domingo, 28 de abril de 2013

Cotidiano

He terminado de corregir los exámenes de cuarto de ESO y tengo las actividades de tutoría preparadas. Sigo pensando en lo que voy a escribir en la columna mientras recuerdo que tengo una cita con los padres de Pablo a cuarta hora, justo después del recreo. Apago el tocadiscos y guardo mi flamante edición de The Queen is dead de The Smiths en vinilo naranja. Regalo de mi hermana, vive en Madrid y espera no perder su puesto. Una carrera y un máster, como yo, como ella, como todos. Solamente hicimos lo que nos pedíais y ahora esperáis que aguantemos el tirón en silencio: banca digital, devoluciones negativas, haciéndonos viejos en la sala de espera de la vida. Dejé de pensar que mirar al cielo podría ser un trabajo a tiempo completo. Ella echa de menos a su padre y yo pienso que tendría que ver más a los míos. Mañana entra a segunda hora y podrá dormir un poco más, yo me levanto antes de las seis para llegar a tiempo al instituto. La muerte hace arder la televisión, no seré yo quien tire piedras contra vuestros cristales pero no despertéis a la bestia. Usaremos palabras como dardos, seremos funcionarios interinos de lo apocalíptico. Os haré renunciar a las tijeras, porque recortar es un juego previsible y aburrido. Independentistas corruptos, nuevos socialistas de camisa vieja, quejosos parados que siguen buscando la paz en la luz beatífica del fútbol...por favor, quita la televisión. Yo no firmé una hipoteca y os reísteis de mí, salvapatrias y bancarios, airados del despropósito, no quiero ni una sola queja. Justo antes de meternos en la cama, con los dientes recién lavados y las tres alarmas programadas para anunciar el alba de manera escalonada, le digo: "Solo con esto somos felices. No es mucho pedir, creo." Anda, duérmete, que mañana será otro día”.

Columna aparecida en el Heraldo de Aragón del jueves 25 de abril, el mismo día que anunciaban el cierre de la fábrica de Hueso en Ateca.