lunes, 9 de noviembre de 2015

España (música y letra: Cebrián&GómezMilián)




Rosa dice que no, dice que no a todos. Rosa dice que no a Rivera, dice que no a Pablo y al fantasma de Felipe. Rosa dice que no a Federico Jiménez Losantos. Rosa ya no sonríe.
Muerto el tertuliano de Garci, prohibido el humo y el whisky y la merca en la tele pública. Anacleto con acné, Nicolás, Mas y los juegos de manos bajo la estelada. El chico del twitter que salía en siete vidas, el pensamiento único de las coletas, el blues del socialismo que se toca con una guitarra eléctrica de dos euros. Todos llamando a las puertas de un cashconverter a comprar con dinero prestado, nadie dice nada.
Hijos de la miseria que se apresuran a vender la Moncloa saldada y llaman elecciones a una subasta trucada que solo ofrece plusvalía a los corruptos.
¿Ey man, cuál es mi cámara? ¿Este es mi plato?
Ellos, con sus dientes afilados, sus gafas modelo Díaz Miguel y sus proclamas sacadas de la Bruja Avería, pancarteros, aspirantes a caciques enfangados en la absenta barata de la superioridad, líderes futuros que solo leen resúmenes de otros, papel mojado, ¿y la europea? La europea tu puta madre.
Mi vida dentro de la habitación del pánico, Babilonia, Ateca, en la autovía hay pintadas de Jesucristo en la vereda,
cada día, cada día que paso espero que los ojos de glaucoma de la niebla se alimenten de mi cuerpo interino. Mamá no tengo cobertura en la habitación del pánico.
Cuando Lola Flores se despertó de la anestesia, Peret llevaba un millón de años muertos y Antonio Machín sigue cantando a los angelitos muertos que no dejamos marchar. Cuando Lola se despertó dijo: ¿Por qué me habéis traído de vuelta? En mi sueño estaba en el bingo. Joaquín va a la gasolinera de Alfaro en Albacete. Tienen comida china y subfusiles, dinero y gasoil. Cuchillos que marcan el final de España.


Cuando iba a disparar sobre la bestia me di cuenta de que no era más que un profesor vigilando el recreo. Miraba a los alumnos, quería arrancarles el pitillo de la boca y darle una buena calada. Quitarme el plumífero y prenderle fuego. Quería meter la mano en el bolsillo de los pantalones y notar cómo se me ponía dura el alma. Ver cómo un charanguito se folla a la novia de De Juana. En Venezuela. Mamita, en Venezuela se cogen a las chicas de los etarras, se las cogen por detrás. Yo quería despirar y no me quedaban balas, quería que alguien me arrancara la responsabilidad por las bestias de mañana. Los veo en el patio, corriendo, puestos de coca cola y energy y su hambre ya no es el mío. No es mi problema, ya estaba así cuando llegué.


No es ningún capricho, hemos perdido la guerra cuando ya no había más guerras que perder. Quemábamos los puentes antes de llegar, te esperé en el apeadero de Purroy, la luz era tan débil como el aliento de una luna que se muere. Te esperé hasta que no hubo más trenes y las plantas crecieron e invadieron la casa del hombre que movía las agujas. Te esperé alimentándome de insectos que se alimentaban de mí. Mi corazón desentrenado no puede amar con salvajismo y dejé mi vida tan atrás que ya no recuerdo el nombre del hombre que quería ser, esa es la verdad. La verdad que no querrás escuchar, como esa sangre no es mía, deja que te limpie.
En la frontera de Melilla hay carteles que avisan del peligro de las mujeres de uniforme ensañando el Corán a los transeúntes. Es hermoso que alguien todavía espere algo del cielo. Todos los huecos milenarios entre las nubes escriben el nombre de mi madre y falsifican Guardias Civiles al otro lado. La pirámide con barbas en los techos es la guía para la avioneta que devuelve a mis padres a la península casi cuarenta años, no me moví, estuve esperándolos, nadie me dijo cómo parar.
España, si soy nadie, por qué escucho tu voz pidiéndome ayudar. En Lanzarote, llega la sed y las alimañas nos arrastramos bajo la ceniza para morder las uvas agotadas, en Palma encuentro a Ray Loriga abrazado a un millón de latas de cerveza. El recuerdo es un arma que se atasca con demasiada frecuencia. En León todavía hay caballitos de mar en fondo de los vasos de ginebra y en Vigo esperan que la Santa Compaña los devuelva a Germán Coppini.

Todos somos actores en esta pesadilla de Fernando Arrabal: en la piscina de una pasión de Pedralbes flota el cadáver de España y todos quieren apuntarse el tanto. Vamos, Pau, vamos. 

