Podría hablar de cosas banales, como que la vuelta de Contador a las 
carreteras me emociona como cuando tenía diez años y veía a Perico 
Delgado reventando la carrera en el Puy de Dome, o que de todos los 
juegos olímpicos me quedo con los chicos del baloncesto, apretando los 
dientes, a punto de ponerlo todo patas arriba -solamente me pongo 
yanquis go home! cuando nos la jugamos de tres. Podía hablar de 
la tristeza del IVA crepuscular, de la cara de "primaveras" que pone 
Rajoy cada vez que hace una comparecencia pública, que si ellos tienen a
 James Bond, nosotros tenemos a Anacleto -señor Rubalcaba, usted tiene 
más de Richard Nixon que de Jimmy Carter. Podría hablar de las canciones
 del Dúo Dinámico, los mods y la Union Jack (anda que como saquen los 
Estopa la bandera en Madrid 2020 les van a caer por todos los lados), de
 los muñecos diabólicos, del día de los muertos, de la Virgen del 
Carmen. Podría contaros que fui con mi madre a San Nicolás el lunes 
pasado, a ver si llega septiembre y tengo trabajo. Podría incluso 
analizar con profundidad a ese Robin Hood de saldo, al adalid de la 
propiedad común si las cosas son de los demás, el señor con nombre de 
lateral bético, proponiendo soluciones untadas en la pastosa salsa de la
 demagogia mientras amilana cajeras -seguramente reaccionarias y  
amantes del capital. Pero después de la vuelta al ruedo de los perros 
rabiosos del hacha y la serpiente. Hoy en una huelga caricaturesca en la
 que solo se  llevan a la boca  las mismas palabras que han pisoteado 
una y otra vez.  Pienso que la vida cada vez se parece más a una canción
 de Dylan, esa que dice: Debe haber alguna manera de salir de aquí, le 
dice el payaso al ladrón. Mírate las manos, si no las tienes llenas de 
sangre, estás en el lado correcto. 
Columna aparecida en el Heraldo de Aragón del jueves 16 de agosto de 2012 
 
 
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