Iba a titular la columna de esta semana "Elogio de de la Iglesia", pero se me complicaba la repetición de preposiciones y, además, como los comandos anarquistas están llenos de analfabetos funcionales que no saben distinguir a un fascista aunque estén mirándose al espejo, he decidido encabezar el texto con algo más ambiguo. Álex de la Iglesia ha vuelto a dar en el clavo, sus "Brujas de Zugarramurdi" es una de las grandes películas de la temporada, de entre las españolas, la mejor que he visto desde “Extraterrestre” de Nacho Vigalondo. De la Iglesia, gamberro, sarcástico y cainita, dibuja un friso que parece atemporal pero que muestra un presente casi distópico: Un Madrid sepia de tiendas de compra-venta de oro frente a la exuberancia verde y tenebrosa del Norte de España, encerrado en una tradición de cintas VHS, ventrílocuos y caldo para aliviar el asma del alma. El humor, el enfrentamiento generacional, el aislacionismo -ya sea en una aldea de la Navarra más profunda o en el populoso barrio de Aluche-, los mitos y la tradición son el combustible de una obra con segundas lecturas. Álex de la Iglesia, que toma la tradición anglosajona y la desmenuza insuflándole una plasticidad castiza, vuelve a destacarse como el director que sacará de la mediocridad y la repetición de esquemas al cine español. Porque Álex de la Iglesia, de Bilbao, ama España...la ama como la amamos todos, con sus defectos y miserias, desenfocada y miserable, perpetuamente atrapada en un camino de no retorno: la entropía incontenible que se vislumbra en la Andalucía de “800 balas” o la decadencia de los centros comercionales en la hitchcockiana "Crimen Ferpecto" -¡Ay, ese Willy Toledo perdido para el arte en la cruzada imposible de la salvación stalinista!- o el demoledor comienzo de "Balada triste de trompeta", resumiendo el Franquismo en unos títulos de crédito de menos de un minuto. En la memoria, la serie zeta con "Acción Mutante" o la adptación de Barry Gifford en "Perdita Durango" con más mala baba que David Lynch en "Corazón Salvaje". Alex de la Iglesia, enfrentado a las mafias del baile, devoto consumidor del cine para adultos, ex-fanzinero en rehabilitación, devorador de cultura pop, la penúltima esperanza blanca del cine español.
Columna aparecida en el Heraldo de Aragón del jueves 10 de octubre
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