Recuerdo un episodio de los Simpson en el que Homer, después de cinco lustros trabajando en la central nuclear, sólo alcanzaba a corregir a Lisa: Se dice “mucelar", “mucelar”... La energía nuclear sufre la parodia constante encarnada en películas de serie B como El Vengador Tóxico, en canciones del Aviador Dro —y su futurismo ochentero, con aquel “Nuclear sí, por supuesto”—, pero si uno quiere datos se puede dar uno: una estadística demuestra que es más peligroso pasar tres días en Nueva York que vivir veinte años al lado de una central nuclear. Así de claro. Y nadie rechaza un viaje a la Gran Manzana por miedo a sufrir el resultado de un fuego cruzado entre pandillas. La energía nuclear no es la panacea, como no lo son las mareas o las placas solares; la energía nuclear no es comparable al negocio insostenible de los combustibles fósiles, ni es el espíritu de unas navidades futuras llenas de mutantes y desolados remedos de Hiroshima. Con unas condiciones de seguridad adecuadas, una ingeniería sólida y un personal formado y eficiente es una demostración del avance científico de la Humanidad. No hay que tener miedo, sólo respeto y cuidado. Nadie quiere tener un almacén de residuos en su localidad, por supuesto, y mucho menos tener un cementerio de basura nuclear, que suena peor. Y si algún municipio, si algún alcalde —en representación, no lo olvidemos, de sus votantes—, está dispuesto a asumir su instalación, surgen amenazas desde sus partidos, expulsión, altos cargos santiguándose, rasgándose las vestiduras y enarbolando la enseña de la solidaridad cumplida. Para mí todo esto exhala el tufo miserable de la pérdida de votos, contradicciones aparte. Que el señor Montilla, antes de charnego —y a mucha honra—, con síndrome de Estocolmo nacionalista, fue el ministro de Industria que aprobó la construcción del silo de la polémica. En fin, sigamos así y terminaremos haciendo fuego con dos piedras.
El otro día mi colega el periodista Álvaro Estallo me comentó que esta columna le había gustado mucho (no como la de las listas y Gabilondo, jeje), buscándola me doy cuenta de que nunca la colgué...pues eso (salió a finales de Enero, en el Heraldo)