Hoy es mi cumpleaños. Treinta y cuatro años seguidos,
acumulados uno encima de otro con la minuciosidad de un orfebre. Ayer, unas
horas antes de la medianoche, escuchaba la canción de Bunbury, con esa
percusión lenta de abril y mayo, con la voz perezosa del que busca refugios en
los cuarteles de invierno...me acordé de Félix y de cómo dejó grabado el
cumpleaños feliz en el contestador automático de mi teléfono móvil. Trescientos
sesenta y cuatro días antes. Nada más. Es el penúltimo día de playa para este
verano. Está cansado, ha trabajado duro construyendo días y noches, tardes y
mañanas. Has sido un buen chico, tómate un descanso, déjanos el timón a
nosotros. Vuelvo conduciendo de mil sitios distintos, escuchando con Ana un
disco de grandes éxitos de Morrissey y me imagino la risa de Félix viéndome al
volante, canturreando las malas canciones hasta convertirlas en lágrimas de
Battiato. Hoy es mi cumpleaños, boxeador, hoy rezamos a todas las Vírgenes del
mundo, no hay protección posible, solo el dique de los recuerdos, soplaré todas
las velas por ti y pediré deseos imposibles, porque a dónde tú te fuiste no
llegan los trenes.