El abrazo analgésico de tu madre aunque falles en el intento, cinco minutos de conversación futbolística intrascendente con tu padre, un episodio mil veces repetido de los Simpsons con tu hermana y una bolsa de patatas fritas. La vuelta sorpresiva del cierzo a la ciudad que te permite seguir luciendo la inmortal combinación dandy de americana y foulard, un menú del día en un restaurante japonés en el que todos hablan coreano, tostadas y café muy negro, negrísimo, en la mañana del domingo mientras escuchas a Miguel Mena en la radio, sin prisas. Ese bebé rubio que es el primer hijo de tu mejor amigo, aprobar a la sexta el carnet de conducir, el olor a tebeo nuevo cada vez que abres un tomo reciente de “Hellblazer”, el vapor del arroz impregnando un periódico viejo mientras descorchas el vino, las palmas de las mujeres cuando el pinchadiscos suelta sus dedos sobre una rumba, las antologías de relatos cortos de terror en librerías de saldo, las películas de Truffaut, “Memorias de un seductor” de Woody Allen, las chicas del “free cinema”, Gainsbourg y Sergio Algora, el “This charming man” que cantaban los Smiths, todas las letras de Miqui Puig. Un single de vinilo de una banda de surf madrileña, las plaquettes de poesía, los fanzines de los noventa, los cedés grabados y personalizados con portadas a mano, el continente a la altura del contenido, la genialidad diaria e infinita de Luis Cebrián, los miércoles que son los nuevos jueves, los jueves que son los nuevos viernes. Mirar a los ojos a la vida y aguantar a base de cosas sencillas. Yo, que sufro con el aumento descontrolado del paro en España, que contemplo impotente las cenagosas aguas de nuestra política, la perversa lucidez de los sectarios abrigados en sus orillas, que pienso siempre que no se ve luz en la estación que se avecina, sé que lo único que nos salvará será la militancia. La auténtica militancia en la vida.
Columna aparecida en el Heraldo de Aragón del jueves 6 de Mayo de 2010
Columna aparecida en el Heraldo de Aragón del jueves 6 de Mayo de 2010