lunes, 10 de agosto de 2015

Interino 8: Karem Abdul Jabbar en Samper Chiqui (verano de 1988)

Resultado de imagen de los inventos del tbo

Me mandaron a aquel campamento en Samper. Un sitio del Pirineo. Nunca me he puesto a buscar dónde estaba exactamente. No fueron mis mejores días, la verdad. Uno puede encontrar buena gente en casi cualquier lugar, pero no era eso. Había dos casas en Samper. Una grande, donde dormíamos y otra más pequeña, Samper grande y Samper Chiqui. Lo de Chiqui es cierto. Era habitual que a los alumnos de Marianistas nos mandaran allí de campamentos. Mis padres me enviaron esperando que pasara un buen rato, que hiciera amigos. En la Samper Chiqui desayunábamos, teníamos unas taquillas para guardar nuestras cosas. Creo que también estaban las duchas. O quizá nos duchábamos fuera. Era verano. Estábamos en el campo. Me aburría mucho, muchísimo. Era el verano de 1988 y los Ángeles Lakers se enfrentaban a los Detroit Pistons en la final de la NBA. Los Lakers ganarían aquel título a los Bad Boys que los arrasarían al año siguiente. Pero en el 88 todavía estaba Magic, Byron Scott, Whorty, AC Green y Karem. Abdul Jabbar, 2'18, el gancho del cielo, Aterriza como puedas. Karem y el puño en alto. Yo pasaba todas las horas que podía en la biblioteca de Samper grande. Había unos tebeos encuadernados en las estanterías. Parecían enciclopedias, pero en realidad sus páginas estaban llenas de ediciones completas del DDT y del TBO. Eran muy antiguas, pero allí estaba yo, escondido, leyendo tebeos en el verano de 1988. Esperando que pasaran los días. Todos corriendo arriba y abajo, como sioux de saldo, jugando al fútbol, tirando piedras al río. Yo encerrado en una sala oscura, leyendo historias de la Familia Ulises, Don Pío, Agamenon, los inventos del TBO. Ya eran antiguos entonces. Mientras, Karem la recibía de Michael Cooper, elevaba el brazo derecho y adentro. Bill Laimbeer solo podía mirar. Al año siguiente comenzaría la modernidad. Sacadme de aquí, por favor.


Interino 7: El canon del menudeo



Caminamos entre los puestos del rastro de L. suena una y otra vez la campana de la catedral, encima de nosotros, rasgando el tiempo a deshora. Los puestos acumulan restos y zarrios: móviles de hace un millón de años, pantallas rotas, baterías con las venas de mercurio rasgadas, discos de vinilo de zarzuelas que se resquebrajan entre mis manos.Raros, moros, gitanos con guitarras afinadas, carnets oficiales, altavoces llenos de promesas semanales, cartillas de lectura de la EGB, un trombón, manojos de llaves que abren puertas que ya no existen.

Los mismos libros de siempre: Juanjosé Benítez, la colección de Best Sellers Planeta donde leí La Amenaza de Andrómeda, la de RTVE con las portadas naranjas y las hojas amarillentas y acartonadas, las ediciones de Círculo de Lectores, el miedo que pasé leyendo los libros de Mundo Desconocido, Vizcaíno Casas, Vázquez Montalbán, las mismas caras de las mismas monedas.


Encuentro un mechero conmemorativo del Mundial del 98. El día de la final del mundial 98 estaba en Teruel, en la Vaquilla. El año anterior también había estado en la Vaquilla. El día que mataron a Miguel Ángel Blanco. A veces las fechas se te agarran como una garrapata y es imposible arrancárselas ni con vitriolo. Disco sorpresa de Fundador vs juegos de la PlayStation 1 sin caja. ¿Qué marca el límite entre lo antiguo y lo muy antiguo? Nos falta darle academicismo  a la quincalla.