No las tenía yo todas conmigo la noche electoral, las elecciones vascas habían arrojado un resultado que podía llevar por primera vez a los no nacionalista al gobierno pero era difícil confiar en la línea del PSE post-Redondo Terreros o en la del PP después de la exclusión cobarde de María San Gil, pero hoy escucho que Arantza Quiroga va a ser la presidenta del parlamento autonómico con los votos de los constitucionalistas, que Patxi López asegura que una de sus primeras medidas como presidente será cortar el suministro de ayudas a las familias de etarras y que el acuerdo con el PP va a permitir la escolarización en el idioma que uno desee haciendo que el español deje de ser una lengua extranjera funcional. Ha llegado el momento de una labor de higiene política imprescindible. El PNV se atreve a proclamar que ellos “seguirán gobernando sea donde sea” y esta sentencia, propia del delirio encastillado de unos mandatarios feudales, me llena de estupor. Muy atrevido para una clase política que ha fallado sistemáticamente en la solución del Problema, con mayúsculas. Euskadi era la única parte de la Europa democrática donde a la gente la mataban por sus ideas. Recuerdo con un cierto sentimiento de pena - por penoso, no por tristeza- que durante la campaña electoral norteamericana las luminarias de Hollywood se embarcaron en un proceso curioso: la repoblación de San Sebastián mediante la migración selectiva desde sus mansiones angelinas hacia la playa de la Concha. No podían soportar vivir en un país gobernado por McCain y agajasados en los distintos festivales de cine y dominados por la perspectiva pantagruélica de los restaurantes donostiarras, se decidían por el autoexilio. Una paradójica solución parcial al problema de la continúa salida de familias, personas y librepensadores durante los últimos treinta años desde Guipúzcoa hacia el resto de España.
Columna aparecida en el Heraldo de Aragón (1 de Abril de 2009)