martes, 29 de septiembre de 2015

Interino 16: El silencio de la primera vez


Mi primer alumno muerto se llamaba V. y era medio brasileño. Se sentaba en primera fila y siempre sonreía. El instituto era bastante duro, en un barrio obrero en la capital y me había tocado la peor clase. Todos los que alguna vez han dado matemáticas saben que las de cuarto de ESO opción A y el primero de bachillerato de ciencias sociales acumulan jóvenes aburridos, promedios desorientados y algún pasado que recicla su tiempo en jodienda puntual. Primero de bachillerato y alguno me tocaba palmas, otro era un mito en los videojuegos online y pasaba la mayor parte del tiempo dormitando en clase. No había manera de rendir si te habías acostado la noche anterior en esa horquilla imprecisa que va de las cuatro a las cinco. En realidad yo también lo hacía. Para un año en el que no había que conducir nadie iba a detener mis últimias capacidades creativas. Había sustituido la gasolina de las siete y media en la rueda por el vodka con zumo de naranja. Había un imbécil que se sentaba en la última fila y se abanicaba con una hoja de papel arrancada del cuaderno. Uno puede aguantarlo todo en una clase excepto el numerito de la papiroflexia folklórica. Era el segundo día de clase y yo tenía un poco de resaca. Me acerqué a él, coloqué las manos sobre el pupitre y jugué en el límite del espacio de confort personal. ¿Puedes dejar eso? ¿Por qué? Porque lo digo yo. No te metas con él, me dijo la jefa de estudios. No viene mucho por el instituto, trabaja y espera que lo aprobemos solo por eso. Héroes de clase obrera de saldo. Esa es mi especialidad. V. era un buen chico, hasta estaba matriculado en Religión. Era de los que salvaba aquella clase árida dedicada a las integrales y las matemáticas financieras. Era tutor de segundo de la ESO y el padre de uno de mis alumnos acostumbraba a venir por sorpresa al instituto impregnado en coñac. Yo aguantaba el tipo y lo subía a jefatura de estudios. Rezaba por adelantar las horas y poder salir a fumar al parquecillo que rodeaba el instituto. El parque tenía nombre de grupo de rock de los ochenta. Nunca me han sabido tan bien los marlboro light. A V. lo encontraron muerto después de casi un mes desaparecido. Después de un cotillón de Nochevieja en la zona de la Exposición Universal se había encaminado a su casa y nunca llegó. Casi al final del curso entré un día en clase y el cachondeo era épico. Habían encontrado en internet vídeos de actuaciones de la banda en garitos de la ciudad. Habían recortado cartones a modo de pancarta e incluso algunos habían improvisado sobre sus camisetas mensajes de amor apasionado hacia la banda. Escuché sus risas unos minutos y luego seguimos hacia delante. Todavía quedaban un buen montón de distribuciones de probabilidad por ver. Sus amigos colgaron de twitter fotos de V. antes de la fiesta. Era un chico alto y musculoso, con una sonrisa blanquísima y la tez oscura, casi mulato. Iba elegante con aquel traje. Había empezado a estudiar económicas o empresariales, no me acuerdo. La policía le echó el alto bastante lejos de su barrio. Iba bastante bebido después de una noche de barra libre. Después de aquel encuentro nadie volvió a verlo vivo. Explica a cuarenta adolescentes desatados que el profesor de matemáticas recita sus poemas en escenarios como si no hubiera un mañana. Se tumbó a dormitar en un aparte del camino, bajo un puente, en la noche heladora del primero del año, con una americana fina a modo de almohada. Cada vez que me como las uvas y beso a mis padres y a mi hermana trato de no pensar cómo se me atragantarán el día que alguno falte. Desde que murió mi primer alumno miro a los jóvenes sin envidia alguna con sus pelos en pico y sus labios muy pintados camino de sus cotillones. Cuando encontraron muerto a V. yo estaba en otro instituto, en otro barrio y solo recordaba que me había hecho aquella clase, aquel año más fácil. Cuando sus amigos colgaron las fotos de twitter acabé llegando a su perfil. Allí encontré unos cuantos tweets intercambiados con sus compañeros de pupitre. Había subido una foto de mi banda y abajo escribía: "¿Os acordáis el día que encontramos esto? Jajaja". Lo siento mucho, chaval.

lunes, 21 de septiembre de 2015

Interino 15: Los veranos del interino


Los veranos de interino son como cualquier otro verano. Buscamos una excusa para evitar el miedo a septiembre, a la lotería del destino. Me muerdo el labio cada vez que me marcho por la puerta de un instituto. No me gustan los cambios. Lo mejor de los veranos de interino son las librerías de los lugares a donde vamos. A. quiere ver Iglesias y cosas importantes. Yo solo quiero pasar un rato entre los libros del lugar: me acuerdo de una librería en Lanzarote, en Arrecife. Tenía viejos libros ilustrados de la colección La Máscara. El dueño resultó ser de Zaragoza. Nos enseñó la parta de atrás, su almacén. Era una pequeña revuelta pasiva, conservaba ejemplares de la colección Austral entre los montones de los libros de texto. Odiaba vender libros de conocimiento del medio y de matemáticas. No le dijimos que éramos interinos esperando el final del verano.


Recuerdo una librería en Cuenca en la que buscaba San Camilo 1936 y acabé comprando un libro de artículos de Francisco Umbral que no conocía. En la mesa de las novedades un ensayo sobre la Patrulla-X y un libro de relatos celtas de Chesus Yuste editado por Xordica. También había tebeos de la Guerra de las Galaxias. Recuerdo pasar del FNAC de Callao a un puesto en el Rastro, recuerdo Valderrobres boxeando en la medianoche. Recuerdo la librería de Teruel, con Mario y una antología de poesía lésbica, con el aliño de una biografía de Antonio Carlos Jobim. Recuerdo a Eugenio en Alcañiz, recuerdo que cuando nuestro amor empezaba Eugenio nos recibió en un parque de Barcelona. Recuerdo comprando cintas de cassette en Gerona y recuerdo libros de ciencia ficción en Cambrils. La belleza de plástico transparente de aquella librería junto a una pescadería al por mayor. Recuerdo las miles de librerías que había en Salou y buscar contigo sus restos como arqueólogos desahuciados. 

