He estado profundizando esta última semana en el gafapastimo como concepto y si yo, militante ocasional de esta actitud vital, debería mostrarme a favor o en contra de la lidia. Yo, que no he pisado una plaza de toros más que para ver un concierto de Héroes del Silencio o para la caza dominical vespertina de alguna copia no demasiado rayada de un single de Adriano Celentano, me veo desbordado en esta ocasión. Rebuscando entre blogs de tendencias y leyendo la letra pequeña de publicaciones de moda, no he podido encontrar referencia alguna que iluminara el camino habitual hacia la opinión intertexualizada. Así que tendré que atenerme al sentido común y escapar del sectarismo: historia, tradición, definición real de los derechos de los animales... Documentándome mientras veo la televisión y, de pronto, aparece Albert Boadella, que, con un profundísimo y aterciopelado acento catalán, me recuerda: "Octavio, no te engañes, esto es un tema político". Después, zapeando, aparece Rosa Díez asaltada por una pléyade de energúmenos en la Universidad de Barcelona, los del dedito pistola y diana, los del escupitajo de matón de instituto, los cada vez más habituales -y no duden que seguirán apareciendo mientras sus papás no los castiguen sin salir de casa y les escondan el "palestino" en el armario, junto a los libros que nunca leyeron- en esta columna. Visto esto, por si acaso, me quedo con las corridas. Eso sí, que quede muy claro, lo de declararlas Bien de Interés Cultural me parece una horterada a la altura, como diría Luis Alberto de Cuenca, del multiculturalismo y demás sandeces, una simple pataleta que sólo provocará más enfrentamientos y una visión distorsionada embadurnada de tejemanejes políticos. Dejemos a los intelectuales y los toreros la defensa de la lidia.
Columna aparecida en el Heraldo de Aragón del 11 de Marzo de 2010.