Chusé Izuél, lo dice Félix Romeo en Amarillo, escribe en sus cartas: Pero no me reconozco a mí mismo, pero aquí estás y aquí estoy yo, al ritmo del corazón, dicen los Club Eléctrico, hablar porque hay que llenar el vacío, las palabras se pegan al paladar. Jesús López, líder de dos formaciones claves del under aragonés, Lágrimas de Mermelada y Club Eléctrico, aparece en uno de los pocos libros de canciones publicados en Aragón, Poesía en el Rock, editado por Drume Negrita&Interferencias en el año 1994 y que incluye también, entre otros a Jose Lapuente (que después publicaría un libro con sus poemas) y Gabriel Sopeña, el nexo, el auténtico hombre orquesta, desde esa canción fundacional del rock aragonés, como es Cass, con letra de José Luis Rodríguez García y música de Sopeña, que cantan los Mas Birras de Mauricio Aznar. Sopeña que hace canción los textos en la Noche del Becerro que publica Olifante , que habla de tú a tú con Brel desde el barrio de Casablanca.
Suena Manuel Vilas recitando al ritmo que le impone Pablo Malatesta, un ejercicio de spoken word, de rock recitado, La lírica alucinada de Manuel Vilas, con sus poemas larguísimos de cadencia beat, con sus obsesiones armadas de guitarras: se puede seguir el rastro de Lou Reed, de los Who, del mismo Johny Cash en su última novela, Aire Nuestro, pero también en su poemarios, Calor y Resurrección. Y la siguiente generación, Miguel Serrano, en Órbita, el libro que ha publicado con Candaya, recuerda el Shaman con un blues, y, entre sus personajes, un alucinado habitante de Zaragoza que defiende ante todo el que lo quiera oír, que es él el que escribe las canciones de El Niño Gusano. Un impostor, porque era el poeta y compositor Sergio Algora, el que escondía sus palabras dentro de canciones, usando los poemas para darnos música, posiblemente, junto a Sopeña, el que mejor ha personalizado la unión entre versos y melodías, en compartimentos estancos que sólo las venas de una vida acelerada eran capaces de unir. Les recomiendo el libro Paulus e Irene, les recomiendo Cielo ha muerto y los Versos dictados, el disco En Flor con Muy Poca Gente.
La literatura y el rock, como un círculo que se cierra sobre otro círculo, como círculos que definen la vida y la concepción lúdica de la existencia desde el punto de vista de todas las sensaciones, desde las más extremas a las más cotidianas. Javier Carnicer es un adolescente punk, post punk, pongamos todas las etiquetas que queramos, en una Huesca de los ochenta, en la Zaragoza que se acerca a los noventa, convive con Ángel Guinda (el que usó a Neil Young como cita inicial en sus poemas) en un piso de Juan Pablo Bonet, abre Carnicería Carnicer, cierra El Manicomio Romántico, hace unos meses nos regaló una Caja de Lijas, de pura poesía, de rock recitado junto a Justo Bagüeste. Will Spector and the Fatus sacan a pasear las maracas de Carnicer la misma noche que Domador, la banda del poeta Antonio Romeo, que ha publicado recientemente su primer poemario Rara Vez tu nombre, se divierte inventando una nueva Ciudad de las Palomas y vuelta a empezar, de nuevo se abren los Sótanos del Cielo. De Jesús López, de Club Eléctrico, la banda que sobrevolaba los cuentos de Chusé Izuel en la versión de los Domador.
Fragmento del guión radiofónico La Cueva de Octavio (primera entrega) para A vivir Aragón con Miguel Mena (y Geraldine Hill)
Suena Manuel Vilas recitando al ritmo que le impone Pablo Malatesta, un ejercicio de spoken word, de rock recitado, La lírica alucinada de Manuel Vilas, con sus poemas larguísimos de cadencia beat, con sus obsesiones armadas de guitarras: se puede seguir el rastro de Lou Reed, de los Who, del mismo Johny Cash en su última novela, Aire Nuestro, pero también en su poemarios, Calor y Resurrección. Y la siguiente generación, Miguel Serrano, en Órbita, el libro que ha publicado con Candaya, recuerda el Shaman con un blues, y, entre sus personajes, un alucinado habitante de Zaragoza que defiende ante todo el que lo quiera oír, que es él el que escribe las canciones de El Niño Gusano. Un impostor, porque era el poeta y compositor Sergio Algora, el que escondía sus palabras dentro de canciones, usando los poemas para darnos música, posiblemente, junto a Sopeña, el que mejor ha personalizado la unión entre versos y melodías, en compartimentos estancos que sólo las venas de una vida acelerada eran capaces de unir. Les recomiendo el libro Paulus e Irene, les recomiendo Cielo ha muerto y los Versos dictados, el disco En Flor con Muy Poca Gente.
La literatura y el rock, como un círculo que se cierra sobre otro círculo, como círculos que definen la vida y la concepción lúdica de la existencia desde el punto de vista de todas las sensaciones, desde las más extremas a las más cotidianas. Javier Carnicer es un adolescente punk, post punk, pongamos todas las etiquetas que queramos, en una Huesca de los ochenta, en la Zaragoza que se acerca a los noventa, convive con Ángel Guinda (el que usó a Neil Young como cita inicial en sus poemas) en un piso de Juan Pablo Bonet, abre Carnicería Carnicer, cierra El Manicomio Romántico, hace unos meses nos regaló una Caja de Lijas, de pura poesía, de rock recitado junto a Justo Bagüeste. Will Spector and the Fatus sacan a pasear las maracas de Carnicer la misma noche que Domador, la banda del poeta Antonio Romeo, que ha publicado recientemente su primer poemario Rara Vez tu nombre, se divierte inventando una nueva Ciudad de las Palomas y vuelta a empezar, de nuevo se abren los Sótanos del Cielo. De Jesús López, de Club Eléctrico, la banda que sobrevolaba los cuentos de Chusé Izuel en la versión de los Domador.
Fragmento del guión radiofónico La Cueva de Octavio (primera entrega) para A vivir Aragón con Miguel Mena (y Geraldine Hill)