servían de compañía; mientras, los rumores, calle abajo, decían que el ángel había muerto. Nosotros, escapando del caos ordenado de los aeropuertos, perseguíamos el fantasma de José Ignacio Lapido mientras la miel rabiosa de Morente se agriaba para siempre. Escapando del purismo para compartir electricidad con los Planetas hasta que los poetas pierden su nombre. Morente, que abre la navaja hiriente del Omega para redefinir a Lorca poseído por Leonard Cohen. Fotos de los dos, Morente y Cohen, brindando con el tinto que es como sangre para la tierra. Ese LP, grabado junto a Lagartija Nick, debería escucharse cada día, en los institutos, en las escuelas, en las colas de los bancos.

Vi a Morente en Pirineos Sur hace unos años, con esa intensidad arterial que surgía de su garganta como espuma de vida incontenible, como fuego que purifica el aguardiente de los días. Cantó “Sacerdotes”, su voz amasaba los versos: ¿Quién te escribirá canciones de amor?, como un extracto apócrifo de “El cantar de los cantares”, pagano en su particular leyenda. Las palmas y el toque mezclados como el aullido de una caverna que alarga las horas para no permitir que la noche llegara a su fin. Sus discos son como un manual de instrucciones para entender el arte de la España cósmica que se empapa de raíces para construir un presente cabizbajo: San Juan de la Cruz, Picasso o el Sr.Chinarro, todo ello bajo la alargada sombra del granadino. Mortecinas las lámparas de aceite, el aguacero de almas se acerca, protejámonos con la gasa púrpura de tu recuerdo, gracias por todo.
Columna aparecida en el Heraldo de Aragón de 16 de diciembre de 2010