lunes, 30 de noviembre de 2009

Vuelta al cara a cara

la vuelta a los cara a cara

Reseña de Exxxtra balls!!! de SCR&The Old School Orquesta

Ellos a lo suyo, empezando con una mutación de George Clinton, después un hit subterráneo de la música oscense, de esos que muchos fans siguen guardando en una cinta de cassette, si los scratches de AudioClaudio se conectaran directamente a tu médula espinal posiblemente obtendrías una erección inmediata. La vieja escuela sigue abierta, Mick Lozano (sí, estuvo en los Mestizos, si quieres bugalú, si quieres alguien que te marque el rumbo de la sangre desde el cerebro hasta la pitera, pasando por el corazón, deberías llamarle...deberías llamarlos a todos) en la percusión y Sr. El Chino con las cinco cuerdas llamando a la puerta del funk, cantemos un poco de lalala con las palmas levantadas hacia arriba, mientras Kikeman en su función de maestro de ceremonias nos recuerda que los SCR ganaron el Medio Kilo de Rock casi antes de que tú hubieras nacido, no hay que tener miedo a un mundo negro, que el primero en la banda en morir no lo hará por las balas, si no por la inanición en las rimas, que el sabor latino está en la casa, mira a los Valderramas (te acuerdas de Dante, Spinetta, Ana no duerme), que la electricidad saturada de Antonio Viñuales tiene un hueco entre la rabia de los SCR, que la FM aún tiene su sitio entre las mentes de los piratas. Amor es la palabra, está en el aire, la caja de ritmos secuenciada al mismo ritmo que tu corazón, un pedazo de vida extraído con el sampler, pegado y pegado, repetido hasta la extenuación. Una producción impecable, un concepto que mezcla el flow con los instrumentos reales, que araña el vinilo con la sapiencia de años, que suena lúdico si abres las orejas, que suena combativo si escuchas. Abrid las ventanas, que el ambiente empieza a estar demasiado cargado.

Javier Almazán me aseguró que guarda bajo las siete llaves del funk una grabación pirata en la que sale rapeando Dónde están las chicas de los vídeos? por ahora me conformo con la visión tóxica de los Will Spector y los Fatus tras la proyección de Los Chicos de Provincias somos así.

Crónica del concierto de Los Coronas

Una Casa del Loco repleta de aficionados al buen rockandroll, lustrosos vinilos de portadas coloristas bajo los focos, el ambiente espeso que precede a una noche de electricidad instrumental. Antípodas Producciones nos lo permite, démosle gracias a las vírgenes de las tierras del Sur. Los Coronas nos recuerdan que la vida, que la música, siempre necesita una dosis de vitalidad orgánica, venga en forma de pedales saturados, de trompetas carnosas o de secciones rítmicas contundentes. Todo un ceremonial pantanoso en el que caben por igual la Credence Clearwater Revival de un John Fogerty afónico, las bandas sonoras psicóticas de las películas de luchadores mexicanos o las sintonías de analógicos seriales televisivos perdidos en el cajón del olvido. Los Coronas buscan el mal de Moctezuma en una habitación de motel de la frontera de California, el espíritu de los Desperados por las esquinas de Malasaña, la rumba electrificada que se mantiene siempre firme al avance de los tiempos armada únicamente de metales y amplificadores vintage. Revisitaron Polk Salad Annie —con la única bandera del lamé blanco que retenía la grandeza de Elvis en las Vegas—, sacudieron la sala con el Flamenco de los BrincosFernando Arbex que estás en los cielos—, enarbolaron el recuerdo del Rancho Leone —todos sabemos que la próxima de Tarantino será un spaghetti western y Sancho Gracia tendrá un papel protagonista—, apurando hasta la medianoche el repertorio como sabiendo que, con los malos tiempos que corren para la música en directo, la pasada noche podría ser la última. Una más y nos vamos.

Crítica de En la mitad del mundo (Arturo Hortas)

Arturo Horta entrega con este disco, En la mitad del Mundo, un trabajo conceptual que aglutina canciones, textos y audiovisuales basados en su experiencia como cooperante en Ecuador. Presentado en la pasada edición de Ecozine el LP juega con elementos de la canción de autor madura, guitarras acústicas amables, eléctricas etéreas, percusiones mestizas que juguetean con influencias de la canción latinoamericana en todas sus variantes, desde Cuba a Jamaica, con metales punteando a base de aires jazzísticos las instrumentaciones. Textos cotidianos, de imágenes en las que se entremezclan referencias cosmopolitas con la expresividad sensible de la experiencia diaria. Un menú ecléctico, un diario de viaje, un catálogo de polaroids impregnadas de sensaciones donde Arturo Hortas desgrana una serie de temas evocadores que hacen las veces de páginas marcadas del libro de la vida. Una producción impecable que, si tenemos que buscarle algún fallo, a veces peca de demasiado plana, sin riesgo, demasiado complaciente, lo que lastra las composiciones.