Con esta Estancia de investigación se inaugura la colección Paragüero...una de esas múltiples facetas que David Giménez y su equipo de guerrilleros de la literatura busca mantener encendida la llama de la belleza y lo delicado en la literatura. Esta Estancia de Investigación, maravilloso contenido para un contenido no menos magnífico obra de Víctor Montalbán (que busca,en nada secreta aspiración, obtener de una vez el premio al mejor libro editado en Aragón), que una vez más se ha superado, logrando que en muchos aspectos algunos de los textos de Enrique jueguen en la liga de la poesía visual, de la estética literaria con sus tamaños de letras distintos, la orientación de las páginas o la forma en general del libro, todo perfectamente pensado y medido. Por supuesto este libro no podría ser el mismo sin las fotografías de María Lanuza, sin María en general, ya que no solamente contribuye con las instantáneas sino que su presencia alimenta toda la primera parte del libro y culmina la segunda parte del mismo. Todos ellos contribuyen a darle un poso de obra de arte, de tesoro emocional a esta obra de Enrique.
Estancia de investigación es una demostración de la incontinente voracidad de Enrique Cebrián, voracidad creativa, que ha sustituido a esa voracidad como lector (más bien la completa), como crítico, como consejero de muchos de nosotros. Enrique Cebrián, de poeta a narrador, este es el comienzo de un ciclo muy fértil...no hay más que ver sus dos obras más recientes, las dos junto a María, una la que tengo entre las manos y la otra que está por venir. Estancia de Investigación es un dietario poético, unas anotaciones líricas y vitales, un libro que habla de la vida, de su vida, de la nuestra, de una generación al completo.
Cuando Enrique me contó qué era eso de la Estancia de Investigación, he estado pensando estos días y no recuerdo muy bien si me hablo primero de la estancia de investigación en París o cuando tuvo el libro terminado me contó qué suponía este periodo obligatorio para alcanzar el doctorado... un anacronismo, la estancia de investigación, en estos tiempos de internet y librerías virtuales, de pdf colgados, de descargas y más descargas y buscadores con lupa incorporada...Enrique marcha a París para terminar su doctorado, armado de paciencia y de una muy buena tarjeta para hacer fotocopias (que no falten)...una periodo suspendido en el tiempo....en una ciudad como París...de esto solamente podría surgir algo con un poso clásico, antiguo...los modernos lo llamaría vintage, los postmodernos analógico...Enrique Cebrián en estado puro.
¿De qué habla Estancia de Investigación? Ya os lo he adelantado al principio...habla de la vida, de los recuerdos. Habla de los amigos, de los mitos, de la ciudad como amante transitoria e imprescindible. Habla de España...habla del amor.
Habla de España, queridos amigos, muchos de los fragmentos, de los capítulos de Estancia de Investigación hablan del sufrido oficio de ser español: desde el listado de residentes en el Colegio de España, habla de Jorge Semprún, del mito de París, los afrancesados: los que como Enrique creen en una España posible, la del medio: abonada al exilio y la desesperanza...habla del exilio en París, de la ausencia de un país que por momentos le ahoga y parece sentirse pleno en la ausencia del mismo. Hay mucho del recurdo, de la mitificación de la ciudad, incluso en los pasajes que habla de un viaje anterior, donde las brumas del recuerdo convierten imágenes en recuerdos...el exilio...
Estancia de investigación es también un libro de mitos, de mitos encontrados, de mitos buscados: el existencialismo, el cementerio de Montparrnasse, Hemingway, las terrazas y la delicada poesía vulgar de las guías de viaje. Estancia de Investigación es un libro de miniaturas poéticas, de cartas perdidas al amor ausente. En Estancia de investigación la contemplación es primordial: un elemento que se repite, el hombre solo que espera en la primera parte del libro, atrapando los momentos en polaroids de belleza que luego, en la segunda parte, ofrecerá a la mujer que llega.
Me gusta la representación del McDonalds como perverso heraldo de occidente, semiescondido entre el chovinisto irredento de lo Francés, me gusta que este mismo sentir francés encuentre su vertiente delirantes en la tienda de souvenir donde la Toma de la Bastilla y la revolución francesa quede al final reducida a una serie de muñequitos de personajes sin cabeza guillotinados...
Me gusta que Enrique nombre a George Brassens, a Gainsbourg y Jane Birkin. Son cantantes de nuestros padres, de nuestros padres antes que de Enrique o de yo mismo. Pero su presencia en el texto me parece una deferencia hacia ellos, hacia el pasado, hacia la familia y el recuerdo.
Me gusta que Enrique nombre a Juan Luis Saldaña, a Fernando Sanmartín (como una presencia icónica, referente), a Pepe Melero (porque este libro podría estar muy bien incluido en su recientemente publicado Manual del uso de diarios que ha editado el gran Melero), José Antonio Marina (aficionado a comer helados antes de dar una clase...antes los profesores fumábamos antes de entrar en clase o al salir, ahora ya no nos queda nada entre las manos más allá del ingenio). Sobre todo hay unos fragmentos preciosos en los que Enrique habla con mucho cariño de Félix Romeo, del recuerdo de un tipo que nos hacía más grandes a todos y que ni Enrique ni Juan Luis pudieron llegar a tratar. El que yo pudiera hacerlo y la historia que cuenta Enrique en boca de Juan es delicada y habla también de la necesidad de aprovechar el momento.
Con la llegada del personaje fundamental, el femenino, el tono del libro cambia...todo se hace más luminoso y la poesía, que no había desaparecido, renace con más fuerza todavía: os invito a leer (pierde un poco si lo recito en alto), el texto contenido en las páginas 41, 42 y 23...tiene algo de poema visual (la maquetación de Víctor) y es uno de los momentos cumbres del libro.
Ya con el amor viven el amor parisino: un amor basado en la intimidad que dan los lugares más transitados por los turistas: Louvre, El monte San Michel, el Museo de Orsay o el Centro Pompidou, lugares que toman una dimensión diferente por la luz purísima e intensa que emana de ella.
El cierre, queridas amigos (y amigos, que todos tenéis un corazoncito, no os hagáis los duros), es romántico, claro, como no podría ser de otra manera...
Un libro que va de lo oscuro, de lo reflexivo, para dejar paso a la luz, a la esperanza, dejando que los recuerdos tatuados en la piel sirvan de alimento para los días que quedan por vivir. Un libro de madurez, de tránsito, un libro, Estancia de investigación, que atrapa con la precisión de un ámbar un instante fundamental en la vida de su autor. Disfruten de su belleza....
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