sábado, 3 de abril de 2010

Lugares comunes

Aún me dura la resaca del fin de semana. No piensen mal, no dediqué mis horas a intoxicarme tras las barras de ninguno de los apetecibles garitos con los que nos obsequia la noche zaragozana. El desfase cíclico es producto del cambio horario. Sin poderme ajustar a la normalidad ametrallan mis oídos los lugares comunes, apaciguadores y mediáticos: más horas de sol y ahorro de energía. De todos modos, aprovecho, en este Jueves Santo, para recopilar alguna de las afirmaciones que, con esas ínfulas de sabiduría popular, se repiten hasta la extenuación y terminan convirtiéndose en muletilla de los avispados coleccionistas de sandeces: A la mayor parte de los miembros de la Iglesia Católica le gustan los niños al modo de Michael Jackson. Habrá que dialogar —ésta es de mis favoritas, ya lo saben. Yo me descargo la música de Internet y, si me gusta el disco, me lo compro. Los carrozas —¿está pasado llamar carrozas a los carrozas?— y su "es que ya no se hace música como antes, los ochenta, los ochenta, eso sí que eran buenos tiempos". Los políticos de la Transición eran verdaderos estadistas, no como los mangantes de ahora. La derecha siempre ha tratado con desprecio la cultura. El tranvía no está despedazando parte de la memoria sentimental de la ciudad, es una nueva manera de progreso. El agua es nuestra porque pasa por delante de nuestra casa. Pero por qué no querrán que hagamos un trasvase si, total, fíjate lo que se pierde cada vez que desemboca en el mar. Salir los fines de semana es de horteras. ¿No te parece vergonzoso que estemos pagando nosotros la crisis siendo que la han provocado ellos?—o su vertiente institucional: "esto lo tenemos que arreglar entre todos". Sepan ustedes que, cada vez que se dice alguna de las frases anteriores en una conversación, muere un gatito.
Columna aparecida en el Heraldo de Aragó del miércoles 31 de Marzo de 2010

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