Con todos mis respetos.
jueves, 7 de mayo de 2009
Otros Papeles dispersos
gracias a Jose Luis Melero por la inspiración
y a mi madre, claro.
Este tipo de cosas tiene algo de conjunción astral. En las últimas semanas he ido completando mi colección de cuentos de Félix Romeo de manera casi accidental. Me explico, Félix tiene dos libros que a mí encantan, Dibujos animados y Discotheque. La primera la leí a escondidas en el Corte Inglés (el primero, el original...) porque mi economía de entonces no me permitía adquirirlo y el otro día husmeando entre las estanterías de Hermanos Vidal encontré un ejemplar de segunda mano (menos mal que no estaba dedicado ni nada). Pocos días antes, en el Día del Libro, mientras hurgaba las cubetas de una librería en busca de tebeos de saldo acabé con el libro Relatos para un fin de Milenio, donde aparecía un cuento de Félix que no conocía. Y pocos días después un regalo de mi madre -que ya había dado en el clavo con el volumen número 100 de Mira Ediciones-, mi madre, que salva de la quema muchos volúmenes de biblioteca y que esta vez llegó a casa con Hijos del Cierzo recopilación de cuentos publicados en el Heraldo de Aragón más o menos del año 1998. Allí también había un relato de Félix Romeo y otro de Manuel Vilas y otro de Miguel Mena... todos en el sueño de la hemeroteca o de las librerías de segunda mano.Estos cuentos tienen algo especial: normalmente son bocetos, aproximaciones, primeras ideas que aparecen entre novelas, aventuras previas antes de cambios radicales de estilo. El cuento de Manuel Vilas que aparece en Hijos del Cierzo es un bueno ejemplo de ello, es la narración justo anterior a la salida de El Cielo...recordad, El Cielo, Zeta, Magia, Resurrección, España y Calor...porque la verdad, El Rumor de las Llamas que salió con Olifante buff...(sólo hay que ver la foto). O la obsesión por la lucha libre y la guerra del Sáhara de Romeo que aparece una y otra vez en sus relatos cortos y que termina emergiendo como un personaje más en Discoteque. Me gustan, me salvan, me protegen.
El sábado pasado, en el programa de Miguel Mena donde colaboro haciendo la agenda del fin de semana en Zaragoza, Miguel conectó con Huesca, habitualmente es Juanjo Javierre el que comenta las actividades más interesantes de la capital oscense, pero esta vez fue Carlos Castán y Miguel lo recibió con un tema de Leonard Cohen (Suzanne, creo que era, no estoy muy puesto en la obra del cantautor canadiense) porque había estado leyendo su nuevo libro, Papeles dispersos (editado estupendamente por Óscar Sipán y con una portada magnífica de Sanmartín) y se había quedado precisamente en el capítulo en el que Castán hablaba de su filiación por el autor de I´m your man. Lo curioso del caso es que ese texto perdido había aparecido únicamente en Confesiones de Margot, en el número que hicimos de homenaje a Cohen y para el que Carlos nos cedió con toda amabilidad el artículo. Miguel Mena no sabía nada de eso.
Una de las razones por las que me encuentro inmensamente orgulloso de los catorce números del fanzine es porque sé que en sus páginas hay textos, frases, entrevistas, reflexiones de gente a la que quiero y admiro y que esos artículos sólo están allí, en papel blanco barato y fotocopiado, en tiradas ridículas y prácticamente perdidas. Poco a poco irán apareciendo los poemas de Sopeña, las reflexiones de Eva Puyó o las incisivas miniaturas de Sergio Algora. Incluso atesoramos un cuento absolutamente inédito de Ángel Gracia. Por eso también insistí para que Al final del Pasillo sólo contuviera cuentos inéditos con la esperanza tonta de que nunca se publicaran en otro sitio, que ese libro guardara dentro de él pequeñas orfebrerías de terror y ciencia ficción.
Cosas mínimas, historias de las esquinas de la literatura, cuando se funde de manera más intensa con la vida y con tu propio pasado. Como las b-sides perdidas de los singles de vinilo, como las demos en cassette de los grupos más bizarros, como las remezclas inéditas o las versiones en directo. Me obsesionan, me gusta atesorarlas, contemplarlas... saber que están allí.
Y ahora encuentro por internet que hay una obra de teatro inédita de Manuel Vilas, escrita para el pasado festival de cine de Huesca. Le he mandado un mail a ver si me envía el manuscrito. Supongo que este comportamiento tiene algo de fetichista, pero ¿ qué seríamos sin los vicios? ¿simples crustáceos esperando bajo el mar de Thalassa?
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