Motel#3 es uno de los secretos mejor guardados de la música española, si ya en su anterior entrega, unelegante single de vinilo publicado por Clifford Records, daban buena muestra de su potencial, es en este LP, donde toda la paleta se abre, mostrando viciosas virtudes, algunas desconocidas hasta ahora: blues a la manera de Alan Vega, el maestro Bagüeste en delirio opiáceo, el aspecto druídico de los Iniciados o la esquizoide cercanía de la JR, todo eso y mucho más en Cayendo por mares silenciosos: La tenacidad narcótica con el que se abre la grabación, El fin de la L.V (estrella fugaz) te atrapa, es la mano del Hombre Alto (el de Coscarelli, no el de Jessica Biel) en tu garganta mientras cuentas las monedas que te permitirán pagarte una noche más en el purgatorio. Apertura perruna, santísima dualidad entre los Lagartija Nick y los Corsal Desastre, juegos de vírgenes adolescentes en una afonía viciosa, Juego cruzado, así puedo esperarte. Cayendo por mares silenciosos recuerda a una versión espacial del hundimiento de la casa Usher, maravillosamente tétrico, zombies y estela plateada y los viejos maxis de Alphaville. Afinado en un tono tóxico, de chatarra, mercurial y longevo, grandes palabras: "ahora sé que el desierto se acerca a mi piel", lírica alucinada en los límites de la percepción, Visión ciega. La intensidad de Motel#3 permite que un tema como Bolero de 2 dandys borrachos no desentone en la métrica no euclídea de sus arreglos, ebrios en la búsqueda de la sinapsis definitiva, una instrumental de banda sonora imposible con todos los atrezos de una película perdida. Y del bolero, al mezcal, entre los dientes, en ese arrebato dipsomaníaco perfecto que es La hermandad de la uva. Susurros en la oscuridad, ansiedad enclaustrada, música para hombres lobo primerizos en busca de su primera sangre, Camina siempre conmigo. El final, como con los autoestopistas bajo las tormentas, es siempre una apuesta difícil: puedes rebanarte los dedos con las cuerdas de la electricidad o buscarte la vida con una chuta en la parte de atrás del amplificador. Nadie sabe muy bien qué sucederá, pero si me recoges, Autostop, mañana será mejor.
miércoles, 3 de julio de 2013
Cayendo por mares silenciosos de Motel#3 (Sam Records 2013)
Motel#3 es uno de los secretos mejor guardados de la música española, si ya en su anterior entrega, unelegante single de vinilo publicado por Clifford Records, daban buena muestra de su potencial, es en este LP, donde toda la paleta se abre, mostrando viciosas virtudes, algunas desconocidas hasta ahora: blues a la manera de Alan Vega, el maestro Bagüeste en delirio opiáceo, el aspecto druídico de los Iniciados o la esquizoide cercanía de la JR, todo eso y mucho más en Cayendo por mares silenciosos: La tenacidad narcótica con el que se abre la grabación, El fin de la L.V (estrella fugaz) te atrapa, es la mano del Hombre Alto (el de Coscarelli, no el de Jessica Biel) en tu garganta mientras cuentas las monedas que te permitirán pagarte una noche más en el purgatorio. Apertura perruna, santísima dualidad entre los Lagartija Nick y los Corsal Desastre, juegos de vírgenes adolescentes en una afonía viciosa, Juego cruzado, así puedo esperarte. Cayendo por mares silenciosos recuerda a una versión espacial del hundimiento de la casa Usher, maravillosamente tétrico, zombies y estela plateada y los viejos maxis de Alphaville. Afinado en un tono tóxico, de chatarra, mercurial y longevo, grandes palabras: "ahora sé que el desierto se acerca a mi piel", lírica alucinada en los límites de la percepción, Visión ciega. La intensidad de Motel#3 permite que un tema como Bolero de 2 dandys borrachos no desentone en la métrica no euclídea de sus arreglos, ebrios en la búsqueda de la sinapsis definitiva, una instrumental de banda sonora imposible con todos los atrezos de una película perdida. Y del bolero, al mezcal, entre los dientes, en ese arrebato dipsomaníaco perfecto que es La hermandad de la uva. Susurros en la oscuridad, ansiedad enclaustrada, música para hombres lobo primerizos en busca de su primera sangre, Camina siempre conmigo. El final, como con los autoestopistas bajo las tormentas, es siempre una apuesta difícil: puedes rebanarte los dedos con las cuerdas de la electricidad o buscarte la vida con una chuta en la parte de atrás del amplificador. Nadie sabe muy bien qué sucederá, pero si me recoges, Autostop, mañana será mejor.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)