El papel de Thomas M.Disch como renovador de la novela de ciencia ficción a finales de los años sesenta es fundamental para entender lo que se llamó la Nueva Ola: autores que utilizaban los elementos del "pulp" y la "soap opera" como excusas para historias que iban más allá de lo esquemático y previsible. "Los genocidas"(La Factoría de ideas, 2012) , una narración de corte apocalíptico, que comienza en lo que parecen ser los albores de una nueva era en la que la Tierra ha sido conquistada por enormes árboles que en su gigantismo voraz han esquilmado los recursos del planeta. El autor convierte a esta raza vegetal en parte del escenario y se centra en describir el devenir decadente de una población rural indefinida en mitad de los Estados Unidos. Un microcosmos enrarecido, de fanatismo pseudo-religioso de relaciones endogámicas extremas, permite al autor un juego de especulación de apariencia lineal que termina llevando a un cénit reflexivo con un punto claustrofóbico, donde la presencia de alienígenas inteligentes que dirigen la invasión solamente es sugerida. No importan las causas ni las consecuencias, la pluma de Disch, con una paleta de recursos literarios que van más hacia lo sensorial que lo descriptivo, ahoga al lector en una bacanal psicodélica con reminiscencias clásicas -el paralelismo puntual con los lotófagos de la Odisea es un guiño ineludible para cualquier lector, así como el juego de espejos laberíntico, sin Minotauro pero igual de contradictorio. Los genocidas es una crónica fragmentada de los últimos días de la humanidad, un descenso caínita y narcótico hacia lo irracional, donde la amenaza alienígena termina siendo completamente anecdótica. No hay evasión ni "enanitos verdes", "Los genocidas" es pura literatura.
Columna aparecida en el suplemento Artes&Letras del Heraldo de Aragón del 1 de marzo de 2012