Estuve hace un par de semanas en el concierto que dio Fangoria en Zaragoza. La última encarnación de la siempre genial Olvido Gara, Alaska, la que nos cuidaba los sábados por la mañana, a través de su Bola de Cristal. Hoy, en primera línea para disfrute de modernas, triunfa en un programa de tele-realidad junto a su marido Mario Vaquerizo y sigue colaborando con Federico Jiménez Losantos (con perdón) mientras acude a los desfiles del Orgullo Gay. Alaska alimentó con imágenes analógicas y canciones de tecnopop a la última generación que pidió prórrogas para el servicio militar, la que sufrió con Perico Delgado en el prólogo de Luxemburgo y estudió la asignatura de geografía política más fácil de la historia, con URSS capital Moscú y Yugoslavia capital Belgrado (aunque no terminábamos de entender el porqué de llamar democrática a la Alemania del otro lado del Telón de Acero). Los niños de la Bruja Avería escribíamos cartas a mano, nos quedábamos a ver de madrugada partidos de la NBA y pensábamos que Javier Gurruchaga y el enano que era clavado a Felipe González eran lo más grande que había aparecido nunca en televisión. Pasamos del vhs al deuvedé y, posiblemente, tengamos algunas de las cuentas de correo electrónico más antiguas que conozcas. Ingenieros, abogados, filólogos, cualquier cosa valía mientras no hicieras Formación Profesional. Hoy somos treintañeros que se narcotizan a base de iphones y manifestaciones efímeras de indignación, que quieren ser funcionarios y elevan sus plegarias a escondidas a un Dios que ya no existe para conseguirlo. Nacidos en democracia y, como dice Juan Luis Saldaña, hasta arriba de Espinete y tele socialista. No tendremos la culpa de todo esto, pero tampoco estamos haciendo nada para cambiarlo, la verdad. Me temo que Olvido no estará contenta con nosotros.
Columna aparecida en el Heraldo de Aragón del jueves 16 de Junio