lunes, 7 de septiembre de 2009

Crítica de Oxido-Ruido-Nucleico de Domador (www.virtualbum.com)


De tanto repetirlo vamos a dejar de creérnoslo... pero es cierto, el mundo se acaba y empieza Domador. Oxido-Ruido-Nucleico es la prueba fehaciente de que Domador nos protegerá de la lluvia de pistolas radiactivas convirtiéndonos en el único Heredero de la versión 2.0 de la Casa Usher. Una cinta de bobina abierta con la inversión en la voz francesa de Ana Muñoz, como un coro de ángeles expulsados, ecualizan el comienzo. Domador es pop pánico, cada melodía guarda unos compases para practicar con devoción la ceremonia de la confusión, Paralelo 51 como una declaración de amor sicótica en estos tiempos de enredaderas sociales en mundos paralelos. George Clooney meditando (a pesar de lo horrendo del título), tiene todo el especiado de la ola fría, de los sonámbulos que exhalan las alcantarillas de Huesca. Domador es rock fractal, capaz de provocar una proyección aleatoria de ruidos que adquiere unidad y sosiego en la doctrina narcótica de Señora Robot Las letras de Domador son esencialmente magnéticas, de las que terminan impregnando tus neuronas hasta hacerlas mutar. De pronto ya no hay más paraíso de cigarras epilépticas que la morfina emocional que se les suministra a los afectados por el Proyecto Manhattan. Domador desgarra los tejidos de la realidad a base de mordiscos eléctricos y aullidos tímbricos, buscando la mejoría parcial de los afectados por la Apoptosis. La ciudad de las palomas tiene un estribillo perfecto, casi un lamento ansioso...supongo que esa es la idea. Que una banda sea capaz de incluir un tema de rock recitado como La vaca de muchos colores, con la lírica alucinada de los que se han asomado a las puertas de la percepción y han vuelto aburridos, es el verdadero síntoma de la experimentación y el atrevimiento. El disco se cierra con El Diablo y otras Cosas, como un final caja negra, mántrico y exigente, un tema de esos que se utiliza para poder tragarse los satélites sin ayuda de agua, con percusiones propias de la banda que tocó la noche que desvirgaron a Lovecraft, con la boca sedienta del desierto abierta.

Reseña La noche que matamos al Barman (Decalles)


A veces nos tratamos de complicar la vida demasiado y terminamos perdidos en una zona pantanosa de falsa sofisticación, impostura y arreglos interminables... pero también, hay instantes en los que somos capaces de darnos cuenta de que lo que realmente importa es un buen riff de guitarra, algo de actitud y unas buenas botas de piel de serpiente (y conseguir sacar a bailar a las chicas, que eso no se nos olvide nunca). Decalles lo tienen muy clarito y lo demuestran con este primer EP, La noche que matamos al barman —cinco temas, directos, claros y meridianos, como diría J., agradezcamos la capacidad de criba de Decalles—, píldoras extraídas directamente del viejo botiquín de los Tequila y los Burning, que ya han saqueado durante años Los Ronaldos o Pereza pero que mantiene la saludable verborrea tóxica del que tiene un buen dealer. El disco se abre con la noche que matamos al barman, es un perfecto ejercicio de rock español de toda la vida, directo, nutritivo, coreable, con un estribillo resultón. Seguimos con Hasta luego soledad, reduce ligeramente la velocidad, dando lugar al momento épico del disco, (qué sería un buen rockero si no tuviera el corazoncito vacío tras una ruptura). Con Agárrame fuerte descubrimos que el funky escuela argentina ha impregnado por fin a las bandas españolas, cerca del Rot más disco, la electricidad exuberante y los bajos negros dan señales de vida. Con los acordes de piano del señor Diego (nunca tengo suficientes sombreros para quitármelos en su presencia) nos ponemos tiernos en Coge mi mano. Y es que los Decalles, como todas las buenas bandas del mundo, hacen canciones para conocer chicas después de los conciertos. Es una de las mejores excusas del rockandroll. Y para terminar un poco de trepidación, un poco de boggie boggie para dejar un buen sabor de boca, Menos mal es un tema estupendo para el directo, para dejar a la gente moviendo las cadenas. Las letras cumplen, en el rockandroll sólo funcionan los extremos, o eres Dylan o eres Jagger, aquí vamos más en la onda costumbrista de las piernas en minifalda, los antros (lo del ron no se lo perdono a los Decalles) y los triples saltos mortales de taburete en taburete. Me ha gustado mucho el disco de Decalles, me gusta que se sigan los libros de estilo, me gusta que tengamos a Insulina Morgan, a Hotel, a Crisálida, a los primeros Señorita Evans... me gusta que nunca termine la noche que matamos al barman

los restos de la despedida, una araña que parecía una tortuga. Margot se hace mayor.