Hace unos días murió Dennis Hooper, uno de los más grandes. Estuvo donde había que estar durante sesenta años, fue un fuera de la ley, un “outlaw” como Kriss Kristofferson o Johnny Cash: acompañó a James Dean, era uno de la pandilla, de la velocidad y la rebeldía inconclusa. Mostró al mundo que la parafernalia hippie no era más que un retorcido remedo de los sueños de Jack Kerouac impregnados hasta la náusea de pachuli., a lomos de una Harley Davidson y nos acompañó por la ribera del Mekong en un viaje al corazón de las tinieblas mientras Jim Morrison susurraba con ritmo hipnótico que el Apocalipsis llegaba. Fue portada apócrifa de un EP de Nubosidad Variable, la gran banda perdida de la última década del pop aragonés e hizo el mejor playback de la historia con una canción de Roy Orbison en “Blue Velvet”. Más o menos por la misma época, fue capaz de enfrentarse a “Caradecuero” en la segunda parte de la Matanza de Texas, sierra eléctrica frente a sierra eléctrica. Un panteón de mitos de la contracultura, década tras década, todos con el rostro agrietado y el saber estar del que ha salido del infierno de los tóxicos para enfrentarse a un puñado de muertos vivientes en la última película digna de George A. Romero. Cuando Hopper temblaba, las esquinas lo acompañaban, haciendo de entrenador en el infierno de Indiana o siendo el padre de “El chico de la moto” en la Ley de la Calle. Mi padre siempre decía: “si sale Hooper en la película, seguro que merece la pena”. Una máxima que me ha servido toda una vida. Escucho al Hombre Burbuja, Julio De la Rosa lo sabe, como lo sabía Dennis Hopper, el tiempo es un viento descalzo que golpea el pecho y lo hace arder. Te extrañaremos Dennis, ya no quedan tipos como tú.
Columna aparecida en el Heraldo de Aragón del 3 de Junio de 2010