En algún momento de tu vida tienes que
volver a Uri Geller. Todo el mundo recuerda dónde estaba la primera
vez que salió por la televisión, la original, la de José María
Iñigo. Íñigo y su pelucón. Calvo como solo pueden estar las
estrellas de la televisión. Iñigo con traductor y Geller, judío y
zahorí enmarcando en la memoria un simple momento de magia. España
detenida frente al televisor con una cucharilla de plata, un reloj
estropeado. Félix Romeo frente a la televisión soñando con los
dibujos animados. Años después volvió Uri Geller al a televisión.
Mi padre acababa de comprar uno de los primeros vídeos VHS, de cinta
grande. No había manera de poner el reloj en hora. En aquella época
poner la hora del reloj era una misión casi tan complicada como
programar la grabación de una película. Uri Geller era amigo de
Michael Jackson. Lo decía Iker Jiménez. Era el Un dos tres, la
segunda vez de Uri Geller, mi padre y yo frente al televisor. Mi
padre creía, yo creía en mi padre, en la segunda venida de Uri
Geller. El vídeo sin hora, las cucharas en ristre, no habían
terminado los ochenta.
El abuelo de uno de mis alumnos es
zahorí. Me lo cuenta Ana en el autobús camino de casa de mis
padres. Lo hemos tenido en clase los dos. Un chaval repetidor,
agotado adolescente abúlico. Pero su abuelo encuentra agua con un
simple palo. Eso es magia de verdad, no como en las novelas de a
duro. Yo le cuento a Ana que Uri Geller buscaba petróleo para las
compañías árabes. Era un ciudadano del mundo. Lo detectaba, como
el abuelo de nuestro alumno con los acuíferos. Ana me dice que pagan
muy bien por encontrar pozos de agua dulce. Quizá nuestro alumno
haya heredado alguna de las dotes de su abuelo. Sería un futuro
mejor que los libros. Cuando pienso en Uri Geller pienso en Félix
Romeo y en mi padre. A veces no es más que ilusión. Hay que creer
en algo. También me acuerdo de aquella canción de los Planetas,
David y Claudia. ¿Qué harías si fueras el mago más poderoso sobre
la tierra? Hechizarías a la mujer más deseada del mundo. Era una
buena metáfora. Tan buena que era de verdad.
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