Hace unos meses hablé en una columna sobre la atomización mediática que había surgido al calor de las nuevas cadenas de televisión asociadas a la instalación del sistema digital terrestre. Celebraba la pluralidad ideológica que había fermentado tras la invasión del pensamiento único a través de las directrices marcadas por el gobierno en la cadena pública y en las pares (algunas creadas a tiempo, otras que al final, por enfadicas, se han quedado emitiendo Gran Hermano). Ahora nos encontramos con la posibilidad de la reinstauración de la censura a través del Consejo Estatal de Medios Audiovisuales y que con la excusa de proteger a la audiencia de los devaneos excéntricos de la fauna rosa, se propone copiar el modelo catalán de integridad estalinista. Espero que los voceros de la prensa libre y la libertad de expresión surjan con fuerza desde sus cavernas para exigir la retirada de tal propuesta, políticamente incorrecta y en las antípodas de la apertura buenrollista que supone el pinganillo. Sí, esa nueva Torre de Babel patria, ese amasijo nada barato de senadores peneuvistas con poco dominio del vascuence se mezclan con charnegos que sufren un agudísimo síndrome de estocolmo. El Senado, donde realidades lingüísticas confluyen en un espectáculo ridículo que espero no sea retransmitido en horario infantil para no provocar imágenes impactantes por la escasa presteza de nuestros senadores en el uso de la tecnología de vanguardia. Así no hay manera de educar en valores. Despilfarros flagrantes en esta época convulsa, de expresidentes anulando autonomías y descentralización 3.0, aunque de eso, como decían Tip y Coll en 625 líneas (hasta que los censuraron), hablaremos la próxima semana. No disparen al pianista, sólo intenta tocar los malos arreglos que le encargan.
Columna aparecida en el Heraldo de Aragón de 20 de Enero de 2011