¿Qué pensaban que iba a ocurrir? No hay Ley Marcial, ni se han prohibido las huelgas, ni siquiera hemos visto arder los teatros y los museos y estoy seguro de que los espectadores seguirán empujando a los ciclistas en la subida al Angliru a pesar de que Perico Delgado diga que no lo hagan una y otra vez. Setenta y dos horas después de la victoria del PP en las Elecciones Generales y el país sigue más o menos igual. Mi amigo Juan Luis Saldaña, compañero de columna en estas mismas páginas -lo de columna era un guiño a los que siguen extrañando a Durruti, hay gente para todo- volvía a dar en el clavo durante la noche electoral: "En este país sigue dando la impresión de que la gente vota a la izquierda cuando quiere fiesta y llama a las puertas de Génova si las cosas se complican". Tras el desastroso periplo de los últimos años la llegada de Mariano Rajoy a la Presidencia del Gobierno no debe convertirse en una celebración. Rajoy, que perdió dos veces frente al nocivo Zapatero -esto es importante no olvidarlo, a pesar del reventón posterior al atentado de Atocha, pero eso es material para otra columna-, no parece un estadista de primer nivel, ni un iluminado que abrirá con sus curtidas manos de ciclista el picado océano de la crisis. Pero ahora mismo parece la única opción válida que teníamos los españoles. Y así se ha votado, así que deberíamos reducir al mínimo el tiempo de los buitres -entendido por el periodo en el que los sectarios y los encastillados siguen voceando sus deseos de huir del país ante el advenimiento del nuevo fascismo- y comenzar a examinar con lupa, sin complejos pero también sin concesiones, la gestión del próximo Gobierno. La verdadera normalización política del país llegará cuando a la derecha se la juzgue por sus acciones y no por un concepto arcaico de beligerante fanatismo. Te doy unos días, Mariano, estaré atento a tus movimientos.
Columna aparecida en el Heraldo de Aragón del 24 de noviembre de 2011