jueves, 13 de octubre de 2011

117

Nos quedábamos a ver a Perico. Era sábado y después de la película. Sólo nos quedábamos por Perico. Ahí estaba repartiendo leña. Mirabas por la ventana y todas las luces estaban encendidas. << Así, así, Perico>>, se oía como una respiración cortada. Era de noche y mi padre cerraba los puños.

Dibujos animados. Félix Romeo

Más que ensayos, vida: Ismael Grasa y Patxi Irurzun


Leer es un analgésico, más si dos dos libros tan extraordinarios como los dos ensayos publicados recientemente por Ismael Grasa y Patxi Irurzun. Los llamo ensayos porque han aparecido bajo sendos epígrafes en sus respectivas editoriales, pero la realidad y su lectura me han dejado el sabor de boca de alguien que escribe sobre la vida. El primero, La flecha en el aire de Ismael Grasa, editado por Debate , es un dietario de las vivencias como profesor de filosofía del autor aragonés. Un empleo casual que termina desembocando en una pasión por la docencia llena de ternura y reflexión. Ismael habla de los grandes temas con la sencillez de un erudito, para unos alumnos que comienzan a dar muestras de lo que serán en el futuro: algunos personas con criterio y deseo de libertad individual y otros peces que se dejan arrastrar por la corriente. No hay deseos de salvación absoluta para ninguno de ellos, solo ganas de mostrar el camino, aún asumiendo que uno puede estar equivocado, pero siempre con el deseo de acompañar. Todos los que usamos la tiza con mayor o menor acierto deberíamos leer este libro, porque encierra claves suficientes como para mejorar nuestro día a día, sea en las matemáticas o en la geografía, porque la filosofía es el tronco, el sustento de todo lo demás (por mucho que los resabidos autores de libros de texto busquen arabescos para facilitar la digestión). Un libro, el de Ismael, que pide ser prestado y releído, algo que hoy en día, en el consumo y el fagocitado de los textos, es muy complicado. Sin más poesía que la propia vivida, La flecha en el aire ha llegado para quedarse. El segundo libro que he devorado estos días (y digo devorar, porque ambos me los he leído en una sola sentada) es Dios nunca reza de Patxi Irurzun, editado por Alberdania. El oficio de Patxi como escritor es tal que un diario de su verano del 2008 se lee como una novela, lleno de ritmo, de pequeñas emociones, de la hermosura que trae lo cotidiano. Hijos, pareja, literatura y rockandroll (ya cada vez con más frecuencia escuchado con cascos o en las filas de los carrozas), pero siempre con un poco del colmillo afilado que ha convertido a Irurzun en un outsider, colocado sobre el alambre que separa lo formal de lo alternativo. Kebabs de madrugada, la multiplicación de las cajas en las mudanzas, los Sanfermines, el amor familiar, algo que se ha convertido casi en una transgresión en estos tiempos de postmodernidad. Patxi picotea y no quiere sentar cátedra, solo ser uno más, pero con el respeto del individuo.

Os dejo aquí el texto que Daniel Gascón escribió para la presentación de la Flecha en el Aire
y el blog de Patxi Irurzun.

La foto de Lucas, Titán, Pinocho y un servidor se hizo la noche en que comienza el dietario de Patxi, en Logroño en el 2008. No sé quién la hizo, posiblemente el mismo Patxi. Hoteles de más de una estrella para escritores tirados...

lunes, 10 de octubre de 2011

Recopilando, amiguito (ya no sé qué más decir)


Uno no puede parar de pensar y recordar, hay gente que te ha marcado tanto en la vida que termina apareciendo tras cada esquina a pesar de haberse marchado muy lejos. Sergio era una de esas personas y Félix también. Lo que hizo Félix por mí, además de quererme y preocuparse, fue inspirarme en estos últimos años hasta límites que creo que ni siquiera él sabía. Nuestras pasiones compartidas, la ciudad de Zaragoza, Perico Fernández o los Smiths son sólo la punta del iceberg de la enorme admiración que le tenía. A veces, cuando ves aparecer a los buitres, piensas que el silencio es la única manera de seguir, pero otras veces, te sientas y miras una y otra vez sus libros, sus dedicatorias curradas, con esos dibujos esquemáticos que encerraban entre las líneas todas las sensaciones del mundo.