Recuerdo las librería de París, la de Amsterdam y las de Bruselas. Recuerdo una librería que era una Iglesia y un tienda de cómics de línea clara. Recuerdo la rabia que me da cuendo veo tantos libros y no puedo leer ninguno. Recuerdo una biografía de Eddy Merckx que me compré en Lieja. Olía tanto a humedad que podría haberlo lanzado Roger de Vlaemink a la cuneta al acabar la Paris-Roubaix. Hablaba de "El Caníbal" como de una joven promesa. La biografía terminaba en el año 1966. No había ganado todavía su primer Tour de Francia.

Yo te amé en Bruselas. Te amé porque sabía que el final siempre está acechándonos. Te amé porque me quitaste la muerte de la boca con un beso. Yo te amé en Bruselas, te amé mientras Spirou nos miraba desde la ventana, te amé en Namur, te amé en Huy. Te amé cuando rompiste frente a mí un pasaje a Las Marquesas.

A la altura de mayo uno empieza a contar los días: esto se acaba, chavales. Intento dormir y doy vueltas una y otra vez en la cama. Me imagino bajo una lluvia ligera en la última madrugada de la noche, cuando las luces de las farolas reflejan la rabia de los recién despertados. Esta fiebre de vivir. Tengo los dedos tan manchados de ceniza que no puedo darle al F5 y volver a actualizar.


viernes, 18 de septiembre de 2015

Interino 14: Jóvenes en pie de guerra


Cuando vamos en rueda de coches pasamos frente a muchos prostíbulos tristes. Casi es un epíteto, lo de la tristeza en las whiskerías. Cuando trabaja en la SAICA, desde Zaragoza hasta el Burgo de Ebro pasábamos frente a uno que se llamaba El Euro. Los técnicos de laboratorio hacían bromas contínuamente con el nombre y la calidad de los servicios. Los más jóvenes tenían pinta de ser vírgenes. Y eso que el sueldo no era nada malo por entonces. Entre Ateca y Calatayud hay un puticlub en T. Siempre que paso es de día y está cerrado. Tan cerrado que parece abandonado. A. me dice que en los pueblos los solteros mayores no tienen muchas opciones. Algunos, me cuenta, bajaban andando los domingos hasta allí. Euro, el Dólar, Copacabana.

La pereza del sexo de pago. Algunas veces, muy pocas en realidad, todos los bares se cerraban y estábamos demasiado lejos de la estación del Portillo, así que Sergio y yo seguíamos bebiendo en los clubes de señoritas que había por la ciudad. Recuerdo uno en la calle peatonal que unía Manifestación con Prudencio. No había vicio, era simplemente ansiedad alcohólica y de conversación. Más bien alergia a la cama. A la casa vacía. Un par de horas más tarde, con una ducha y mucho sueño, pasaba por delante del Euro camino de SAICA. Todo era borroso. Yo vivía en un piso viejo cerca de la calle Bretón, un piso muy grande y muy vacío. Recuerdo que las cervezas de aquel prostíbulo eran caras y casi no tenían gas.

Íbamos en rueda de coches, al instituto, no muy lejos, menos de 100 km, un poco más, tampoco pasa nada. Apretujados y somnolientos, el silencio era un bien preciado. A veces veíamos a otros compañeros esperando su vehículo, el vehículo de otros. La niebla en los huesos. Yo los veía y pensaba en los clubes cerrados, en los clubes por cerrar y en cómo todos terminábamos solapándonos: cuando trabajaba a turnos, me levantaba a las cuatro y media e iba caminando hasta la Avenida Cataluña recorriendo el centro de Zaragoza. Tocaba trabajar los sábados y los domingos. Había noches que se convertían en mañanas por voluntad propia. A veces esquivaba a conocidos que no me reconocían.


Como en un sistema de cama caliente absurdo: las putas a la cama cuando se levantan los profesores.  

Interino 13: El cocacolicas


Espero que salga A. en la puerta del instituto. Hay máquinas expendedoras de refrescos y de café. Llevo años enganchado al café de máquina. Desde la Facultad. Si no tomaba un café entre primera y segunda hora me derrumbaba como un tetraedro de carbono inestable. A veces nos metíamos un katovit a media mañana y esos días eran los mejores: éramos capaces de entender hasta los procesos de separación y las torres destilación por módulos. Sigo bebiendo café de máquina y sigo esperando que pasen las horas lo más rápido posible para volver a los tebeos y a los discos. ¿Me quieres? Si me quieres debes de tener preparados 30, 40, 50 céntimos para invitarme. Café largo y sin azúcar. Espero a A. y los alumnos de última hora salen como en una riada incontrolable. Uno de ellos se para frente a la máquina, saca una coca cola, se la bebe de trago y tira la lata a la papelera. Un segundo después saca otra moneda de euro y se hace con otra lata. Se da la vuelta y empieza a correr hacia los autobuses. Cuando trabajaba en el turno de noche había compañeros que se sacaban dos cervezas en la máquina antes de ponerse a trabajar, la primera se la bebían mientras se cambiaban y la segunda en el camino desde el vestuario hasta la máquina. El chico de la coca cola ya está subido en el autobús, habla con su compañero de asiento mientras agita la lata abierta. No quedará una gota cuando crucen el río.

martes, 15 de septiembre de 2015

Interino 12: El knight raven de mi madre




Son los primeros días del curso. Una madre llega con un antiguo alumno mío. Me acerco a saludarlos y pregunto qué tal le va. Duda sobre las asignaturas en las que matricularse. Su madre lo mira arrobada. La brújula que necesita es mastodóntica. Trato de echarles una mano: no cojas matemáticas, mejor latín y griego. Se marchan. Madre e hijo. Hijo y madre.

