domingo, 19 de abril de 2009

Agridulce

He colgado una entrada sobre Días de Vino y Rosas en el blog de Aloeste (lo tengo un poco parado, pero la verdad, no me da más tiempo) y estoy bastante orgulloso de ella...muy completa, cuidada... es complicado encontrar información de bandas aragonesas de los noventa, como no había internet todavía... y la verdad que Jesús se lo ha currado bastante. Seguimos en el camino.
Por cierto, anoche conciertazo de Experimentos in da notte...en el Centro Cívico de la Universidad fue una anarquía deliberada de la que sobrevivimos por poco y en el Café del Arte fuimos pulcros y efectivos pero nos faltó algo de corazón... la otra noche en la Campana de los Perdidos me sentí muy cómodo, sin rarezas, fluido, con Pablo Malatesta (impresionante su Audi 100 al piano de la Campana) y Luis Cebrián (sin miedo a Panero, terminando, dando sal) perfectamente empastados... hicimos el repertorio habitual: Bebeto, Cajas (de Ángel Guinda), Morente, Audi 100 y Jane Birkin en el primer pase y una segunda ronda con Y los recibo en batín, El Futuro y Los Anarquistas (de Manuel Martínez Forega, sangrante, pistoliano, sudoroso...intenso. Sé que añadí versos al poema pero no recuerdo muy bien si eran lúcidos o no).

La pena es que no se pasó mucha gente aliada a vernos. Y los que se pasaron (Pedro Popker, Andrea y Santi Rex) lo hicieron cuando se había terminado. Por lo menos a María Caníbal y a Pilar les gustó... pero bueno, esta semana he tenido un par de movidas (la Otra Edición y la Campana) y la verdad es que no me he sentido muy arropado. Me hace reflexionar bastante y empezar a considerar otros modos de actuación.

Reseña de Noticias de acá de Nico Cassinelli


El argentino Nico Cassinelli nos presenta su primera producción solista desde que se radicó en España. En Zaragoza concretamente desde el 2007. Y nos entrega un disco dolorosamente hermoso, donde la instrumentación arrastra unos textos que se mueven entre lo gris y lo diario, entre el amor íntimo y el recuerdo. Un disco muy por encima de la media que empieza con los aromas de la elegancia setentera de Invisible y los momentos más lúcidos de Charly García (mezclen algo de lo más accesible Máquina de Hacer Pájaros y Serú Girán) para la hipercandombe de Septiembre. Así se abre el disco. Ella pasa es el segundo corte parece prima hermana de Laura va de Almendra con un punto más luminoso de destilación eléctrica. El lado del viento trae un órgano deslumbrante, como un pájaro que se eleva sobre una mínima programación, cercano a los cantautores de las dos mitades del Río de la Plata, esos que juntan sus guitarras de palo con los samplers. Yeyé es pop, construido sobre esos menos de tres minutos que marca la norma, un quiebro para escapar de la melancolía, con un poco de ragga y picotazos de guitarra, y llevarnos de camino hacia Mi Jardín, de nuevo el piano y el efluvio jazzy, la marca en el pasaporte, la lírica de Spinetta, Fundación nos regala más de seis minutos de desarrollo instrumental punteado por una letra de inspiración bossa, otoñal en la contemplación del paisaje, Constitución de noche ahoga el bandoneón en la narración costumbrista, una polaroid experimental. Como nuevo en tu lugar quizá peca algo de continuista dentro del disco, para volver al Clavel del aire, de nuevo es a fusión entre lo orgánico y lo digital, entre la pereza y las cuerdas, para elevarse al modo de Baglietto cuando llega el momento. Ángel del Pilar tiene un texto maño, los ojos distintos, la vida de otro capturada en un momento, es hermoso escuchar este tipo de canciones. Ojos rojos pivota entre el mejor Pedro Aznar y las canciones de habitación de hotel de Fito Páez (hasta el título remite a un tema del disco Naturaleza Sangre del rosarino). El disco se cierra con una miniatura de guitarra y voz, Sara, como post-data, como penúltimo regalo.

Olvídense de rock sónico o mezcla tribal de los combos de músicas del mundo. No se fíen de los que hablen de Drexler, la guitarra negra del flaco, del hombre de Jade, está mucho más presente. Nico Cassinelli entrega un disco casi perfecto, en producción, composición y arreglos, un disco confesional, calmado, de los que es muy difícil encontrar en Aragón. Hermoso, simplemente hermoso.