Busco y encuentro, como no podía ser de otra manera:

Mi obsesión por encontrar relatos no editados en libro de Félix, que me llevaron a bucear entre los tomos olvidados de las ferias de libro:

Este tipo de cosas tiene algo de conjunción astral. En las últimas semanas he ido completando mi colección de cuentos de Félix Romeo de manera casi accidental. Me explico, Félix tiene dos libros que a mí encantan, Dibujos animados y Discotheque. La primera la leí a escondidas en el Corte Inglés (el primero, el original...) porque mi economía de entonces no me permitía adquirirlo y el otro día husmeando entre las estanterías de Hermanos Vidal encontré un ejemplar de segunda mano (menos mal que no estaba dedicado ni nada). Pocos días antes, en el Día del Libro, mientras hurgaba las cubetas de una librería en busca de tebeos de saldo acabé con el libro Relatos para un fin de Milenio, donde aparecía un cuento de Félix que no conocía. Y pocos días después un regalo de mi madre -que ya había dado en el clavo con el volumen número 100 de Mira Ediciones-, mi madre, que salva de la quema muchos volúmenes de biblioteca y que esta vez llegó a casa con Hijos del Cierzo recopilación de cuentos publicados en el Heraldo de Aragón más o menos del año 1998. ...O la obsesión por la lucha libre y la guerra del Sáhara de Romeo que aparece una y otra vez en sus relatos cortos y que termina emergiendo como un personaje más en Discoteque. Me gustan, me salvan, me protegen.

Como no tenía Discoteque, Félix me lo regaló:

Leí Discotèque hace un montón de años. Recuerdo haber leído Dibujos animados en su momento por dos razones: que salía en la misma colección donde habían publicado Héroes y Caídos del cielo de Ray Loriga y que el autor-Félix Romeo- era zaragozano como yo. Pero Dibujos animados no me dio lo mismo, ni era tan rockero ni tan zaragozano como yo esperaba. Pero sí Discotèque. Discotèque era agresivamente zaragozano, con obsesiones que ahora, volviéndolo a leer, empiezo a entender como propias: Perico Fernández, el auténtico underground aragonés, la guerra de Marruecos, la violencia contenida que nos obliga la desesperación. Leo ahora Discotèque y entiendo el origen de la novela fragmentaria, veo cómo se podían llevar los personajes de Barry Gifford a Monegros sin resultar falso o acartonado (tome nota señor Fernández Mallo), un ejercicio que otro aragonés, el oscense Oscar Sipán, también realiza con mucha habilidad. Me gusta haber retomado Discotèque ahora, entiendo muchas cosas. Y más con El Plata y Casa Lac de nuevo abiertas.


Un extenso artículo sobre Nacho Vegas que me llevaba a un encuentro en casa de Félix, repasando lo que iba a ser mi primer libro de relatos y que terminó en una conversación sobre Brett Easton Ellis:

Desparezca aquí es mi LP favorito, me gusta que usase una frase de Brett Easton Ellis (y que año después, en casa de Félix Romeo, los dos coincidiéramos en la capacidad transgeneracional del libro Menos que cero), “Ella me confundió con otra persona” era el bajón de las pastillas naranjas (las que te encendían los ojos y el corazón), “Nuevos planes, idénticas estrategias”o “Perdimos el control”. Un single perfecto y las demás tan bellas que casi dolía cada vez que las escuchabas. Esto no es una salida, comprado en vinilo y con una portada que remitía a “El Resplandor”, con esa joyita rumbera, “Mi marylin particular”. Nunca he tenido suficiente dinero como para comprarme las ediciones en vinilo, ni siquiera todos los discos en Cd...atesoro EP´s porque sin ellos mi vida sería mucho más aburrida.


Cuando anunciaron el cierre de la Estación del Silencio recordé el día del cumpleaños de Félix, la primera vez que tuve Amarillo en mis manos. Impactado por ese libro escribí una reseña. Y metido a tope en la mitología de las bandas de los noventa de Zaragoza, La Novias o Club Eléctrico, hicimos este programa en Espíritu de Margot y incluso convencí a Domador para que hicieran una versión de En los sótanos del cielo para la primera edición de Octavillas Pop con Miguel Mena.

La presentación de Toponimia nimia de Mena y aliados, la presentación del libro sobre la Movida en el Fórum de la FNAC, en la que Félix me hizo preguntar las cosas que yo quería preguntar y me callaba por tonto,

La colaboración con Lina Vila en la exposición Afinidades que tanto me impresionó: finalmente, la complicidad entre Lina Vila y Félix Romeo cristaliza en un collage de sentimientos cuyas ramas segmentan las obsesiones de Pedro Vila en una simbiosis perfecta de registros, imágenes y referencias. Cada una de estas mezclas genera un aura capaz de atravesar los sentidos y es capaz de potenciar de manera natural la complicidad entre los artistas.