Las tardes pasan rápido en el pueblo. Veo series y programas subtitulados en el ordenador. Paso de de un partido del Mundobasket del 2006 al tercer episodio de un spin-off de Los muertos vivientes. Me detengo en Comic-Book Men. Es un programa de telerrealidad ambientado en una tienda de tebeos. Compran y venden libros, juguetes, muñecos y ediciones raras. Un tipo acude para vender el Night Raven. Aquel jet de color negro que usaba COBRA, los antagonistas de los GIJOE que se parecía muchísimo al que usaba la Patrulla-X en los buenos tiempos de Claremont y Byrne. Unas Navidades, volvíamos de casa de mis abuelos y al llegar a nuestra casa, bajo el árbol, mis padres me habían dejado el Night Raven. Mi madre, que siempre ha presumido que de niño me compraba los regalos de Reyes en el Bazar-X sin que yo me diera cuenta, me hizo uno de los regalos más alucinantes de mi vida. Sé que se resistió a comprármelo -era un juguete muy caro, como aquel barco pirata de los Famóvil o el batmóvil de los años ochenta, aquel en el que los muñecos de DC llevaban capa, la misma época en que los Marvel de las Secret-Wars llevaban un escudo, siempre- pero, me hacía tanta ilusión...

Jugaba mucho con muñecos: Famóvil, GIJOE, figuras de Star Wars, superhéroes...lo mezclaba en un amalgado universo alternativo que ríete tú de la Tierra 2 o la Tierra 666...todo valía, siempre estabas dentro. Las fuerzas del mal no se iban a rendir nunca. El Knight Raven tenía el problema de ser poco manejable, para las distancias cortas...pero ese juguete es un instante absolutamente destilado de felicidad.


Llamo a mi madre, le cuento que me han vuelto a renovar en la radio, que el comienzo de curso va a ir muy bien. Luego me pasa a mi padre, habla rápido, no le gusta el teléfono, como a mí. Hablamos del baloncesto, de la selección. A veces, cuando estoy en el pueblo, cuando hablo con mis padres de noche, un rato antes de irme a dormir, me pongo muy triste. A veces uno querría coger el tiempo, darle la vuelta, empezar de nuevo y poder después ir hacia delante. Me gustaría tener un reproductor VHS mágico, una cinta de 90 minutos donde atrapar mi vida.  

Interino 11: El club de fans de Diana




Me gustaba el Equipo A. A todos nos gustaba un poco el Equipo A. Y V, también nos gustaba V. Las lagartas nos ponían bastante cachondos. No sabíamos lo que era estar cachondos, pero sí que sabíamos que Diana nos hacía sentir diferente. Había gominolas que parecían gusanos. Las comíamos colocándolas sobre nuestra boca abierta en horizontal y dejándolas caer poco a poco a poco. Sin miedo a ahogarse. Yo comía pocas golosinas. Mi madre me controlaba los dulces. Hacía bien. En el Equipo A salía Mr.T que le había dado de hostias a Stallone en Rocky. Era difícil distinguir al Stallone de Rocky del de Rambo. Años después vi en la RTL, la televisión de Luxemburgo que recibíamos por la parabólica, una película medio erótica protagonizada por Stallone. Me gustaban mucho más las que pasaban de ambiente tirolés. Todos tenemos comienzos complicados, sobre todo si estás un poco gordo. O mucho.

George Peppard y su puro. En el Equipo A se disparaban mil millones de tiros y nunca mataban a nadie. En realidad en el Equipo A nunca pasaba nada. Era una historia circular que te volvía loco. Mr. T llegó a ser un personaje de dibujos animados. En los títulos de crédito ponía que Mr. T hacía de B.A Barracus. Luego en el doblaje español lo llamaban M.A. Nunca entendí el porqué del cambio. Debería preguntárselo a alguna compañera del departamento de inglés.


Dirk Benedict era el guapo del Equipo A. La gente lo conocía por una serie anterior: Galáctica. Solo me acuerdo del primer episodio de Galáctica. Tenía unos pocos cromos heredados de mi primo David. En el primer episodio hay un ataque y solo sobreviven unas pocas naves humanas. Unos cuantos años después hicieron un remake y vi con ilusión las primeras temporadas. Me resistí a ver el remake del Equipo A. Diana me ponía. Mucho. En V salía Robert Englund antes de ser Freddy Kruger. A veces confundo al jefe de la resistencia de V con el actor que hacía de McGyver. Veía V en casa de mis abuelos. Debían pasarla el sábado por la tarde. Jugábamos mucho a V y leíamos la Teleindiscreta porque adelantaba los capítulos que estaban por venir. Todos queríamos estar en la resistencia aunque la estética fundamentalmenta fascista de los invasores lagartos resultaba inquietantemente atractiva. Hubiera vendido a mi planeta, a mi gobierno, a la Tierra entera por Diana. Sigo estando dispuesto.  

