Espero que salga A. en la puerta del
instituto. Hay máquinas expendedoras de refrescos y de café. Llevo
años enganchado al café de máquina. Desde la Facultad. Si no
tomaba un café entre primera y segunda hora me derrumbaba como un
tetraedro de carbono inestable. A veces nos metíamos un katovit a
media mañana y esos días eran los mejores: éramos capaces de
entender hasta los procesos de separación y las torres destilación
por módulos. Sigo bebiendo café de máquina y sigo esperando que
pasen las horas lo más rápido posible para volver a los tebeos y a
los discos. ¿Me quieres? Si me quieres debes de tener preparados 30,
40, 50 céntimos para invitarme. Café largo y sin azúcar. Espero a
A. y los alumnos de última hora salen como en una riada
incontrolable. Uno de ellos se para frente a la máquina, saca una
coca cola, se la bebe de trago y tira la lata a la papelera. Un
segundo después saca otra moneda de euro y se hace con otra lata. Se
da la vuelta y empieza a correr hacia los autobuses. Cuando trabajaba
en el turno de noche había compañeros que se sacaban dos cervezas
en la máquina antes de ponerse a trabajar, la primera se la bebían
mientras se cambiaban y la segunda en el camino desde el vestuario
hasta la máquina. El chico de la coca cola ya está subido en el
autobús, habla con su compañero de asiento mientras agita la lata
abierta. No quedará una gota cuando crucen el río.
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