"Los del fútbol" según la definición de Félix en Dibujos Animados


Félix e Ismael...y Perico Fernández: Unos años más tarde el escritor Ismael Grasa-que me prestó amablemente sus dos tomos de La Vida en un puño antes de que Félix Romeo lo encontrara en un mercadillo usando sus superpoderes para la detección de libros de saldo entre las montañas apiladas- me contó que Perico, además de sus propias creaciones, tenía una habilidad especial para las imitaciones de grandes obras de arte y que era fácil encontrar alguna de sus obras en el Rastro zaragozano.

Y por último, que es también muy importante, que Félix me recomendara a Miguel para empezar a colaborar con él, porque me regaló un amigo muy grande que está pasando malos momentos también. (Aquí se puede leer, yo no sabía que Mena había llamado a Félix para preguntarle por mí)

La foto de David Francisco, con Ángel Guinda, creo que en una movida de Forega, yo recuerdo esa noche. Escribí a mi tío Ángel, que quería a Félix como un hijo, no podía parar de pensar en él. Estaba en Vietnam...

viernes, 7 de octubre de 2011

Ana acaba de marcharse. Hemos llorado juntos. Hemos llorado porque cuando la conocí Félix me dijo: "no dejes escapar a esta chica o serás desgraciado el resto de tu vida.". Reviso sus sms en el móvil, frases escuetas donde atrapar los recuerdos y el cariño. Había tenido mi primera reunión con padres y estaba muy cansado, pero me acerqué a la presentación en Portadores de Sueños. Félix estaba fuera, hacía mucho calor porque la librería estaba llena, ¿y si nos vamos a tomar una cerveza? A unos pocos metros, en el garito medio salsero de la calle Blancas. Me preguntó por el instituto, le dije que pronto me iría a vivir con Ana, comentamos las distintas posibilidades para el apartamento, "Mejor Sagasta que Doctor Cerrada, no lo dudes". El viernes pincho con vinilos en el Poeta Eléctrico, no puedo, tengo que ir a una mesa redonda en Ejea. Hablamos a la vuelta y quedamos a comer. No puedo dejar de llorar, amigo, no puedo. Solo pienso una y otra vez en que nunca pudiste subirte al escenario con los Experimentos in da notte, como me habías dicho: "ya me invitarás alguna vez". Pienso en ti, en Lina, en Pepe, en Daniel y Aloma, en Miguel, en Santi, en Jose y en Antón. Pienso que ya no habrá más Estación del Silencio donde me regalaste Amarillo recién salido de imprenta, ni cumpleaños con retraso en la Plaza San Francisco, singles de Enola Gay y Police (porque el Sangre Española me lo había regalado Mena), ni ginebras y cafés con hielo en las terrazas de Corona de Aragón. No puedo dejar de llorar, amigo. Te quiero mucho, tío. Mucho.

eseña de La Chica del Club de La Banda L´ambar (Autoeditado, 2011)



Por fin ve la luz la primera grabación de uno de los mejores combos en directo que se han podido ver últimamente sobre las tablas aragonesas. Liderados por la voz sobrada del contundente Rafael Sanemeterio, La chica del club es una colección de temas donde el calor del blues se enrosca a través de un saxo sabroso con los lugares clásicos de la música de raíces, boogie, rockandroll y macarreo en grandes cantidades. Temas como Ella nos devuelven a los Mas Birras más lúdicos, escuchando La chica del club no podemos obviar la influencia de los Burning, aunque el juego de las voces le da siempre un extra a los arreglos, que se mueven entre solistas de regusto clásico y ritmos básicos pero muy efectivos, canciones engrasadas a base de distintos licores, desde los fermentados a los destilados, para volver a los Rebeldes de la mejor época, por ejemplo en Sin miedo. Temas para ser tocados en directo, al ritmo trepidante de los botellines sobre los parches, mientras una armónica magnífica se eleva para sorpresa de todos. El momento espacial (porque lo de marciano ya lo dice el título) es el delirante Marcianos en Casetas, una jugosa jam de salvajismo. Aunque si hay un tema que destaca sobre los demás, ese es La última chica de la ciudad, donde la voz de Clara Téllez hace su aparición en un magnífico medio tiempo con sabor a bares cerrados y últimas oportunidades. Una tonelada tras otra, hasta sumar dieciséis.

