Cantaba Sergio Algora en una canción de El Niño Gusano: “Aunque nos creamos importantes / todos preguntamos por el nombre de las calles / donde viviré”. La canción se llamaba Román y viene al caso a raíz de la encuesta promovida por este periódico en la que se consultaba a los zaragozanos sobre sus preferencias a la hora de designar las nuevas vías y arterias de la ciudad. A mí, qué quieren que les diga, me parece de un cutre monumental adjudicarle a Mario Bros. —ya me disculparán que no le ponga el Súper delante— una avenida en algún barrio. Volvemos a lo de siempre, el déficit educacional, la ausencia casi total de referencias, el desconocimiento de nuestra historia. No es una cuestión de saberse de memoria el panteón de hombres ilustres nacidos a orillas del Ebro, es un problema mucho más profundo que afecta a todos los estratos de la población. Podría pasar por lo de “calle del gol de Nayim”, que ya es un poco delirante, pero que, al fin y al cabo, sirve de recuerdo para un momento muy emocionante para un buen número de aragoneses —incluido yo, sí, lo admito, tengo un pasado futbolero, a pesar de que el gafapastismo y la posmodernidad absorban ahora mismo casi todo mi tiempo. De todos modos, me dirán, una ciudad en expansión y que busca un salto cualitativo real que la sitúe dentro del mapa europeo tiene que tener calles de sobra. Nunca me han gustado las vorágines de revisionistas que arrancan historia pero tampoco me gustaría tener una plaza “Jose Antonio” ni, por supuesto, una “Che Guevara”. En la política raro es el adalid de la libertad absoluta y la equidad democrática, por mucho impacto mediático del “buenrollismo” institucional. Mi voto para Sergio Algora, que revitalizó con sus bandas y su literatura la escena cultural desde los años noventa hasta su muerte, y que tenía un corazón tan enorme que hacía feliz a todos los ciudadanos que lo rodeaban. Y era coherente en su vida y en su obra, cosa de la que muy pocos pueden presumir.
Columna aparecida en el Heraldo de Aragón del 4 de Marzo de 2010