En la Campana de los Perdidos dos poetas y un músico competían con palabra y melodías frente al monstruo del balompié. Saludé a Fran Picón, que estaba sentado muy cerca del escenario y a un solitario Enrique Cebrián, poeta y amigo. Intercambiamos presencia, ginebras y bourbon mientras José Manuel Soriano desgranaba sus versos contenidos en el silencio respetuoso que sólo el escenario de Rodicio permite en esta ciudad. Después Enrique, sonriente y siempre elegante, se encaramó a la madera, ajustó micrófono y atril y comenzó un recorrido por su obra pasada y reciente. Las palabras de Enrique Cebrián, medidas y acertadas como siempre, jugaron con la prosa evocadora, con el recuerdo para Antonio Fernández Molina, con el verso calmado del que contempla una playa vacía, anónimo en la ausencia de lo digital, dejando crecer su barba al calor tibio de su mujer. Clama al cielo que Enrique permanezca todavía inédito en libro largo, esperemos que con la llegada del buen tiempo tengamos su primera referencia entre nuestras manos. Después de la rapsodia, el músico. Nico Cassinelli acompañado por Diego Gracia en la percusión, interpretó un set acústico de alta tradición. Guitarra criolla y escobillas para acariciar composiciones que juegan con la magia de los dos lados del mar. Nico, zaragozano del Río de la Plata, es un de esos artistas tapados de este siglo agobiante y saturador, pero los que conocemos su pericia frente a la partitura disfrutamos del secreto de su obra. Abrió con con Mi jardín un tema incluido en su último disco, Sin noticias de acá y después, Ojos rojos, cadencia de bossa, recuerdos de polaroid. Jugaba con la pedalera para multiplicar la compañía, golpeaba las cuerdas más gruesas de su guitarra para amalgar el ritmo y el bajo mientras Diego Gracia, cubierto por la luz discreta de la batería, marcaba un compás levísimo que encajaba con el apetito de jazz que pedía el momento. Recordé Buenos Aires, recordé al flaco Spinetta haciéndose invisible, también la maestría inigualable de Pedro Aznar, sonreí un instante, tratando de atrapar en la hora zero mis recuerdos. El mar enamorado y el estreno de Prisionera, un texto contemporáneo para un arreglo inmortal, estribillo de jardín dorado para esta vida, jaula de oro. Nico Cassinelli de nuevo, percusión de cerámica, la melódica como un pincel que da color al cuadro y la guitarra, corazón de nylon, para abordar un tema de Peter Gabriel, Mercy Street, de suicidios extraños, la Storni, la poesía y el mar. Qué buen sabor en el paladar mientras buscaba un taxi junto a Cesaragusto. Nos vemos pronto, amigos.
lunes, 18 de abril de 2011
Reseña de Enemigo Mío de Enblanco (Gaser Discos, 2011)
Vuelven los Enblanco, tercer LP ya de la banda riojana y cada vez más fuerza, más agresivo intelectualmente. Con las mínimas porciones de sosiego, Enemigo mío revienta todos los espejos a base de acoples y después, después te hace mirar en los pedazos tu propio reflejo. El disco se abre con una trepanación rítmica propia de los Lagartija Nick para dejar paso a las guitarras hirientes habituales, El Pozo, veneno desde lo más profundo del abismo. El aullido metálico desde la garganta, con la lubricidad del enfermo mientras gritamos Yo no. La autoridad épica de Días como cuchillas de afeitar te devuelven la esperanza en los momentos extremos, eso y la lucidez poética de Kb, que nunca defrauda. Formol, el medio tiempo narcótico perfecto, punteado por las descargas, tiene el sabor de las grandes canciones, jugando con los coros hasta crecer y colocarte al borde del abismo. Sigue respirando amigo, porque llega el futuro y no tiene buena pinta. En guerra, las palabras masticadas, anfetamínica declaración de intenciones para urbanitas agobiados. El lamento del hermano caído, Caín, en los confines más extremos de las tierras inhóspitas. Aún hay sueños, con su hipnótico recitado en mitad del camino pedregoso es una de las mejores canciones del disco. Destruir&Desechar son como una nueva entrega de las imprescindibles crónicas de la iguana pasado por la tradición más tóxica del rock español. Nos vamos hacia arriba, Tan fácil, puro ajenjo revientalmas, pura velocidad bien cortada. Mi tema favorito es sin duda, Nuevas reglas del capitalismo, sorprende la guitarra rítmica acústica, la fluidez casi luminosa, las arañas se extienden hasta el corazón de los trogloditas, para revertir al estado primordial de todas las grandes peleas. El cierre, O.D.F.D.G, la síntesis industrial de nuestras pesadillas, como un carbono mal colocado en el trocito de plástico, como un anacronismo digital en un mundo de electricidad analógica. Cuando llegues al final, no te quedará ni un solo dios en el panteón de la química. Enemigo mío, un disco por el que no puedes pasar de Puntillas, un disco cicatrizante, de los que cierran heridas a mordiscos.
EnBlanco estarán tocando el próximo día 20 de Mayo en la Sala Zeta de Zaragoza.
Día del libro
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