Son los primeros días del curso. Una
madre llega con un antiguo alumno mío. Me acerco a saludarlos y
pregunto qué tal le va. Duda sobre las asignaturas en las que
matricularse. Su madre lo mira arrobada. La brújula que necesita es
mastodóntica. Trato de echarles una mano: no cojas matemáticas,
mejor latín y griego. Se marchan. Madre e hijo. Hijo y madre.
Las tardes pasan rápido en el pueblo.
Veo series y programas subtitulados en el ordenador. Paso de de un
partido del Mundobasket del 2006 al tercer episodio de un spin-off de
Los muertos vivientes. Me detengo en Comic-Book Men. Es un programa
de telerrealidad ambientado en una tienda de tebeos. Compran y venden
libros, juguetes, muñecos y ediciones raras. Un tipo acude para
vender el Night Raven. Aquel jet de color negro que usaba COBRA,
los antagonistas de los GIJOE que se parecía muchísimo al que
usaba la Patrulla-X en los buenos tiempos de Claremont y Byrne. Unas
Navidades, volvíamos de casa de mis abuelos y al llegar a nuestra
casa, bajo el árbol, mis padres me habían dejado el Night Raven. Mi
madre, que siempre ha presumido que de niño me compraba los regalos
de Reyes en el Bazar-X sin que yo me diera cuenta, me hizo uno de los
regalos más alucinantes de mi vida. Sé que se resistió a
comprármelo -era un juguete muy caro, como aquel barco pirata de los
Famóvil o el batmóvil de los años ochenta, aquel en el que los
muñecos de DC llevaban capa, la misma época en que los Marvel de
las Secret-Wars llevaban un escudo, siempre- pero, me hacía tanta
ilusión...
Jugaba mucho con muñecos: Famóvil,
GIJOE, figuras de Star Wars, superhéroes...lo mezclaba en un
amalgado universo alternativo que ríete tú de la Tierra 2 o la
Tierra 666...todo valía, siempre estabas dentro. Las fuerzas del mal
no se iban a rendir nunca. El Knight Raven tenía el problema de ser
poco manejable, para las distancias cortas...pero ese juguete es un
instante absolutamente destilado de felicidad.
Llamo a mi madre, le cuento que me han
vuelto a renovar en la radio, que el comienzo de curso va a ir muy
bien. Luego me pasa a mi padre, habla rápido, no le gusta el
teléfono, como a mí. Hablamos del baloncesto, de la selección. A
veces, cuando estoy en el pueblo, cuando hablo con mis padres de
noche, un rato antes de irme a dormir, me pongo muy triste. A veces
uno querría coger el tiempo, darle la vuelta, empezar de nuevo y
poder después ir hacia delante. Me gustaría tener un reproductor
VHS mágico, una cinta de 90 minutos donde atrapar mi vida.
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