sábado, 28 de septiembre de 2013

Casavella y los Gasol

En estas últimas semanas he vuelto a uno de mis autores de cabecera, Francisco Casavella. El último maldito, el barcelonés errante, dotado de una pluma superlativa que le hizo entregar obras magníficas como “Un enano español se suicida en Las Vegas” o mi favorita: "Quédate", donde retoma un imaginario barcelonés que lo entronca con otros grandes creadores: el Turó Park, el Barrio chino o los punk rockers enamorados que escuchan a los Clash. Casavella, como Loquillo o el autor del Makinavaja, el desaparecido Ivá, habla de una Barcelona cosmopolita, pero también de barrio y memoria, perfectamente emparentada con el resto de España por esas redes subterráneas de sangre, charnegos y equipos de fútbol. Ninguno parecía sufrir en sus carnes el hastío españolista y salvo apostátas de la rumba de última hora, es algo que parece común en la obra de los artistas catalanes. Y es que partiendo de que cualquier conflicto territorial, desde Gibraltar a la inmolación euskaldun que trae la desaparición del equipo ciclista Euskaltel, tiene carácter de cortina de humo, la idea de unos hijos de España orgullosos de su patria parece una distopía en el presente, una contradicción andante donde el independentismo, con su carácter cainista, es lo más español que queda en la piel de toro. Es una sensación de amancebamiento entre regiones, caduca y llena de alcanfor, la que nos llega a los españoles: nos roban, les roban, miles de informes firmados por universidades de siglas repetidas, públicas y privadas, economistas mediáticos que demuestran una cosa y la contraria con solo cambiar de canal o de periódico y sobre todo "profesionales de reconocido prestigio" que emiten juicios contradictorios sobre la viabilidad histórica y política del proceso secesionista. La contradicción llega hasta mí: zaragozano, aragonés, español, que ya no sé decidir si el problema es suyo, si lo es mío o si en realidad es un problema. Entristecido, preocupado por la mayoría callada y el miedo que alimenta su silencio, lo único inamovible, y te lo digo muy claro, Oriol, si al final nos separamos, para ti Piqué y Carles Pujol y para mí los Gasol. Eso sí que es innegociable.

Columna publicada en el Heraldo de Aragón del jueves 26 de septiembre de 2013

domingo, 22 de septiembre de 2013

Sobre Amor analógico


Muchas gracias a todos por vuestro apoyo: hemos agotado la edición especial de libro-discos y el pasado sábado fuimos muy felices en la presentación en Portadores de Sueños, a los que doy las gracias especialmente. También, por supuesto a David Mayor, que hizo una presentación generosa y muy cariñosa. A mis queridos Enrique, Víctor, Juan Luis y Manolo. A los músicos y a Javier Aquilué que hizo unas ilustraciones preciosas.

Coloco alguna de las reacciones que han aparecido en prensa: Una nota estupenda escrita por la web Zaragozafelizfeliz , Pablo Lorente, desde Diario Aragonés, en el Periódico de Aragón, en el blog del Capitán Lillo, Mondo Sonoro y en Artes y Letras de Heraldo de Aragón (que me mandó fotografiado Juan Luis Saldaña...)

Estoy muy orgulloso de esta entrevista en Paisajes eléctricos

También darle las gracias a Carlos Espatolero y todo el equipo de Aragón Fin de Semana por la entrevista que me hicieron el mismo día de la presentación: descargar

viernes, 6 de septiembre de 2013

El último vals del Indio Díaz

El final del verano coincide con mi cumpleaños y este año me han hecho el mejor regalo en mucho tiempo: un abono de temporada para el CAI Zaragoza. El baloncesto es grande, muy grande: con su épica de partidos trepidantes, con su panteón mítico de enormes individualidades y ese alejamiento mediático que supuso para mi generación la NBA. Cuando estoy un poco bajo de ánimo, se lo voy a confesar, me pongo en Youtube el concurso de mates del All Star del 2009, el día que Rudy Fernández hizo su primer mate con la camiseta de Fernando Martín (con tilde en la i, claro). Todavía soy capaz de recordar uno a uno a los jugadores del equipo que hizo el ridículo en el mundobasket de Argentina 90 o el que perdió con Angola en los Juegos Olímpicos de Barcelona. Emocionarse con las derrotas es signo de madurez...o eso dicen. En la temporada 90-91, con el Pabellón Príncipe Felipe recién inaugurado, mi padre y yo cogíamos la línea 40 desde la Plaza de San Francisco hasta la Avenida San José con Cesáreo Alierta y caminábamos hacia la Granja, donde se alzaba el imponente polideportivo. Aunque años después disfrutaría de los conciertos de Leonard Cohen o Miguel Ríos, los primeros momentos de pasión entre esas cuatro paredes fueron aquella temporada. Era la época del segundo advenimiento de Kevin Magee y mi último año de EGB. Ruiz Lorente o Fran Murcia, Lucio y Alberto Angulo, Aitor Zárate que vino para diez días, Dani Álvarez que estudiaba ingeniería en el Centro Politécnico Superior, José Miguel Hernández cedido un año en el Magia de Huesca, todos tienen un hueco en mi memoria. Después, parpadeo un segundo y tengo treinta y cinco años y espero las listas de interinos de secundaria cruzando los dedos para tener algún destino. Aunque este curso, por lo menos, volveré al Felipe.

Columna publicada el 1 de septiembre del 2013 en el Heraldo de Aragón