jueves, 2 de agosto de 2012

Budapest


En Budapest no debería haber hecho tanto calor. Las temperaturas más altas de los últimos cien años. Cien años, el aire acondicionado de la habitación silbaba la cifra, luego el periodo de tiempo. Cien años de calor, comunismo, pornografía y guías de viaje. Reventado por la desintoxicación, no hay canciones pop porque no hay diales que girar. Pido café, pido expresso porque no sé hablar inglés, no sé hablar el inglés que se habla en Budapest. Ana sigue bailando bajo cada hora que cae desde el reloj. Del comunismo a la pornografía hay un paso pequeño, conceptos paralelos: ambos solo los disfrutan los enfermos que lo miran desde fuera. A mí, sinceramente, me gusta más la pornografía que el comunismo. En las escaleras mecánicas del metro apartas mi mano cuando trato de ayudarte, parece que las cosas han cambiado, dime que escriba...antes de conocerte ya era un fracaso andante, como el comunismo, como esta ciudad que no sabe cantar, así que no puedo echarte la culpa de todos estos meses gafando cada uno de los días. Cuando salimos del subterráneo el cielo de Budapest se abre con la rabia de cien años de silencio y frío y frío silencioso del Danubio. Cierro los ojos frente al sol, sin gafas, busco tus curvas sabrosas en la sombra de una calle. La boca nos sabe a sangre por tanto tiempo sin mordernos. Somos un amor posible, no como Jota y la Bien querida en No sé cómo te atreves. Te cuento que Jota escribió esa canción para que la cantaran Nacho Vegas y Christina Rosenvinge y tú me escuchas con total falta de atención y nada crédula. El tranvía sube hasta los baños Geller, el sudor lo empapa todo, el alma se me resbala a cada paso, en el ipod solo tengo viejos programas de Milenio 3 y el guión de la historia, el que almaceno en la cabeza va perdiendo personajes poco a poco. Voy a terminar yo solo contando esta historia. Budapest, monumental y pornográfica, sin ángeles sobre las alas de los aviones. Llegamos hasta el Parque de la Memoria, comunismo y pornografía, merchandising pop, por fin, todos los personajes de South Park convertidos en adalides del comunismo. Eric Cartman es el puto Josef Stalin y no sé cómo explicártelo...no sé cómo hemos pasado de escuchar a No sé cómo te atreves a Diamantes. No sé cuándo decidimos cambiar Berlín por Budapest. Me gustaría que supieras que siempre acabo chocando con el mismo coche porque soy de los que cierran los ojos en cuanto ven algo que no les gusta. Tanto sol sobre las estatuas soviéticas que cuando impongo mis manos sobre Lenin es él quien me deja marcas en las palmas. Volvemos en el autobús, el soplo revenido del aire acondicionado tiene un aroma pútrido pero divino, creo que te quiero más que hace unos minutos, creo que ahora mismo es el momento que más te he querido en nuestra vida.

Pocas veces he estado más seguro de que tú me salvarías que aquel día en Budapest. No hay estrellas del porno, ni comunistas despistados, ni jugadores de waterpolo, ni compositores de música clásica, ni fanáticos de Berlanga en la búsqueda de los restos del Imperio Austrohúngaro. Hoy es el día de más calor en Budapest en los últimos cien años. Dame la mano, te ayudaré a subir las escaleras mecánicas.

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