domingo, 13 de septiembre de 2015

Interino 10: Solo te pedí un cigarrillo


A veces las únicas cuestas que valen son las que no puedes dejar de subir. En la ciudad había hambre de cerdo y lágrimas de alquitrán. A. no quiere estar desnuda frente a la ventana que da al abismo y yo sigo ahogado por la adicción mal curada. Javier y Antxon, como dos gemelos de Kollwitz envían señales desde el pasado. No hay abonos para las vistas que se han perdido. Compro en la tienda del museo un pequeño monográfico sobre los tebeos en la España de la Transición. A veces extraño volver a tener entre mis manos el primer número del Víbora o el especial que publicó el Jueves unos días después del golpe de estado del 23F. Los tebeos eran de mi tío Rafa y mi abuela los guardaba -más bien los ocultaba- en el armario de la plancha. Había historietas de terror eróticas. A las vampiresas se les veían las tetas, pero nada más. Tetas y tetas. Eso sí que me interesaba. Cuando llego a Anarcoma doy un paso atrás. Demasiadas historias confusas.

Hambre de cerdo y vino en las comisuras. Le cuento a A. que leía Viaje a la Alcarria las tardes de los viernes en clase de plástica. Tenía voz de rapsoda y poca mano para las fiestas. En los cuadros hay estornudos de Saura que amenazan con desnudar a mi mujer. Pienso en el cuello arrugado, el cuello de gallina de Brigitte Bardot, pienso en Enrique dominando con mano dura Sol de España. Pienso en Francisco Umbral trasegando coñac con Raúl Cimas mientras hacen tiempo para el concierto de Esplendor Geométrico.

Tumbado en la cama del hotel veo Cementerio Viviente en la televisión de plasma. No hay subtítulos, pero la muerte siempre sabe encontrar su lugar hasta el cerebelo. Me da vergüenza estar viendo esta película en Cuenca, me da vergüenza no buscar un escondite donde fumar cigarrillos de anís. Por la ventana se dibuja una garganta que no es la mía, un rescate en helicóptero, el goteo del agua dulce, la mentira romana, el queso curado.


Saltar y quedarse colgado. Amar y no dejar nada colgado. Besar tus lóbulos y disfrutar del espectáculo colgante.  

miércoles, 9 de septiembre de 2015

Interino 9: David y Claudia



En algún momento de tu vida tienes que volver a Uri Geller. Todo el mundo recuerda dónde estaba la primera vez que salió por la televisión, la original, la de José María Iñigo. Íñigo y su pelucón. Calvo como solo pueden estar las estrellas de la televisión. Iñigo con traductor y Geller, judío y zahorí enmarcando en la memoria un simple momento de magia. España detenida frente al televisor con una cucharilla de plata, un reloj estropeado. Félix Romeo frente a la televisión soñando con los dibujos animados. Años después volvió Uri Geller al a televisión. Mi padre acababa de comprar uno de los primeros vídeos VHS, de cinta grande. No había manera de poner el reloj en hora. En aquella época poner la hora del reloj era una misión casi tan complicada como programar la grabación de una película. Uri Geller era amigo de Michael Jackson. Lo decía Iker Jiménez. Era el Un dos tres, la segunda vez de Uri Geller, mi padre y yo frente al televisor. Mi padre creía, yo creía en mi padre, en la segunda venida de Uri Geller. El vídeo sin hora, las cucharas en ristre, no habían terminado los ochenta.

El abuelo de uno de mis alumnos es zahorí. Me lo cuenta Ana en el autobús camino de casa de mis padres. Lo hemos tenido en clase los dos. Un chaval repetidor, agotado adolescente abúlico. Pero su abuelo encuentra agua con un simple palo. Eso es magia de verdad, no como en las novelas de a duro. Yo le cuento a Ana que Uri Geller buscaba petróleo para las compañías árabes. Era un ciudadano del mundo. Lo detectaba, como el abuelo de nuestro alumno con los acuíferos. Ana me dice que pagan muy bien por encontrar pozos de agua dulce. Quizá nuestro alumno haya heredado alguna de las dotes de su abuelo. Sería un futuro mejor que los libros. Cuando pienso en Uri Geller pienso en Félix Romeo y en mi padre. A veces no es más que ilusión. Hay que creer en algo. También me acuerdo de aquella canción de los Planetas, David y Claudia. ¿Qué harías si fueras el mago más poderoso sobre la tierra? Hechizarías a la mujer más deseada del mundo. Era una buena metáfora. Tan buena que era de verdad.


jueves, 20 de agosto de 2015

Maestro Carnicer

No puedo hablar, no puedo ni respirar. He dejado tantas palabras sin decirte. Me ahogo porque me tengo que ahogar en este aire que ya cada vez se comparte entre menos. No tocamos a más, no tocamos a nadie.

Hace mil años escribí: "Llevo las alas recogidas dentro del abrigo./Quizá así consiga parecerme a vosotros". Hace mil años y un día escribí: "Al acabar el concierto nos viene a ver Javier Carnicer. Es como un ángel cansado con las alas a medio lijar bajo la chupa de cuero. Él comprende mis lamentos, el del misántropo, el del vampiro, el del ángel que esconde las alas bajo el abrigo para parecerse a nosotros."

Ha muerto el maestro. Me regaló sus palabras y algunas no las contesté. 