Fotografía de Pedro Popker

Nico Cassinelli presenta Noticas de acá el próximo miércoles 22 de Abril en el CC de la Universidad

Reseña Un segundo luminoso de Copiloto



Un segundo disco siempre es un proyecto complejo: pasas de plasmar las mejores canciones que llevas escribiendo toda una vida a tener un año para volver a componer doce temas que estén a la altura. Copiloto lo ha logrado, recogiendo una sucesión bellísima de segundos luminosos, como un orfebre pop, acodado en la barra de la inspiración. Y para ello se ha rodeado de un plantel de lujo, sobre todo si concibes la vida como guitarras y melodías: tres de los mejores guitarristas aragoneses lo acompañan a lo largo del LP: Juan Aguirre de Amaral, Javier Tafalla de Nubosidad Variable y Rafa Domínguez de Muy Poca Gente o Guisante. Y eso se nota, vaya si se nota, como la mano de este último, uno de los mejores productores que hay ahora mismo en España, desde su Cafetera Atómica, dando color a las canciones, salvándolas de la inexorable entropía con el que estuvo a punto de devorarlas Paco Loco en el primer LP. Pululan también Juanjo Javierre armado de teclados extraños y sapiencia, los Domador aportando su inercia apocalíptica o Mi Pequeña Radio como el reflejo en el espejo.

Copiloto (y sus chicos, los que van sentados atrás: Javi Polo en batería, Jorge Pérez en bajo y Javi Tafalla en guitarra) arman un disco de indie elegante, curtido en las referencias y lúcido en la originalidad. Moleskine abre el repertorio, con las voces en primer plano, casi devorando el estéreo, la pandereta sixtie, la luz que exige su lugar en el pop, las promesas (“Todo irá bien mientras sigamos haciendo pie”). Fin de curso crece con la épica de lo confesional, con un colchón de arreglos que casi hacen que los coros te mastiquen el corazón. Siempre hay tiempo para el vodevil, para la historia de Marta y los Escaparates, para el ritmo circense en todo aquel que haya leído con un poco de cuidado el manual del pop. Una línea de bajo postpunk para La Conjura de los Necios, un tema puramente Copiloto (yo tendría miedo a los talibanes del costumbrismo indiedeluxe, ya sabéis a lo que me refiero). La primera vez que escuché Gracias, suficiente fue en la Lata de Bombillas, con Javier Almazán protegido tras la acústica y una armónica dylaniana, entonces me pareció más ácida, ahora, grabada, tiene el punto de la reflexión adolescente tardía que con tanta magia es capaz de modelar Fran Nixon, en el Interludio aparece otro luminaria de la música aragonesa, Mi pequeña radio, el proyecto de David Tabueña (exLess) que nos hace pensar en la belleza global de un álbum conjunto (¿Y por qué no?) escondido dentro de esta miniatura. Sidecar nos trae a la mejor Habitación Roja, la de aquel disco perfecto que fue 4, con una letra perfectamente ensamblada, sin florituras líricas, sólo lo que hay que decir cuando hay que decirlo para que el mensaje se nos quede grapado a las zonas del cerebro que nos emocionan y esa pequeña muestra de gospel para modernas final (con los Domador y parte de las más bellas representantes de la intelligensia pop aragonesa). Ser un libro abierto funciona de nuevo a todos los niveles, la acústica del songwriter con los detalles en la segunda incursión en los mandos de David Tabueña. Jornada de Reflexión busca la metáfora planetera en su temática, el día a día entre los mitos que también se levantan y hacen café y se sientan por la tarde para componer las canciones que nos hacen seguir creyendo (¿En qué crees tú, Copiloto? No lo sé, pero si a ti te vale, a mí me vale, hoy soy uno de los vuestros, mañana seré leyenda). Ni otro seroxat es una canción melancólicamente costabravista, imperfecta y confesional, mi favorita del disco, construida a base de las imágenes que todos hemos vivido ya antes. La canción oscense lleva años de enhorabuena... por alguna razón se me ocurre que Vendrá Cantando es la canción Domador del disco, evidentemente sin el toque tóxico de los hombres farola, pero cada pincelada es como la de un calamar en busca de amor mientras deja pasar las horas subiendo y bajando el bulevar. Cerramos con Un golpe maestro, recobrando al mejor Copiloto, el que se sienta junto a nosotros en el autobús y nos susurra hasta que se acaba la batería del mp3, zumbando como un incontinente eléctrico, preguntando, siempre preguntando... Un segundo luminoso es un disco de interrogantes, de notas escritas en la nevera, un disco que busca la belleza en los huecos del día, en los cinco minutos de descanso, en el tiempo que se toma el té hasta que se queda tibio. Un disco que se abre y se cierra y consigue dejarnos mejor que la primera vez que lo escuchamos.