Reseña de Hacia lo salvaje de Amaral (autoeditado, 2011)



El primer single, Hacia lo salvaje, juega con el tono profético que acompaña a las mejores composiciones mercuriales de la banda aragonesa, aquellas que hablan de la lluvia pesada que ácida está a punto de caer sobre nuestros hombros. Las guitarras guturales con las que se abre Antártida, fermentando electricidad, son de lo mejor del disco, amasando un muro de espejos acompasado con una de las mejores y más inquietantes letras del disco. Imaginad al vampiro John Cale, tambaleándose sobre los reflejos del hielo mientras trata de recordar la línea de bajo y haced caso a Amaral, id hacia la luz. Acústicas gruesas para Si las calles pudieran hablar, un tema que comienza mirando a los ojos al Dylan converso para terminar recordándote aquel verso "si la ves dile que me acuerdo cada día de ella". Una de las mejores frases del disco está dentro de este tema: "el enigma de un árbol caído en completa soledad". La trepidante Esperando un resplandor sufre el lastre de un texto demasiado plano, algo semejante al demasiado manido ideario del Robin Hood moderno. Tras este breve bache vuelven los mejores Amaral, aquellos que creaban estampas breves de cotidianidad, desde Buenos Aires al Sacromonte, en la magnífica Riazor, una de esas canciones compuestas para poder vivir dentro de ella para siempre. El alimento del recuerdo como combustible para el mañana. El fraseo de Eva emociona una vez más. El comienzo eterno de Montaña Rusa y los teclados surgidos del bosque donde sigue viviendo Robert Smith, la canción amaga el arreglo perfecto y vuelve a mostrarnos un resplandor confesional. La coheniana Olvido funciona a nivel de salmodia y remanso. Cuando una canción de Amaral tiene las guitarras de Cuando suba la marea uno sabe que las cosas siguen funcionando, como una cajita de música abierta a los ojos del mundo, lo sencillo culmina con uno de esos estribillos redondos marca de la casa. Las punzantes seis cuerdas de Como un martillo en la pared vuelven a ser el compañero ideal para uno de las mejores letras del disco, épica sin resultar excesiva, perfecto puzzle entre melodía y palabras. El cierre del disco con la fuerza de Hoy es el principio del final, perfecta para corearse en directo y el bis con Van como locos, a través de las líneas magnéticas de la Tierra, una guía para masticar el mañana.




Este nuevo disco de Amaral, pulido hasta el último detalle en arreglos y grabación, es, como en toda la trayectoria de la banda zaragozana, un disco notable. Algunos textos que manejan en exceso los lugares comunes y la falta de esa chispa de cercanía de otras ocasiones, quizá arrastrada por el tono épico de la instrumentación, sería la única pega para este Hacia lo salvaje.

domingo, 2 de octubre de 2011

Canibalismo veraniego, un prólogo para la Involución Cítrica (Editorial Origami) de Adriana Bañares


























La Involución Cítrica de Adriana Bañares son las crónicas de un tránsito, fragmentos de un juego del que no conocemos las reglas y, a pesar de todo, jugamos. Paisajes donde el microcosmos del bar como alimento del alma y la lírica de la habitación cerrada es el contrapunto perfecto para el descanso del espíritu. Todos buscamos llenarnos la boca para saciar el ansia que traen las guitarras eléctricas desafinadas y los cuerpos conocidos. Un libro que amalgama prosa y verso, en un desorden cotejado por la postmodernidad, de pop sangrante y veladas cansinas, construido bajo las directrices inmediatas que marca la red, nueva biblioteca de Babilonia, abierta, incontenible. El espectador, que contempla el devenir de las palabras, la mutación de la vida, tránsito perenne entre adolescencia y días grises, camina junto a la autora por las calles encharcadas y bebe apoyado en su misma barra, a unos pocos centímetros, mudo ante el torrente interno que se muestra pleno, arterial, salvaje. Los personajes que van apareciendo se vertebran sobre las puntas afiladas de la existencia, siluetas recortadas sobre un escenario de cartón donde la autora no da más guión que el devenir agotador de las jornadas, las anécdotas minúsculas que avalan nuestro libre albedrío. Carmen, Aída, Jaime, Carmen otra vez, Lorena, nombres inventados para gente que camina, hambrienta, zombificada. Colección de favoritas, como el disco de los Sencillos, si yo no puedo estar en tus sueños, por lo menos ven un rato a los míos.

Tú eliges las canciones, aunque en mi cabeza todas terminan sonando igual.