domingo, 5 de diciembre de 2010

Dos ojos y unas gafas de pasta (Las Crónicas de ZarAGOTA v4.0) (Revista EN Portada número 10)


La segunda semana de Enero nos trajo a Zaragoza la actuación de Dominique A en el Café Hispano. En la recuperada y atestada sala zaragozana el bardo francés, acompañado de una banda muy resolutiva, defendió los temas incluidos en su último LP, La Musique. Dominique A ahonda en la agresividad interpretativa de Jacques Brel para, desde su hieratismo formal (y casi facial), acercarse a la intensidad ruidista de compatriotas como Experience. Música compleja, saturada de electricidad sensible, perlada de detalles que involucionan en un loop emocional hasta convertirse en alimento para las partes más animales del ánima. Una constante contradicción, que borbotea en temas como Pour la peau, Le courage del oisseaux, L´horizon y En secret. Dominique A tuvo tiempo para acercarse a su disco, en canciones como Inmortels o Hasta que el cuerpo aguante, con su estribillo en español (idioma con el que perezosamente pero de manera muy eficaz se comunicaba con el público aragonés entre tema y tema) en un repertorio eficaz y saciante para sus seguidores. Lo mejor, sus acercamientos hacia sonoridades más mediterráneas, como un Moustaki pasado de distorsión o el aguardiente de la garganta cuando leía en el libro de estilo de Tom Waits. El concierto, con producción de La Lata de Bombillas y apoyo promocional del nuevo equipo del Café Hispano, con Olivier Villain como cabeza visible, fue un éxito rotundo, animando la lánguida escena internacional en la capital del Ebro y sirviendo, espero, como brecha para el derrumbe del inmovilismo que afecta al público zaragozano en los últimos tiempos.
Sólo una semana más tarde me acerqué al Teatro Principal, al estreno de Luces de Bohemia, con un sobresaliente montaje del Teatro del Temple. A la impresionante actuación de Ricardo Joven en el papel de Max Estrella no desmerece en absoluto Pedro Rebollo como Don Latino de Hispalis, en un registro complejo que sostiene la obra, permitiéndole un salto cualitativo que se complementa con una multiplicidad de personajes muy bien planificada, que nos permite, mediante la ramificación de muestras de la sociedad, ahondar en la miseria, el humor y lo desquiciado. Una escenografía sobria de cascabeles y esquemáticos arquetipos de duermevelas peligrosas y auroras sin esperanza. Luces de Bohemia actualizada en su clasicismo, contemporánea por la realidad del esperpento que alimenta simultáneamente las más altas esferas y las más cochambrosas cloacas españolas. Uno, al salir del teatro, inconscientemente sonriente, no puede por menos que sentirse satisfecho. El fin de semana comenzó el viernes con una excelente muestra de flamenco contemporáneo puesto que Alejandro Monserrat volvía a los escenarios zaragozanos para presentar su nuevo disco, el directo grabado en la barcelonesa Luz de Gas, y para ello elegía el Centro Cultural del Oliver. Allí, en una sala íntima, de un sonido elegante y rodeado de seguidores, fueron desgranando, como olas chocándose contra la piedra, temas de ayer, de hoy. La guitarra de Alejandro Monserrat se desliza sobre las areniscas del aire como un heraldo perfectamente afinado, con la belleza de lo contenido que sólo se desboca al ritmo de la emoción creciente. La maestría de lo clásico se mezcla sin miedo con el drobo, con el laúd, con el juicioso descaro contemporáneo de Nacho Estévez “el niño”, fiel escudero, preciso en el sostén, sin amagos, sólido como el fuego que incendia el escenario cada vez que Carlota Benedí baila, en un espectáculo que hace brotar buganvillas en lo yermo del barrio. Las percusiones de Fletes jalonan el camino, marcan un nuevo ritmo en el corazón del oyente, son