Después de la hecatombe del socialismo oficial en las primarias madrileñas pega una de los Pegamoides para analizar el final de una época. Zapatero está fuera de combate, sostenido sólo a base de ego plastificado, mamporreros y medios de comunicación hechos a medida. Las bases le han sacado la lengua, cansadas de eternas candidatas con permanentes de saldo e iletrados al frente de los ministerios, después de una huelga general que parecía más pactada que el España-Malta, no queda ni la vergüenza torera —con perdón— de una retirada digna. Colocando deuda pública al mismo ritmo que Menem montaba el corralito en la Argentina vendiendo los ferrocarriles como chatarra, nos tambaleamos en el cableado recortado de la quiebra. Con unos porcentajes de paro propios de un país subsahariano en pleno proceso de descolonización y una ayuda de cuatrocientos euros que recuerda demasiado a una dádiva para poder comer, uno recuerda aquellos malsanos carteles electorales del pleno empleo y no sabe si era una burla explícita o el resultado de los cantos de sirena de los incompetentes. Ya me dirán qué es peor, no lo tengo yo muy claro.
Agoreros, grises, así los llamaban los que se inmolaron en la alegría, con versos de Benedetti en fotocopias y la ceja en ristre. Algunos de los más eminentes parásitos del régimen han abandonado el barco, eso es mala señal. Pero que nadie espere al equipo de Rajoy descendiendo del cielo macroeconómico y repartiendo maná y soluciones. Eso es lo peor, queridos lectores, no que el vagón esté a punto de descarrilar, no, lo peor es que los aspirantes a conductor que ya esperan salivando en el arcén, tienen pinta de no manejarse muy bien con el cambio de marchas.
Columna aparecida en el Heraldo de Aragón del jueves 7 de Octubre de 2010