domingo, 27 de julio de 2014

Me gustar (IV parte):The Strain de Guillermo del Toro


Siempre a la caza de buenas series de ciencia ficción y terror. Acumulando decepciones: el agotamiento de Supernatural, la deriva hacia el culebrón de The Walking Dead o el amago de la Casa de la Pradera postapocalíptica de Defiance busco y busco: empezó muy bien Helix para terminar siendo casi una broma y de Last Ship es vacaciones en el mar mezclada con Rambo (pero sin sangre, como la canción de Calamaro). Yo quería más...y llegó el piloto de The Strain.



The Strain está basada en las tres novelas escritas por Guillermo del Toro junto con Chuck Hogan (Del Toro es un grande, aunque solo sea por su deseo de adaptar En las montañas de la locura, todos mataríamos por saber cómo interpretaba la obra magna de Lovecraft, que, por cierto, aparecerá en breve por esta sección). Yo las compré y leí hace unos años Nocturna, Oscura y Eterna y, el mejor, es el segundo, Oscura (para el que imagino que falta una temporada larga). En Oscura se narra lo que sucede después de la “Noche de la ruptura”, mientras que Nocturna se desliza entre las esquinas mientras los vampiros toman el control. Lo mejor del piloto ha sido, además de los guiños que nunca fallan cuando hablamos de Guillermo del Toro, la violencia incontenida. No se puede ser un maestro de vampiros y deslizarse sobre las rosas como los que imaginaba Coppola...hay traer la podredumbre entre los dedos. Y luego, claro, unos buenos platelmintos bajo la piel, que eso funciona en cualquier peli de terror.


Desarrollo potente, con unos personajes que aún pecando de esquemáticos, son resultones: protagonista entregado a su trabajo, genial pero alcohólico y un superviviente del holocausto molón (un poco Kriss Kristofferson en Blade), con una chica, una madre, un hijo y un secundario mucho más carismático que en las novelas: la estrella del rock gótico de vuelta de todo que lo que menos se cree es a sí mismo. Del Toro no falla y pone al protagonista de los Goonies pasado de donuts con un papel de doble filo (sí, ya sé que salía en el Señor de los Anillos, pero tío, los Goonies, son los Goonies) y eso resulta casi orgásmico.







El final del capítulo piloto, grandísimo: un guiño siniestro a la gran serie de finales de los setenta dirigida por el siempre resultón Tobe Hooper y que en España se estrenó al principio de la llegada de las privadas (creo que en Antena 3, yo era muy joven y no pude verla del miedo que daba...) y que puedes encontrar en dvd con el curioso título de Phantasma II (sin que tenga nada que ver con la saga del Hombre Alto). El misterio de Salem´s Lot era una de las mejores historias de vampiros que nunca he visto y que sigue sirviendo de referencia,claro.





elige serie y me dices

Y otra parte del final: el pandillero latino Gus cruzando el puente de Manhattan mientras suena Gimme thepower de Molotov



Ya había sonado Sweet Caroline de Neil Diamond, por cierto.

viernes, 25 de julio de 2014

Me gusta (Tercera parte): El episodio británico de los Simpson.

No lo había visto. Toman azúcar y comienza a sonar Lust For Life de Iggy Pop. Corren y un bebé (Maggie) repta por el techo. Es un clásico Trainspotting? Yo diría que sí. He seguido leyendo a Irvine Welsh, he leído Porno y Acid House. Entrañables miserables, como Homer, como el director del Museo Coconut. Mentirosos imitadores de acento que mola. En ese capítulo de los Simpson había guiños a James Bond y al Doctor Who. El Doctor Who es más grande que la vida. Y eso que el ácido lo expande todo. Hasta los colores.

jueves, 24 de julio de 2014

Me gusta (2ºparte) El tráiler de la película sobre Nick Cave


Mi primer contacto con Cave fue una cinta de cassette que trajo Luis Díez a clase. Estábamos en los Marianistas, sería el año 93 o 94. Era una cinta con portada hecha a mano que Luis había comprado por correo en un catálogo de discos piratas. Estaba su versión de All Tomorrow Parties de la Velvet Underground. Me pareció horrenda.