Una vez quedó este texto inédito que me regaló para una revista que nunca vio la luz, una reseña de uno de sus maestros, Ángel Guinda: 


UN SALVAVIDAS PARA NÁUFRAGOS, UN LIBRO DE ÁNGEL GUINDA



No hay que asustarse por el título, Conocimiento del medio, algo seco tal vez para un libro tan jugoso. Antes de leerlo, de no conocer al autor, nadie diría que esconde unas páginas tan cálidas, brillantes como piedras de volcán, pulidas y hechas joya con humilde maestría, al amor de la lumbre o de la lucidez, como seres rescatados de un incendio.

Deslumbra su presencia en las manos igual que un tesoro: una lámpara maravillosa escondida en la manga; un frasco de veneno contra todos los venenos; una botella de poso embriagador que se aleja de la orilla como un salvavidas para náufragos.

En su interior, esos caldos sutiles del Oriente mezclados con los vinos de la tierra, fuertes y densos, elaborando esa resina que despierta la lengua, ese jugo del pensamiento deshojado, prensado, tan fino al paladar que desciende al corazón sin darte cuenta, donde se posa al fin inquieto, temblando, como la hoja de un poema, de un poema de Ángel Guinda.

Sobrecoge, se queda el corazón en un puño, pero no golpea: se abre lentamente y te acaricia el desaliento, toda la desolación, el desengaño sorbo a sorbo, la indiferencia elemental. Al tacto, la ternura hacia el tú, la piedad hacia el yo, la imagen que emociona la voz: moral hermosa, belleza desnuda en la conciencia del poema, del poema de Ángel Guinda.

No cito ningún verso porque el libro entero es una cita. Y en su doble sentido. Una cita a esa hora tan puntual que carece de tiempo: la eterna exactitud donde espera el poema, el poema que siempre te recibe, el poema de Ángel Guinda, con los versos abiertos.




Hablamos de la poesía de Carnicer: 

Si hablamos de la trayectoria poética de Javier Carnicer, sus dos libros publicados hasta la fecha son "La sombra del obituario vista por su huésped", editado en 1982 por Picazo en 1982 en Barcelona. Libro del que sólo se editaron 1000 ejemplares y en cuya presentación oscense se montó una exposición-montaje-presentación en la que participó, por ejemplo, el artista oscense Alberto Carrera Blecua. Aquel libro, de componente libre y lúdico, estaba muy influenciado por poetas de corte vanguardista como el tristemente desaparecido José Miguel Ullán. Aquel libro recibió una estupenda crítica por parte del poeta y crítico Ángel Guinda en el Heraldo de Aragón, bajo el título de "El ludiverso de Javier Carnicer" el 14 de Febrero de 1985. En él, Guinda se refiere a "Se bienhumora contra amargo desamor con ironías, mordacidades, improperios en los que aprovecha neologismos existenciales (ascoiris, gaviotean…). Ramón Irigoyen se divertía como espectador del guiñol.Y entre algunas otras cuestiones que lo limitado de una reseña me impide abordar, destaca ese instinto (para mí, lo más logrado del libro: por su sintetismo e ingenio insertos en lo experiencial) de poemación experimental mezcla de visualización, concretismo, ultraísmo que, sin rozar los caligramas apollinerianos, ya que no busca dibujar el objeto de referencia; sin ser frases o alarmas a lo Ullán; sin entrar en la zona de un Julio Campal o un Huidobro vanguardistas, ni en Millán, ni en los fotopoemas de Luis M. Muro, retiene ese toque de incitación a la participación por parte del lector que yo mismo practico componiendo una postal (la titulo Anualverario) con los doce meses del año: doce páginas, a una por mes, en la somete de obituario vista por su huésped." Y más recientemente Estuche de Lijas, publicado por la Universidad de Barcelona, en el que el concepto del poema como lija para limar el horror de la realidad, un libro alucinado y romántico, de monstruos poseídos, caminantes melancólicos... y que sirvió de base para el disco Lijas.

En Marzo del 2011 después de haber estado con él en Francia Richi Fandangos y un servidor montamos el concierto de Lijas en la Ley Seca con el apoyo de Luis Cebrián y Arcade Producciones: 




La poesía del vampiro Javier Carnicer, los mantras del duende Justo Bagüeste, las imágenes hipnóticas de Orencio Boix, ingredientes de una mixtura que tiene mucho de alquímico. Lijas se presentó en una Ley Seca en la que convivían artistas, escritores, fanáticos del spoken word y analógicos y postmodernos de distintos pelajes. Rock recitado sostenido por saxofones, por samplers imposibles, por caminos indiscretos en blanco y negro. Las voces de las mujeres invisibles servían de alimento a los sueños, demasiado tiempo, demasiado bien. Barajando los temas originales hasta alcanzar una amalgama sincrética, de club nocturno, de respiración entrecortada, de picadura de serpiente. Flor de ceniza, la oda al penúltimo piel roja, sonó chirriantemente tóxica, el panegírico al penúltimo ángel de Bajo continuo (más cerca del purgatorio que de la tierra rojiza), el despertar de la pesadilla al ritmo de cuchillos y cristales que es DominioEl Lamento del Misántropo, santo cáliz inesperado para todos los chupasangres o el aura narcótica de Soñador Insomne, como un opiáceo de rimas, Lijas seduce a la vida con la sombra de la muerte. Al final, cuando la cocina del alma ordena el cierre, el blues del suicida, lanzándose al mar y encontrando un tesoro, vencidos por las sirenas, nos dimos cuenta de que habíamos recibido un corazón de plomo con el que fabricar nuestros pensamientos.



