Jiménez Losantos se marcha de la mañana o más bien, como decimos en esta tierra, lo avientan de “la Mañana”. Un personaje polémico, el turolense, independiente y provocador, una presencia constante en esos turnos de la papelera en los que, aunque a las seis nos tenía entumecido el sueño, lo primero era poner a Federico, para irnos despertando. A unos les encendía la sangre, otros se divertían e incluso existía un porcentaje de auténticos creyentes mediáticos que afirmaban que Losantos era el demonio. El mismísimo Lucifer. Recuerdo haber leído con devoción su libro sobre Barcelona, con los Lone Star, la fundación de Trama y la narración llena de tristeza mientras desgranaba la rendición de la izquierda frente a los nacionalismos. También una antología poética que tomé prestada, con más curiosidad que interés de la biblioteca de Doctor Cerrada, correcta sin más, de versos áridos, sin ningún aliento político. En el libro homenaje a Labordeta aparecía un texto delicioso de Luis Alegre que trataba sobre la relación entre el periodista turolense y su antiguo mentor. Es un artículo emocionante, que recomiendo a todos leer, puesto que sintetiza lo hermoso de una relación cimentada más allá de la imperfecta y traicionera política. La agresividad verbal de Losantos y sus enfrentamientos con los poderes públicos y privados de casi todos los pelajes lo han apartado, momentáneamente, a un lado del camino, pero no hay que olvidar al periodista culto, que ama a su país (de nuevo la contradicción habitual, la que ensalza el patriotismo nacionalista y reduce al filofascismo ese mismo sentimiento si se trata de España), con una innegable capacidad crítica, incluyendo con los partidos de los que se declara votante y el respeto hacia el catolicismo desde un pensamiento ateo. Un aragonés singular, sin duda. Cuando Losantos se marche de la Mañana lo extrañaré. Con perdón, claro…
Columna aparecida en el Heraldo de Aragón (15 de Abril de 2009)