Son tres años ya desde que te marchaste, amigo. Treinta y seis meses de invierno africano sin tu presencia absoluta insuflando corazón a nuestras vidas. Sigo buscándote cada vez que llego a la Plaza Santa Cruz, te imagino comprando cebollas en el Mercado Central para un guiso magnífico o recién duchado, con las lentillas puestas, camino del vermut soleado del verano eterno. El tiempo detenido, justo dibujando tu silueta ausente. Nos engañamos, levantándonos cada día para ir a trabajar, escuchamos canciones de Nino Bravo y Flaming Lips en los bares, buscamos el verso perfecto en los cuerpos repetidos, nos engañamos porque seguimos esperando encontrarte a la vuelta de cualquier esquina, sonriente, siempre sonriente. Como esos versos de Ángel Gracia que llevo tatuados en las entrañas: “Unido a la mañana/por la arteria abierta/dando al día claridad/de lago, calma de condenado”. Hoy escucharemos tus palabras retumbando en los solares vacíos de la memoria, expulsaremos por fin a los cuervos que revolotean alrededor de tu memoria, hoy en la intimidad de nuestros pensamientos, anotaremos una muesca más en este infinito recuento de la extrañeza que trae tu ausencia. Sergio Algora, el artista más grande que ha dado esta tierra en los últimos treinta años, poeta lúcido, visitante habitual de todos nuestros sueños, cantante melódico de la revolución independiente, Sergio, hoy te recuerdo, como te recuerdo todos los días de mi vida, en casi cualquier momento y lugar, hoy, que debuta tu sobrino Francho, al frente de su banda, El Gol de Nayim, y veo en sus ojos la misma chispa genial con la que encendías nuestras ilusiones, te recuerdo, sirviendo una copa de vino frente al asiento vacío que siempre me acompaña.
Columna aparecida ayer viernes 8 de Julio del 2011 en el Heraldo de Aragón