En Mayo del 2012 llegó Polar: 


Todos esperábamos la llegada del mal tiempo, el desquicio final de la brújula, el final de un tiempo que no quiso empezar. El veneno inoculado por el roce con la caja de Lijas ha vuelto a llamarnos con su voz de amapola. Bagüeste&Carnicer entregan este EP que en palabras de Justo BagüesteLo presentamos y sale a mercado como "POLAR EP". Se puede considerar como las previas, o el "work in progress", que anteceden al lanzamiento del disco completo que saldrá en otoño, previsiblemente el 1 de octubre, en formato vinilo y compuesto de 10-11 temas.

Paraíso emerge como un vampiro saliendo de la parte de abajo de un club de jazz,  el saxofón de Justo Bagüeste con su calidez nutritiva introduciéndose dentro del cuerpo, la percusión rítmica marcando tibio el ritmo de un de corazón. Primero de Mayo, sortilegio de viento, acústica angulosa, la palabra de Javier Carnicer, amante de las noches, prestidigitador de los días, acumulando momentos preciosos, esclavo de la vida. El sonido rockero de Tregua, con el saxo de Justo como una cuchilla que se abre paso en mitad del éxtasis narcótico, la batería de Jesús Alonso, penúltimo aliado de Bagüeste desde la banda de free jazz Les Rauchen Verboten más Gonzalo Lasherasdando contundencia desde sus bajos reales, instrumentalizan los absolutos para queJavier Carnicer mezcle el peyote con las sílabas y acelere nuestras horas en la repetición. Valor, con una caja de ritmos aterida, la psicosis del soplido, la nota sostenida por el procesado electrónico, la voz clara de Javier Carnicer que arranca la venda de nuestros ojos. Susana Cáncer, uno de los artistas más interesantes de la escena española, aparece como en un susurro afónico para acompañar en la composición y en un analgésico theremin en el tema Ambición. El cierre llega con la explosión controlada de una burbuja de sonido, Polar, frío primigenio, los monstruos que nos observan con los ojos enrojecidos, la mandrágora que nos intoxica, el sueño eterno que es el peor de los descansos.


Este EP, Polar, es un compendio orgánico de rock recitado, magníficamente construido por las manos sabias del mito, de un Justo Bagüeste en un momento mágico, con su rítmica mántrica y sus metales dionisiacos, y por la garganta ajada deJavier Carnicer, incisivo, afilado, preciso en sus impactantes imágenes.Bagüeste&Carnicer, ángeles de poesía oscura, bardos de electrónica prohibida.




Una vez le pregunté sobre Carnicería Carnicer y me contó:

“Que por mayo era por mayo” de 1987 cuando le dije a Felipe Garzo que tenía un montón de canciones escritas y que también tenía las melodías, los ritmos, la estructura de los temas, etc. Felipe era uno de mis guitarristas preferidos y además era de Huesca y vivía, como yo, en Barcelona, así que le sugerí la idea de formar una banda de rock trágico que se llamara Carnicería Carnicer, donde el sonido de la guitarra era imprescindible para abrazar los delirios expresivos de la voz hasta alcanzar una especie de orgasmo sónico y vital. Ambiente oscuro pero intenso, ecos latinos, existencialismo irónico, romanticismo suicida, gravedad, nervio y ternura. Le pasé una cinta de casete donde mi voz intentaba transmitir las letras, las melodías, los ritmos, y qué sé yo: los temas interpretados de viva voz a base de sonidos guturales, sin un solo instrumento que me acompañara. Al cabo de tres días me llamó y me dijo que había grabado en un 4 pistas unos cuantos temas y que sólo faltaba poner la voz para tener una maqueta de C.C. Felipe había programado la caja de ritmos y había puesto bajo y guitarra. El primer tema que escuché fue, precisamente, “Carnicería Carnicer” y me pareció asombrosa la guitarra y todo el tratamiento que hizo Felipe del tema. El segundo fue “Maneras de amar”, el tercero “La eterna tragedia”… En fin, en una semana grabamos 11 temas. Felipe estaba entusiasmado y yo completamente por las nubes. Al inicio del verano llevamos la maqueta a Huesca y la movimos por ahí. La acogida fue sorprendente: emisoras de radio, bares, periódicos, músicos, etc. A la semana siguiente se formó la banda y ya estábamos ensayando para los bolos que teníamos ese mismo verano. Tal cual. Al bajo, Curro Domínguez (guitarra de The Chuttones), y a la batería, Víctor Morlán (Orni). Debutamos el 8 de Agosto en Huesca, vísperas de San Lorenzo, y el llenazo fue increíble y el conciertazo de antología, con equipo de luces y sonido de una gente estupenda de Zaragoza, que nos calaron enseguida e hicieron que sonáramos como los ángeles. El sacrificio íntimo llegó hasta el punto de que me rompí la pierna en un salto (nadie se enteró, el sufrimiento que emanaba de las canciones no era fingido) y fui escayolado al día siguiente. Al cabo de una semana aparecimos en otro escenario, en una plaza de Huesca, ya en plenas fiestas, con la pierna escayolada por mi parte y con toda la energía de mis colegas. Aparecí con bastón y fue uno de los conciertos en los que más he disfrutado. En fin, qué tiempos aquéllos. Nos brindaron críticas hermosísimas, tituladas “Excelente matacía sónica”, “El corazón de la tragedia”, etc. Sonamos en muchos programas de Radio 3, sobre todo en Discópolis, y también en algunos de Zaragoza, donde tocamos en la Sala Metro en el mes de octubre. Hicimos actuaciones en Barcelona y en Madrid y poco a poco el asunto se fue disolviendo, debido, sobre todo, a que dos músicos vivían en Huesca y otros dos en Barcelona. Con las discográficas y los productores interesados nunca me entendí, hablábamos lenguajes muy distintos. La cosa se acabó en 1990 y poco después formé en Barcelona Manicomio Romántico.



