En estos días en los que la Parca parece suministrar trabajo extra a los escritores de obituarios quiero recordar a dos iconos del margen y la rebeldía: Miguel Poblet y Jess Franco. Poblet, ciclista de corte clásico y elegante en su correr fue el primer español que ganó la Milán-San Remo, uno de los cinco “Monumentos” del ciclismo. Poblet, sin más estímulo que la luz de Fausto Coppi y antes del advenimiento de Merckx, recorrió las carreteras recién remachadas de una Europa que se recuperaba poco a poco y llegó a ganar etapas en las tres grandes vueltas en un mismo año. Poblet buscó la gloria en la rabia del repecho y del último suspiro. Jess Franco, como Poblet antes, encontró su lugar en el panteón en una zona poco transitada por los españoles: el cine de terror. Terror y cine para adultos, no nos engañemos. Pero Jess Franco, “El tío Jess”, fue uno de los referentes más importantes de lo que se llamó el “fantaterror español”; bajos presupuestos, imaginería gótica, algún desnudo femenino-exigencias del guión-, y ambientaciones con ínfulas internacionales. Para paladares exquisitos, los mismos que entienden el misterio de lo popular en las películas de de Darío Argento o nuestro siempre añorado Paul Naschy a.k.a Jacinto Molina. Estoy escuchando un precioso vinilo blanco que editó hace unos años la discográfica Subterfuge con las bandas sonoras de las películas de Franco y sus piezas de jazz magnético me recuerdan que siempre habrá gente al margen, iconoclastas, personas que no hacen caso de lo establecido o lo formal. Los dos, Poblet y Franco, Miguel y Jess, rompieron moldes, hicieron lo que querían, para lo que estaban mejor preparados. Talentos que se reparten y que se devuelven multiplicados, aunque sea en forma de etapas del Giro y sucedáneos psicóticos de las andanzas del Marqués de Sade. Sigo creyendo en vosotros.
Columna aparecida en el Heraldo de Aragón del jueves 11 de abril de 2013
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