huellas sobre la tierra, marcas en la piel, hermanas eléctricas del bajo de Toño, latido en las venas del cante, en la ebriedad de la voz reventada de miel y sangre. Y Alejandro Monserrat, discreto, maestro, enhebra sus cuerdas con el violín de Noelia, como dos llamas que crecen, como un aviso a navegantes, como un mercurio enfebrecido que sostiene nuestras manos mientras me lees la buenaventura de los días. Hermoso como una tarde que se apaga prometiendo una noche de vino y cama, como una aurora fresca que alivia las penas de las horas pasadas. Al día siguiente, el sábado 23 de Enero, la cita ineludible era en la Campana de los Perdidos. La razón: el recital poético y musical a cargo de Juan Luis Saldaña, Enrique Cebrián y Luis Cebrián. La poesía vive un momento álgido entre las artes de la ciudad y su frescura y potencia tiene mucho que ver por la naturalidad con la que se mezcla con el pop, dando lugar a instantes mágicos como el que pude contemplar sobre el las tablas del coqueto garito del Casco Viejo. Canciones pop a cargo de Lousiana, el periodista y escritor Juan Luis Saldaña cargado de ironía y amor por la vida, Enrique Cebrián, escritor de lo cotidiano, capaz de estremecer al público con la sobriedad del día a día. Como invitados el poeta Christian Peribáñez, también Pablo Saldaña, después una mezcolanza de canciones a cargo de la banda montada por Luis Cebrián para la ocasión, con miembros de Nubosidad Variable, Experimentos in da notte o Louisiana, desde versiones de Vetusta Morla o Raphael a viejos clásicos del pop aragonés de los noventa, como Órbita de Nubosidad Variable o Cass de los Mas Birras.
La última semana de Enero tuve la ocasión de conocer y entrevistar a Manel Loureiro, el escritor gallego llegaba a Zaragoza para presentar la segunda parte de su epopeya zombie, Los días oscuros. Después de contactar con Lorena Gonzalvo, de la empresa de comunicación Yolanda Gil, conocimos algo más del autor de Apocalipsis Z y de la actualidad de la literatura de terror en España, un género que por fin emerge de las catacumbas para colocarse entre los más vendidos de las librerías. Días Oscuros es un libro muy bien escrito, que describe el desolado panorama de una España asolada por un virus que hace levantarse a los cadáveres, convirtiéndose en depredadotes del resto de la población humana. El mérito del libro es mostrarnos una estampa futurista de la evolución de una sociedad sometida a una catástrofe de primer orden y cómo las normas, la moral y el orden se metamorfosea en momentos tan complejos.
Con Dominique A habíamos tenido una buena ración de música de calidad internacional en Zaragoza, ración que se convirtió casi en alimento mensual con la visita de la banda nórdica The Raveonettes el 4 de Febrero a la Sala Oasis. Allí, en un escenario con solera y repleto de público (una labor loable y arriesgada la que están realizando desde hace años desde Antípodas Producciones, jugándosela con una serie de bandas me alto potencial artístico frente al difícil público zaragozano) una enérgica luz blanca lo cubría todo, reventado de electricidad y actitud los oídos de los fans congregados allí. Si el batería de la banda toca de pie ya es buena señal, si la actitud de Sune Rose Wagner como vocalista te hace desear montar una banda de rock es la señal definitiva. The Raveonettes mezclan todos los ingredientes y especias que hacen de la música el estadio previo a los sueños, masacran tu corazón con guitarrazos, hacen que tu cuerpo parpadee y son capaces de convertir el ruido que reverbera de los amplificadores en la razón por la que uno vive. Me gustaron los Raveonettes, mucho...me hicieron bailar, traté de acoplar mis miserias a su ritmo privado, recordé por qué me había metido en el negocio.
