Stradivarius Rex es una novela mutante. Una novela de nueva ola, de nueva nueva ola usando un símil musical, siempre llegarán batidas nuevas. Por dos razones: la primera y más evidente porque su metamorfosis es continuada, saltando casi sin solución de continuidad desde una introducción punk en la que el presidente de los estados unidos se convierte en un personaje del celebritis de la Hora Chanante, sigue con dos capítulos sin mostrar la baraja, sólo protagonistas fragmentarios en un mundo desbocado y con el tercero caemos de lleno, el protagonista se ve atrapado por razones mágicas en distintos cuerpos y vidas, vidas que sólo puede vivir durante un día, 24horas (una buena idea para el piloto de una sitcom norteamericana, no os parece) y además, antes de llegar al cuarto capítulo todos estamos pensando en el día de la marmota, pero, sorpresa, el autor parece leernos el pensamiento y se dirige a nosotros por boca del protagonista. Como un actor que mira a la cámara. La metamorfosis continúa y a mitad de novela, un folletín guionizado de sabor pop, con las aventuras helénicas de distintos personajes de hollywood y después, sin despeinarse (pero con la cohesión que a veces se echa de menos en esta vanguardia de todas las fiestas de mañana), una columna periodística bonzo y un pregón de fiesta. Una novela que muta, en forma y en fondo, en lo ético, me gusta Stradivarius Rex porque sin caer en un moralismo ridículo su planteamiento nos hace pensar, nos pone en la piel del personaje, qué haríamos nosotros si nos cambiaran de traje cada día, ¿nos esforzaríamos o nos entregaríamos a la búsqueda del placer absoluto? al final hasta eso nos cansaría. Es una buena metáfora de la realidad, una metáfora dentro de un paisaje fantástico, ¿acaso no terminamos aburridos de todo? lo tenemos todo, siempre, ahora...somos niños con demasiados juguetes. Hasta los viajes terminan siendo rutinarios, impuestos, impuestos, la variedad de países...todos viajamos, viajamos mucho, demasiado, el mundo es para la clase media alta un buffet libre excesivo que termina agotando. Las permutaciones también alcanzan a la metaliteratura de colmillo afilado , fíjense en todo lo que rodea los deseos del protagonista, su súbita necesidad de hacerse escritor: La aparición de Sanchís, el que acumula sobre él todos los vicios de los escritores, es delirante, el personaje de Vicente, que pareces salido de Juncal o de alguna comedieta televisiva de Paco Rabal, con todos esos tics de escritores palizas de barra, inéditos por una combinación de vagancia y ausencia de talento...me recuerda al compendio anecdótico de un querido personaje maño, el insigne Manuel Troyano, Marcelo Badosa tiene algo de Troyano y su ansiedad enfermiza por hacerse escritor. Me imagino que Román Piña no ha tenido la oportunidad de leer las memorias de Manuel Troyano, tendré que conseguirle un ejemplar antes de su marcha de Zaragoza. La ansiedad literaria provocada por la ignorancia Logse, LOE, o como se llame ahora... hay un frase magistral en el libro: ¿Tú quieres ser escritor con lo inculto que eres? He leído en un diario on-line de corte liberal que Stradivarius Rex es una metáfora del abandono educativo, de la imposición del no esfuerzo como forma de vida, como justificación para todos nuestros planes de futuro. No diría tanto. Aunque en Stradivarius Rex hay leña para todos (fragmentos del libro, en los que el protagonista aún permanece en su envoltura original, son claras parodias de los aprendices de Bukowsky y Carver, con sus personajes currelas esquemáticos y acartonados, más falsos que una moneda de tres euros son simplemente deliciosos). No es una novela de esas que tratan de convertir a las hordas evangelizantes, no le encuentro ningún afán moralista directo, es más bien una novela que sugiere, que siembra la semilla y deja crecer la reflexión en los lectores.
Es fácil burlarse del protagonista, un personaje que son muchos, aunque siempre pivotando entre lo pícaro y lo ingenuo, pero no hay rasgos especialmente miserables en Marcelo Badosa, sólo algún momento en el que el aburrimiento del tránsito lo lleva a cometer pillerías, a saltarse el régimen del orden diario y atiborrarse de dulces excentricidades sin pensar en el vidrio roto a balonazos o el apartamento donde la mugre se acumula. El personaje crece conforme suceden sus vidas, de nuevo cambia de máscara, de piel, pero cada vez acumula sus recuerdos, añade soluciones, propuestas, experiencias… ¿es una novela mutante de la experiencia? ¿Es un nuevo canon estilístico para definir la evolución vital en la literatura? ¿la acumulación? La experiencia… me gusta cuando Román Piña desenfunda y a través de las páginas se escucha el tamtám de las vidas, vidas menores, vidas de unas líneas, líneas de 24 horas, efímeras. Vidas esquemáticas, provocadoras, vidas que a veces nos resultan familiares, como de libro de texto. Vidas que están alejadas las unas de las otras y a las que sólo une la distancia para un lector español en el año 2009. Vidas que se cruzan, se suceden, todas las vidas en una
Dije que había dos razones para considerar el carácter mutante de la novela: la segunda es que está claro que por una cuestión de silogismo aristotélico aproximado o libre interpretación del álgebra de Boole, una novela mutante surge de la mente de un mutante, así que Román Piña, sentado aquí a mi lado, tiene superpoderes. Y es que hace falta tener superpoderes para escribir una novela como Stradivarius Rex, una novela con humor, no de humor, una novela pop, con sus elementos y referencias pop, capaz de jugar con la autoreferencia, con la continuidad de los saltos temporales, más ciencia ficción que realismo mágico, sin caer en las paradojas ni en la transmutación. Además de varias especias fundamentales para que sea una buena novela mutante: que salga Bob Dylan, que aparezca la palabra zombie y que se cite a Manuel Vilas
A partir de ahora, cada vez que alguien a su alrededor tenga un día raro, sospeche... si tu novio no cumple su metódico ritual mañanero, si el cliente de la cafetería pide una caña en vez de un solo con hielo, si mañana yo voto al PSOE y trato de hacer que todos vosotros sigáis mi ejemplo...sospechad...puede que Marcelo Badosa o Miguel Babosa o Michel Bellamino haya entrado dentro de él. O quizá es que ha leído Stradivarius Rex y se haya convencido de que la única manera de vencer la estupidez, el borreguismo y la monotonía sean las pequeñas rebeldías diarias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario