Mi querido amigo Javier López Clemente me exige postmodernidad en cada columna. Un nivel alto, altísimo. Frases cortas, referencias pop, zombis, dibujos animados, citas de poetas del rock. Yo claudico en el domingo pesado, sin perspectiva vacacional, el domingo que se corta con Alberto Contador reventando el Tour de Francia, épico, salvaje. Me gusta Contador, me gusta que en las carreteras galas haya gente que siga pintando con tiza “Perico”, me gusta imaginar sus manos blancas llenas de Perico Delgado. El ciclismo en julio es casi sagrado, tribal, como los festivales de pop, con sus ventiscas y aglomeraciones, todos pendientes de superar la resaca para poder colgar sus fotos en el Facebook. El Facebook en julio tendrá doscientos cincuenta millones de usuarios deseosos de mostrar al mundo sus postales de playa y montaña, sus posados en bikini –esos son mis favoritos– , sus juergas nocturna. Hay estampas que valen cuatrocientos mil euros, como las de los cetáceos invisibles desde un mirador caribeño sufragado por el Ayuntamiento de Sevilla. Lo llaman cooperación para el desarrollo pero termina como un chanchullo más de algún amigo de Felipe. Felipe, el de las canas tintadas, el que sobrevive a la senectud mediante una mutación capitalista. Mucha gente sigue creyendo en ti, Felipe, como en Perico, nunca fallabas. Era hermoso ser infalible, casi divino. Hay otros políticos también lo son: Zelaya tenía una habitación llena de ordenadores con los resultados del referéndum en Honduras antes de que se celebrara. Recuerdo a Fernando Escartín detrás de Armstrong, en el sprint por el sexto puesto y pienso en Marcelino, callado en las votaciones de la financiación, buscando también el sexto puesto. Es julio, dejémonos llevar.
Columna aparecida el miércoles 22 de Julio en el Heraldo de Aragón