El próximo viernes Nacho Vegas actúa en la Sala Oasis
la ilustración, claro, es de Luis Díez
La primera vez fue gracias a Patricia. En el silencio de una habitación llena, químicamente pura, escuché Actos Inexplicables. Nacho Vegas le daba lustre la canción de autor en España, llevándola al lado eléctrico y rockero que necesitaba, narcótico y tendencioso, en los lugares comunes de lo oscuro. Soy uno de los poseedores del EP compartido con Aroah, “Seis canciones desde el norte”donde Barry Gifford surgía en toda su plenitud, después de Miss Carrousel llegaba Baby Cat Face. Lo vi tocar en esa primera gira en La Casa del Loco, fascinado por su narrativa, por su actitud hierática y trascendental. Supongo que eran otros tiempos, atiborrado de malditismo, tú y yo.
Esperábamos a Nacho Vegas, quería saciarnos de vida al límite, estúpidos prototipos de alcóholicos, fanzineros con vocación de funcionarios. En el número 8 del Confesiones de Margot Alberto Navajas firmaba una entrevista con él, acababa de aparecer Miedo al zumbido de los mosquitos, teníamos entre manos el Cajas de Música difíciles de parar (aún guardo las copias que me grabó Daniel Lisbona, entregadas en una noche cuando el Pibe Daniel estaba tras los platos de la Alice Kyteler), el disco excesivo, al que no le falta nada, la tóxica En el jardín de la duermevela, la planetera Tu nuevo humidificador (cientos de mixtapes grabadas con ese tema, recopilatorios de distinto pelaje emocional, valía para cualquier pretensión vital), La Plaza de la Soledá (la leyenda del poeta David González negando las partes más sórdidas de las esquinas de Gijón), En la Sed Mortal, Mark Spitz (todos esperábamos la caída inexistente de un ídolo de la natación), Gang-Bang (la canción con la que Bunbury les abrió los ojos a sus fans y convirtió a Vegas en uno más del Freak Show).
Tuvo Nacho Vegas el buen gusto de hacer una versión en directo de El Niño Gusano en aquel festival extremeño que permitió ver a los Sergios junto a Perruca (y Ricardo Vicente en el bajo) juntos en un escenario. Montó El Rayo Cae, recuerdo escuchar ese tema en el Bacharach junto a Algora. La canción favorita de Sergio, la que nadie se atrevió a revistar en el Pana, pijama, lana.
Mil veces he tratado de escribir poemas escuchando la larguísima salmodia de Canción desde palacio número 7 que aparecía en el EP de Canciones desde Palacio. Recuerdo escuchar también La Canción de Isabel mientras trabajaba en una fábrica de cajas. Recuerdo a Nacho Vegas haciendo su versión particular en el Homenaje a Bambino (años después lo solucionaría junto a Enrique Bunbury, en la revisión de Bravo)
En mi primera casa, junto a Luis Díez, explicándome que la portada de “El hombre que casi conoció a Michi Panero” era una mezcla de una película de Sinatra y retazos de “El Desencanto”. Hace unos pocas semanas volvía a escuchar el tema junto a Ángel Guinda, él conoció a Michi Panero. Bueno, y la versión apócrifa que aparecía en Nada mejor para esta noche, que luego se llamó Y los recibo en batín y que, cerrando el círculo, interpreta en directo Luis Cebrián (“El Frank Sinatra aragonés”).
Desparezca aquí es mi LP favorito, me gusta que usase una frase de Brett Easton Ellis (y que año después, en casa de Félix Romeo, los dos coincidiéramos en la capacidad transgeneracional del libro Menos que cero), “Ella me confundió con otra persona” era el bajón de las pastillas naranjas (las que te encendían los ojos y el corazón), “Nuevos planes, idénticas estrategias”o “Perdimos el control”. Un single perfecto y las demás tan bellas que casi dolía cada vez que las escuchabas. Esto no es una salida, comprado en vinilo y con una portada que remitía a “El Resplandor”, con esa joyita rumbera, “Mi marylin particular”. Nunca he tenido suficiente dinero como para comprarme las ediciones en vinilo, ni siquiera todos los discos en Cd...atesoro EP´s porque sin ellos mi vida sería mucho más aburrida.
Los dos siguientes discos, el excesivo “El tiempo de las cerezas” junto a Bunbury, en el que el asturiano gana por KO al zaragozano. Qué le vamos a hacer, Enrique, te atreviste y las cosas se te fueron de las manos. Escuchando junto a Antonio Estación un millón de veces Días Estraños...y cuando dejamos de contar, seguimos poniéndola una y otra vez. Caminando por un parque de Berlín, junto a Pablo Malatesta, los dos callados, buscando ángeles en silencio, yo llevaba en los cascos Secretos y mentiras, escuchaba Va a empezar a llover y sabía que nuestro amor estaba terminado. Y cuando nos dijeron que grabarías un disco con la Rosenvinge y cuando lo grabaste y escuché por primera vez Me he perdido supe que habías vuelto a acertar. Después estuve en la Sala Oasis y cuando hicistéis “Días grandes de Teresa”, mi canción favorita de los Subterráneos, con esa sonoridad mercurial, sobrevolaba Dylan dándonos la absolución.
La vuelta, como siempre, magnífica, El manifiesto desastre, vilipendiado por la crítica...y la de veces que hemos masticado “lo has vuelto a hacer mal, muy mal”, o esa maravilla que es Lole y Bolan, con la cita a Homer Simpson incluida. ¿Qué más queréis? Al final sólo nos queda Morir o Matar. Y encima tenías a Abraham Boba en la banda. El Género Bobo es irregular, qué le vamos a hacer o es que las bromas asesinas han terminado por hoy, habría que preguntárselo a los dioses. Eso sí, la portada de Luis Díez era como un sueño cumplido.
Ahora llega La zona sucia, con un inmenso single, La Gran Broma Final, con Perplejidad, que tiene reutiliza la lírica apocalíptica de habitación del maestro Cohen para elevar el tono lúdico al final, Incendios, narración de los días extraños que nos acompañan, la deliciosa Reloj sin manecillas (la química que justifica nuestra existencia), el estribillo perfecto extraído del Cantábrico. No veo la sonrisa por ningún sitio, Cosas que no hay que contar, como si fuera una estampa extraída de una película primeriza de los Hermanos Cohen. La sangre más fácil es la que uno derrama. Este viernes en la Sala Oasis. Espero que nos volvamos a ver, son muchos años.