Era la aldea gala de Aragón Televisión, un programa fresco, abierto, de un eclecticismo vertiginoso, de factura envidiable, escaparate y receptor de todas las manifestaciones artísticas de la región…pero se acabó: el 29 de abril portazo final. Siempre he defendido la iniciativa privada en la gestión de la cultura para vertebrar un mínimo de criterio y calidad, pero resulta imprescindible que la televisión pública aragonesa asegure una oferta cultural básica en su programación. Con el final de CLIC! -y la ejecución sumarísima de Música y Patrimonio, que no me olvido- y el arrinconamiento de los demás programas con el mínimo barniz intelectual a los horarios imposibles de la teletienda nos queda una parrilla que es poco más que un amasijo de series enlatadas (y todos sabemos que lo mejor de Chuck Norris siempre será los chistes que circulan por Internet), películas de saldo y fútbol, eso sí, eso siempre, venga fútbol. En Aragón, en Zaragoza, sufrimos el exabrupto del artista incoherente (un buen título para un tema de pop independiente), que levanta el puño con una mano y se afana en buscar en el pesebre de las subvenciones con la otra , los centros cívicos cerrados, que ni están ni se les espera, los centros cívicos abiertos (pero semivacíos en los conciertos del ciclo Muévete), el problema educacional del público, un ayuntamiento que juega a tres barajas o los empresarios quemados por la noche que montan sus pequeños reinos de taifas...y yo, mientras tanto, como en la canción de Javier Krahe, “como un GIL, madre, como un GIL”, defendiendo la posibilidad real de la candidatura zaragozana a la capitalidad cultural. Parece que no hay solución, evitemos crear grupos de apoyo en Facebook o mandar mails al buzón de sugerencias porque sabiendo la cantidad de calorías que generan los spams encima de no conseguir nada contribuiremos al calentamiento global.
Columna aparecida en el Heraldo de Aragón el 22 de Abril del 2009