Leo acerca de la fascinación que Manuel Vilas siente por el pelo teñido de Mubarak, no puedo evitar pensar en Carlos Saúl Menem y su fallida vuelta al ruedo político después de haber saqueado a la Argentina más crédula de la historia. ¿Todos los políticos corruptos son demasiado coquetos como para mostrar sus canas al mundo? Nadie sabe con seguridad quién está saqueando el Museo de El Cairo: los iconoclastas islamistas (se soltó el tapón, era cuestión de tiempo) o elementos desestabilizadores del Gobierno. Al final sólo nos quedan las turbas, una de las manifestaciones con más solera de la historia del ser humano. Las grandes revueltas populares con G mayúscula y P de pueblo, suelen terminar con la nación navegando por una balsa de aceite y sostenida por un puño de hierro, nuevo, pero puño. Llámalo Dios (el tuyo o el mío, al final son todos iguales) o dictadura del proletariado, las resacas de las muchedumbres enfervorizadas suelen ser cristalería rota y algo de fuego. Al final, todos callados y para casa. Desmotivado frente a las serpientes de verano, al boca a boca en la red, las cosas solo cambian para seguir igual. Aún estoy esperando que las posturitas después del asesinato de Miguel Ángel Blanco provoquen una mutación real en la sociedad española. Después de la estampa de la policía autonómica vasca arrancándose los pasamontañas y el resto de parafernalia del “todosauna”. Seguimos con declaraciones y contradeclaraciones, con chapelas y puños en alto, con víctimas castigadas contra la pared y asumiendo, con tristeza, la vuelta de las listas blancas (aunque estén cubiertas de sangre)…Que se prepare el Hilton de Londres, los sátrapas están a punto de cubrir las plazas suficientes para que el vuelo charter les salga rentable. Yo creo que alguno podríamos mandar desde aquí.
Columna aparecida en el Heraldo de Aragón del jueves 3 de Febrero de 2011