Esta no es una columna en la que se quiera dar una solución al conflicto entre Israel y Palestina. Tampoco encontrarán los lectores un alegato furibundo contra la ocupación ilegal de territorios, ni el recuerdo de que, como dijo el Nobel de la Paz, Jasser Arafat, el objetivo final es "lanzar a los judíos al mar". La situación tensa, muy tensa, emite el clásico hedor en el que se mezclan la rancia política internacional, el fanatismo religioso y los intereses cainitas. Desbordado por mi incapacidad para comprender las múltiples ramificaciones de esta disputa en la que, como casi siempre, no hay blancos y negros sino una ensangrentada paleta de grises, fijo mi mirada en la ola de antisemitismo que ha generado en España la última acción del ejército israelí. La más ruidosa, la algarabía chulesca y batasunera de un puñado de exaltados defensores de la Intifada contra Etan Levy, uno de los israelíes participantes en el Primer Encuentro de Energías Renovables y Cleantech Hispano-Israelí organizado por el Parque Científico de Madrid. Otra vez en plena Universidad Autónoma, con la impunidad habitual que disfrutan los extremistas en este país. El camino está abierto, las tijeras pueden empezar a afilarse, parece que es el momento de volver a recortar Estrellas de David y prendérselas a los circuncidados. Un ciudadano no es responsable de la acción de su Gobierno, por mucho que el odio racial haga borbotear nuestros peores instintos. En el desfile del Orgullo Gay se ha vetado la presencia de los colectivos homosexuales israelíes, aduciendo el riesgo de que se produzcan “incidentes”. Uno no quiere pensar qué sucedería si el desfile recorriera las calles de la Palestina "libre" gobernada por Hamas. Igual eso sí que provocaba incidentes.
Columna aparecida en el Heraldo de Aragón del 17 de Junio de 2010
Columna aparecida en el Heraldo de Aragón del 17 de Junio de 2010
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