jueves, 13 de diciembre de 2012

La nave de los locos de Loquillo (DRO,2012)

El comienzo del LP es absolutamente abrumador: electricidad, guitarras acústicas y unos buenos órganos para sustentar el fraseo típico del Loco sobre un tema de lo cotidiano, de la clase media al borde de la marginalidad intelectual, un tema La nave de los locos, que se emparenta con Sol, el tema que Sabino Méndez (compositor de todos los temas de este disco) había entregado para Balmoral, la penúltima incursión discográfica de Loquillo. Loquillo, acompañado de aliados como Igor Paskual y Josu García en las guitarras y Santi Comet en pianos, juega con la chulería y la garganta pulida para escarbar en referencias adultas como en Contento, contemplativo, reflexivo y con un punto de pop directo (¿son unas palmadas lo que se escucha?) en Muñecas rusas. Un Loquillo lascivo y susurrante en Paseo solo, Loquillo saliendo del pantano con las botas sucias de barro milenario en Mi bella ayudante en mallas (y dejando claro que todavía falta un trecho para que Nacho Vegas sea el jefe de la cocina del infierno), Loquillo jugando a los satélites del amor en Luna sobre Montjuic, Loquillo junto a Mikel Erentxun para una bucólica Canción de despedida.... Loquillo, clásico y moderno, de negro como la pez que nos salva de las grietas por las que se nos escapa la vida.
Jaime Stinus consigue una producción mucho más acertada que la de Su nombre era el de todas las mujeres (fallida en su concepción, demasiado ampulosa y artificial), dando su espacio a las guitarras acústicas, que dan un toque maduro al disco, un disco bien cerrado, tanto en la ejecución instrumental como en la vocal, con pocos peros (uno esperaba mucho más de las canciones del histórico Sabino Méndez, que no alcanza la matrícula de honor habitual en las presencias de la pluma de Gabriel Sopeña) y un atrevimiento muy por encima de las producciones de rock en España. Seguimos en el camino.

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