La zaragozana Lata de Bombillas acogió, dentro de su ecléctica programación, que abandera lo mejor del pop, el rock y el folk de la escena más independiente mundial, tres conciertos de algunas de las mejores bandas aragonesas: el 30 de Enero fueron los Louisiana en acústico, Luis Cebrián (voz y guitarra solista), Ana Muñoz (voz, guitarra y xilófono) y Richi Fandangos (programaciones, melódica y sintetizadores), realizaron un recorrido por los temas que integrarán su próximo EP, producido por Rafa Domínguez, con la incorporación de algunas versiones de su proyecto paralelo Louisiana covers. Los Vibrants el sábado 6 de Febrero, tenían un público muy variado, rockers, punks, modernas, mods y fans del bugalú se apelotonaban frente al escenario iluminado bajo las bombillas, donde un Chiquito de la Calzada en cartoné sostenía la portada del segundo LP de los zaragozanos, Dance with the Vibrants. Escrupulosos en el vestir, traje, corbata, zapatos perfectamente lustrosos, Sergio Joven (voz y guitarra), Manuel Viñuendas (guitarra y presentaciones) y Enrique Moreno (batería) acompañados de su nueva incorpación al bajo suben y comienzan a descargar su habitual batería de versiones, instrumentales y temas propios. Un concierto de esos en los que no paras de bailar. El 13 de Enero el turno fue para Copiloto. Tras dos estupendos discos con Grabaciones en el Mar, la excusa para este concierto era presentar los temas de su nuevo EP, el vinilo Ignatius EP pero problemas de logística hicieron que el concierto se convirtiera en un simple festival de canciones pop construidas a base de buen gusto eléctrico y acertadas melodías vocales.Almazán acompañado de manera sobresaliente por sus escuderos: Jorge Slogan en bajo, ukelele, armónica y coros, Javier Tafalla en guitarra solista y coros y Javi Polo en batería y percusiones, abrió el abanico de composiciones para entregarnos un festival donde sobrevuelan La Habitación Roja, Eels, Dylan o los Beatles sin ningún tipo de complejo. Magnífica la coreable Marta y los Escaparates, la agresividad contenida de La conjura de los necios, la revisión del tema de Australian Blonde incluido en su primer LP Defensa del artista que no existe, delicadamente cotidiana Gracias, Suficiente o el descaro generacional de Chicos en pie de guerra. Hubo tiempo para recordar Copiloto o Yo no quiero a nadie, para tocar los dos temas nuevos Salvar el día y Tú vales mucho. Un público entregado, con muchos músicos y amigos, tanto de la vertiente oscense y cosmopolita, como Pecker o Domador, como de la modernidad zaragozana, Santi Rex, Tachenko, Borja Huracán Ramírez o Antílope Volador, todos degustando la frescura incontestable de una banda en plenitud de facultades, tanto interpretativas como compositivas.
Salir entre semana siempre es apetitoso, sobre todo para ver conciertos, el miércoles 17 de Febrero, El Fantasma Producciones fue la productora que, junto a los coordinadores del Café Hispano, trajo de nuevo a los escenarios zaragozanos a Dent May. Teloneado por Silvia Sola en acústico, Dent May, acompañado por un ukelele y un compañero en los coros y percusiones, mostró un repertorio extraño y minimalista basado en el instrumento hawaiano. El jueves 25, en el Pulp, la sala que ha retomado la actividad pop del desaparecido Groenlandia pudimos disfrutar de la actuación de Guisante. Rafa Domínguez, acompañado de Liborio Picore en el bajo y Alfonso Tachenko en las percusiones, adelantó temas de su próximo disco, Envasado en hechos reales, un compendio de pop intelectual y rock de alta elaboración. No faltaron clásicos del repertorio como Chimos o Circo circular en un concierto que vuelve a consagrar a Rafa Domínguez como adalid de la intensidad emocional en la música aragonesa.
Una ciudad, una región, en plena efervescencia creativa, que promete emociones fuertes, propuestas arriesgadas y pasión para las próximas semanas. En Portada estará allí para documentarlo todo y transmitírselo a los lectores.

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