lunes, 10 de octubre de 2011

Recopilando, amiguito (ya no sé qué más decir)


Uno no puede parar de pensar y recordar, hay gente que te ha marcado tanto en la vida que termina apareciendo tras cada esquina a pesar de haberse marchado muy lejos. Sergio era una de esas personas y Félix también. Lo que hizo Félix por mí, además de quererme y preocuparse, fue inspirarme en estos últimos años hasta límites que creo que ni siquiera él sabía. Nuestras pasiones compartidas, la ciudad de Zaragoza, Perico Fernández o los Smiths son sólo la punta del iceberg de la enorme admiración que le tenía. A veces, cuando ves aparecer a los buitres, piensas que el silencio es la única manera de seguir, pero otras veces, te sientas y miras una y otra vez sus libros, sus dedicatorias curradas, con esos dibujos esquemáticos que encerraban entre las líneas todas las sensaciones del mundo.

Busco y encuentro, como no podía ser de otra manera:

Mi obsesión por encontrar relatos no editados en libro de Félix, que me llevaron a bucear entre los tomos olvidados de las ferias de libro:

Este tipo de cosas tiene algo de conjunción astral. En las últimas semanas he ido completando mi colección de cuentos de Félix Romeo de manera casi accidental. Me explico, Félix tiene dos libros que a mí encantan, Dibujos animados y Discotheque. La primera la leí a escondidas en el Corte Inglés (el primero, el original...) porque mi economía de entonces no me permitía adquirirlo y el otro día husmeando entre las estanterías de Hermanos Vidal encontré un ejemplar de segunda mano (menos mal que no estaba dedicado ni nada). Pocos días antes, en el Día del Libro, mientras hurgaba las cubetas de una librería en busca de tebeos de saldo acabé con el libro Relatos para un fin de Milenio, donde aparecía un cuento de Félix que no conocía. Y pocos días después un regalo de mi madre -que ya había dado en el clavo con el volumen número 100 de Mira Ediciones-, mi madre, que salva de la quema muchos volúmenes de biblioteca y que esta vez llegó a casa con Hijos del Cierzo recopilación de cuentos publicados en el Heraldo de Aragón más o menos del año 1998. ...O la obsesión por la lucha libre y la guerra del Sáhara de Romeo que aparece una y otra vez en sus relatos cortos y que termina emergiendo como un personaje más en Discoteque. Me gustan, me salvan, me protegen.

Como no tenía Discoteque, Félix me lo regaló:

Leí Discotèque hace un montón de años. Recuerdo haber leído Dibujos animados en su momento por dos razones: que salía en la misma colección donde habían publicado Héroes y Caídos del cielo de Ray Loriga y que el autor-Félix Romeo- era zaragozano como yo. Pero Dibujos animados no me dio lo mismo, ni era tan rockero ni tan zaragozano como yo esperaba. Pero sí Discotèque. Discotèque era agresivamente zaragozano, con obsesiones que ahora, volviéndolo a leer, empiezo a entender como propias: Perico Fernández, el auténtico underground aragonés, la guerra de Marruecos, la violencia contenida que nos obliga la desesperación. Leo ahora Discotèque y entiendo el origen de la novela fragmentaria, veo cómo se podían llevar los personajes de Barry Gifford a Monegros sin resultar falso o acartonado (tome nota señor Fernández Mallo), un ejercicio que otro aragonés, el oscense Oscar Sipán, también realiza con mucha habilidad. Me gusta haber retomado Discotèque ahora, entiendo muchas cosas. Y más con El Plata y Casa Lac de nuevo abiertas.


Un extenso artículo sobre Nacho Vegas que me llevaba a un encuentro en casa de Félix, repasando lo que iba a ser mi primer libro de relatos y que terminó en una conversación sobre Brett Easton Ellis:

Desparezca aquí es mi LP favorito, me gusta que usase una frase de Brett Easton Ellis (y que año después, en casa de Félix Romeo, los dos coincidiéramos en la capacidad transgeneracional del libro Menos que cero), “Ella me confundió con otra persona” era el bajón de las pastillas naranjas (las que te encendían los ojos y el corazón), “Nuevos planes, idénticas estrategias”o “Perdimos el control”. Un single perfecto y las demás tan bellas que casi dolía cada vez que las escuchabas. Esto no es una salida, comprado en vinilo y con una portada que remitía a “El Resplandor”, con esa joyita rumbera, “Mi marylin particular”. Nunca he tenido suficiente dinero como para comprarme las ediciones en vinilo, ni siquiera todos los discos en Cd...atesoro EP´s porque sin ellos mi vida sería mucho más aburrida.


Cuando anunciaron el cierre de la Estación del Silencio recordé el día del cumpleaños de Félix, la primera vez que tuve Amarillo en mis manos. Impactado por ese libro escribí una reseña. Y metido a tope en la mitología de las bandas de los noventa de Zaragoza, La Novias o Club Eléctrico, hicimos este programa en Espíritu de Margot y incluso convencí a Domador para que hicieran una versión de En los sótanos del cielo para la primera edición de Octavillas Pop con Miguel Mena.

La presentación de Toponimia nimia de Mena y aliados, la presentación del libro sobre la Movida en el Fórum de la FNAC, en la que Félix me hizo preguntar las cosas que yo quería preguntar y me callaba por tonto,

La colaboración con Lina Vila en la exposición Afinidades que tanto me impresionó: finalmente, la complicidad entre Lina Vila y Félix Romeo cristaliza en un collage de sentimientos cuyas ramas segmentan las obsesiones de Pedro Vila en una simbiosis perfecta de registros, imágenes y referencias. Cada una de estas mezclas genera un aura capaz de atravesar los sentidos y es capaz de potenciar de manera natural la complicidad entre los artistas.

"Los del fútbol" según la definición de Félix en Dibujos Animados


Félix e Ismael...y Perico Fernández: Unos años más tarde el escritor Ismael Grasa-que me prestó amablemente sus dos tomos de La Vida en un puño antes de que Félix Romeo lo encontrara en un mercadillo usando sus superpoderes para la detección de libros de saldo entre las montañas apiladas- me contó que Perico, además de sus propias creaciones, tenía una habilidad especial para las imitaciones de grandes obras de arte y que era fácil encontrar alguna de sus obras en el Rastro zaragozano.

Y por último, que es también muy importante, que Félix me recomendara a Miguel para empezar a colaborar con él, porque me regaló un amigo muy grande que está pasando malos momentos también. (Aquí se puede leer, yo no sabía que Mena había llamado a Félix para preguntarle por mí)

La foto de David Francisco, con Ángel Guinda, creo que en una movida de Forega, yo recuerdo esa noche. Escribí a mi tío Ángel, que quería a Félix como un hijo, no podía parar de pensar en él. Estaba en Vietnam...