Cave protagoniza un documental 20000days on Earth y solo el tráiler hace que se me ponga el alma dura.


Nick Cave haciendo de sí mismo en las películas de Wenders. Las camisas blancas almidonadas. Las versiones de Anita Lane sobre temas de Gainsbourg. Las fiesta de cumpleaños, Jim Jarmusch en Berlin en 1987. Nick Cave y sus gemelos. Nick Cave, el burro y la heroína, la mula, la biblia. Nick Cave levantándose para escribir de 10 a 13h con una máquina de escribir y dos dedos. Pinchando Deanna en un garito del casco para diez personas. Once si me cuentas a mí. Y luego Little Richard, primero Deanna y después Lucille. Impecable, imparable. Ya hemos hablado de Wenders. No hemos hablado de la pertenencia de Cave a los hijos de Lee Marvin. La leyenda de la ciudad sin nombre. Pensar en Lee Marvin cantando Estrella Errante y luego José Guardiola cantando Estrella Errante y luego Loquillo cantando Estrella Errante. Todos con un pitillo en la boca. Y Nick Cave, con su olivetti y un tocadiscos, con Mr.Ellis y su pedalera, contando los días hasta el siguiente documental sobre su vida.



Pero lo mejor, sin duda, es la sonrisa de Kylie.

miércoles, 23 de julio de 2014

Me gusta (1º Parte): Autos de choque de Rodolfo Notivol (Editorial Xordica)

Las generaciones se cruzan. Es un jardín de senderos bifurcados hasta la extenuación. Imagínate que hay tranvía y después no lo hay. Imagínate que después vuelve a aparecer. Trucos de magia, como Uri Geller en la televisión. Todas las cucharillas dobladas y ahora tenemos que comer con los dedos.

Me levantaba a las cuatro y media e iba caminando desde la zona de Bretón hasta la SAICA. Años más tarde daría clase a unas pocas calles de la fábrica de papel. Le daría clase a un chico que moriría años después, unos pocos años, pero entre medio se me habrían muerto demasiadas personas. Y la ciudad seguiría mutando, arriba y abajo, calles y más calles que cambian de nombre, como los bares a los que íbamos y ya no están y tú, tú tratas de explicarle a tu padre y también a algún sobrino de algún amigo dónde estaban los mejores garitos de la ciudad. Cámbiales el nombre pero las pinturas de guerra seguirán impregnando las paredes.
Me gusta Autos de Choque porque me imagino a mi padre y a mi tío en la calle Colón, al lado de una acequia, echando tierra en las tinajas de leche que se iban a repartir por la tarde. Malvados remedos de Zipi y Zape...e imagino la luz cegadora de la Romareda antes del mundial del 82 cuando Perico Fernández entrenaba con los Zaragüayos: dos carreras mal echadas después de una noche de cubatas, tabaco y chavales. Salas de fiesta, cubalibres de ron y ginebra con cocacola y en la gramola suenan, no sé, ¿Miguel Ríos? Sí, coño, Miguel Ríos.
Compraba tebeos en mil tiendas todas cerradas y miraba discos en Linacero y en Leyenda. Discos de Morrissey y las Novias, el Zona de Obras y soñaba con los trolebuses y sus líneas imaginarias que tenían parada en los indómitos rincones de Zaragoza. Cuando todo eso eran tierras, campo...cuando era campo y carbón y estaciones abandonadas y ahora es granito habitado por fantasmas e interinos que celebran la llegada del tranvía y la paz de los centros comerciales. Y la ciudad bella, bellísima, cada noche, sin aliento a tabaco, con las manos manchadas de linóleo. ¿podrías abrazarme?