domingo, 15 de agosto de 2010

A mitad de las vacaciones

En un auténtico erial creativo, el verano es malo, muy malo. Uno es de trabajar y crear, de pegarse palizas docentes y luego machacar la noche a base de artículos, versos y relatos. Pero con esta calor, las buenas compañías y la falta de tristeza...no hay manera. Dos películas en dos días: Me reconcilio con Woody Allen después de Pe y el Bardem, con una inteligente sucesión de tics y frases resultonas (aunque con un guión de folletín resabido) en Whatever works. Me pillo tres pelis en el VIP´s por menos de diez euros, Stephen King, "Cementerio Viviente", "Thinner" y "Los langoriers". Veo la última en casa de los padres, con mi hermana y mi padre...comienzo prometedor y desarrollo edulcorado, genial "elprimolarry"aka Bronson Pinchot en un personaje desatado. La vi hace años en Telecinco y ahora entiendo la poca impresión que dejó en mi cerebro de mutante. Una peli prometedora que se llama Monsters. Los Ramones cantando Pet Cementery. El viernes en el Bacharach estuve bajo de forma y ánimos pero salvé la sesión con dignidad. No puedo ser decadente aunque lo intente. Vuelvo a Brel, le he quitado el polvo al tocadiscos y escucho Las Marquesas. Brel y el puerto de Amsterdam. Nuevos proyectos de libros colectivos de poemas (¡Gracias Antonio!) y se acerca mi cumpleaños, a ver si podemos celebrarlo en condiciones. También un poco de vidilla en la radio, en el repaso del verano en Radio Zaragoza (aún no sé si habrá segunda temporada del Espíritu Margot, sólo me queda la satisfacción de haberlo hecho todo lo bien que podía).Supongo que sólo es cuestión de esforzarse.

Con toda normalidad

El pasado fin de semana estuve en Vitoria. Sí, queridos lectores, en plenas fiestas de la Virgen Blanca el que firma, rodeado de charangas, pinchos y blusas, trataba de ejercer formalmente de gafapasta estival: visita el estupendo museo de arte contemporáneo —aquel en el que la línea que separa el fraude de la genialidad es realmente estrecha— y a la catedral gótica. Además, en el Fernando Buesa Arena, el pabellón que recuerda con su nombre al socialista asesinado por ETA, jugaba la selección española, veintidós años, uno detrás de otro, sin pisar suelo vasco. Paliza a Lituania y a Eslovenia, cómo juega la selección de basket —y es que los chicos de la Olimpiada de Seúl o el “angolazo” nunca estaremos suficientemente agradecidos a los padres de los Gasol—, de memoria y con toda normalidad. En la prensa se confirmaba el acuerdo entre los organizadores de la Vuelta Ciclista a España y el Gobierno Vasco para que la carrera vuelva a las carretereras de la región en el 2011. La última vez fue la edición de las chinchetas en el suelo, de la anulación de las etapas finales, del desplome del Correo español del pueblo vasco, la vuelta del otro caníbal belga, el grandísimo Freddy Maertens. Patxi López lo está haciendo muy bien, está normalizando la situación, apretando los dientes, recuperando la calle, vasquista y constitucionalista. Patxi López sonríe a escondidas mientras lee el informe norteamericano que avala su gestión en la lucha contra el terrorismo. Durante demasiado tiempo se agitaron los árboles de malas maneras en Euskadi. Hoy, y permítanme esta licencia poética aún a riesgo de parecer cursi, se filtra un rayo de sol entre tantas ramas. El año que viene vuelvo a Álava, a ver si han terminado ya la catedral y de paso veo a Contador coronar Jaizkibel de amarillo.

Columna aparecida en el Heraldo de Aragón del jueves 12 de Agosto