jueves, 30 de septiembre de 2010

Si no lo creo no lo veo (Ayala)



Ayala abre con El cantante elegante, con ese punto hambriento que mordisquea en los últimos Standstill para deslizarse en la levedad acústica de New Raemon en I más D, perfectamente punteado por voz de Beth Rodergas. Una composición que se sustenta sobre acústicas cristalinas y teclados de pianobar. La intimidad creciente de La Primavera, es una de esas canciones narradas desde la perspectiva de la habitación cerrada. Y lo que nos queda, con motivos confesionales, de una agresividad contenida bajo las guitarras pegajosas afinadas al tono del sol del martes por la mañana. Todo lo que no hago bien tiene el pulso rítmico de lo melancólico extendiéndose una tarde cualquiera sobre la ciudad. El Risk profundiza en el mar de guitarras acústicas que dan soporte al disco, con una letra que juguetea en la onda más intimista de los cantautores del Río de la Plata, metales mediante, para dar paso al El Presidente, arreglos perezosos para un texto ácido. La narcótica Alex y Cristina juega a la lírica de lo cotidiano mientras guiña el ojo a la mitomanía ochentera y crece en el tema más generacional del disco. El momento más lúdico llega con Por delante y sus menos de tres minutos de canción que recuerdan a los instantes más resultones de Francisco Nixon. El cierre llega con Las Torres Mellizas, colchones de sintetizadores levísimos, teclados de juguete tocados con un solo dedo, la voz de Roger Ayala frente a la pared de la vida.

Ayala estará este próximo viernes en La Lata de Bombillas junto a Pecker. Bastante recomendable.

Estrenamos Teóricamente imperfecta de Domador en Espíritu Margot

El pasado martes estrenábamos en exclusiva mundial el nuevo disco de Domador, Teóricamente imperfecta. Tuvimos a los miembros de la banda en el estudio de Comunidad Sonora (Aragón Radio), escuchamos cuatro temas del LP y hablamos de lo pánico y lo divino. Con todos ustedes: Domador. Descargar aquí

Cerca, muy cerca

Cruzamos la frontera fantasma por Canfranc, dejamos atrás las carreteras españolas, elegantes -a pesar del dinosaurio lastrado que Pepiño Blanco abandonó en la entrada del Monrepós- para entrar en el laberinto francés, exultantemente verde pero con un punto opaco. En Jurançon, una pequeña población a las afueras de Pau, hermanada con Borja, se celebraba un encuentro de poesía y música que tenía como escenario las distintas bodegas que puntean el paisaje del departamento de los Pirineos Atlánticos. Palabras en el idioma de Gainsbourg, recitadas por voces femeninas que te llevan al paroxismo libidinoso de Jane Birkin, juegos de gramática y fonética al modo lúdico de Brassens, engoladas acciones artísticas que provocan más bostezo que otra cosa, guitarras de hiriente electricidad que han sido la penúltima transfusión para la lírica. La representación española era puramente aragonesa: los versos rotundos de Manuel Vilas, con su postmodernidad de profesor de instituto con alma de "maninblack", el espectáculo de "spoken word" mayúsculo de Lijas, con Javier Carnicer en las palabras, Justo Bagüeste en los sonidos y Orencio Boix en las imágenes, la combinación más potente que he podido disfrutar en mucho tiempo, capaz de afilarle a uno el alma a base de humo y cristales rotos. Pau, el centro de operaciones, es una ciudad con un aire monumental, que se adormece demasiado pronto, con asociaciones libres a la puerta de los garitos para el consumo de gitanes. Cerca, muy cerca, con un español fronterizo de mínimos que sirve para acercar posturas. En la comodísima intimidad de los festivales pequeños, recordando nuestro encuentro veraniego en las faldas del Moncayo, uno puede volver a respirar, beber vino blanco dulce y esperar que la poesía nos devuelva algo de esperanza.
Columna aparecida en el Heraldo de Aragón del sábado 25 de septiembre de 2010