Hablamos en la radio

He estado escuchándolos estos días y estoy completamente fascinado con las canciones, pues aunque empieza con melodías esencialmente after punk, muy oscuras, luego evolucionan hacia una especie de rock latino, en el buen sentido de la palabra, casi boleros enfermos, muy en la onda de bandas oscuras de mexico, los primeros Coyotes de la Estación del Amor...




Hicimos un programa sobre Carnicería Carnicer con las canciones que nos dejó Orencio.



Creo en el vino, el tecnopop y el yeyé, las películas de zombies, las mujeres y los tebeos. Creo en el las cintas VHS dentro del vídeo para grabar videoclips por sorpresa o el final de una etapa del tour de Francia, creo en las cintas TDK, en las verdaderas mixtapes, en los EP´s de vinilo, en la familia y en los amigos que han tenido hijos y siguen tocando la guitarra y yendo a ver el baloncesto. Creo en los trenes baratos, la rumba, la soda, los fanzines y las copisterías, creo en Leonard Cohen y Javier Carnicer, en los Smiths y los Golpes Bajos, en Sergio Algora y Félix Romeo, los maíces, las librerías de saldo, en Huesca, en Logroño, en los viejos clubs, creo en el spoken word, el menú del día en un japonés, las americanas, los botines, las tazas para el té y el café, el continente a la altura del contenido...creo en Gainsbourg, Allen y Truffaut, creo en ti, Miqui...y sobre todo, creo en los programas de radio de madrugada, porque sin ellos no habría vida o sería mucho más aburrida.

lunes, 10 de agosto de 2015

Interino 8: Karem Abdul Jabbar en Samper Chiqui (verano de 1988)

Resultado de imagen de los inventos del tbo

Me mandaron a aquel campamento en Samper. Un sitio del Pirineo. Nunca me he puesto a buscar dónde estaba exactamente. No fueron mis mejores días, la verdad. Uno puede encontrar buena gente en casi cualquier lugar, pero no era eso. Había dos casas en Samper. Una grande, donde dormíamos y otra más pequeña, Samper grande y Samper Chiqui. Lo de Chiqui es cierto. Era habitual que a los alumnos de Marianistas nos mandaran allí de campamentos. Mis padres me enviaron esperando que pasara un buen rato, que hiciera amigos. En la Samper Chiqui desayunábamos, teníamos unas taquillas para guardar nuestras cosas. Creo que también estaban las duchas. O quizá nos duchábamos fuera. Era verano. Estábamos en el campo. Me aburría mucho, muchísimo. Era el verano de 1988 y los Ángeles Lakers se enfrentaban a los Detroit Pistons en la final de la NBA. Los Lakers ganarían aquel título a los Bad Boys que los arrasarían al año siguiente. Pero en el 88 todavía estaba Magic, Byron Scott, Whorty, AC Green y Karem. Abdul Jabbar, 2'18, el gancho del cielo, Aterriza como puedas. Karem y el puño en alto. Yo pasaba todas las horas que podía en la biblioteca de Samper grande. Había unos tebeos encuadernados en las estanterías. Parecían enciclopedias, pero en realidad sus páginas estaban llenas de ediciones completas del DDT y del TBO. Eran muy antiguas, pero allí estaba yo, escondido, leyendo tebeos en el verano de 1988. Esperando que pasaran los días. Todos corriendo arriba y abajo, como sioux de saldo, jugando al fútbol, tirando piedras al río. Yo encerrado en una sala oscura, leyendo historias de la Familia Ulises, Don Pío, Agamenon, los inventos del TBO. Ya eran antiguos entonces. Mientras, Karem la recibía de Michael Cooper, elevaba el brazo derecho y adentro. Bill Laimbeer solo podía mirar. Al año siguiente comenzaría la modernidad. Sacadme de aquí, por favor.


Interino 7: El canon del menudeo



Caminamos entre los puestos del rastro de L. suena una y otra vez la campana de la catedral, encima de nosotros, rasgando el tiempo a deshora. Los puestos acumulan restos y zarrios: móviles de hace un millón de años, pantallas rotas, baterías con las venas de mercurio rasgadas, discos de vinilo de zarzuelas que se resquebrajan entre mis manos.Raros, moros, gitanos con guitarras afinadas, carnets oficiales, altavoces llenos de promesas semanales, cartillas de lectura de la EGB, un trombón, manojos de llaves que abren puertas que ya no existen.

Los mismos libros de siempre: Juanjosé Benítez, la colección de Best Sellers Planeta donde leí La Amenaza de Andrómeda, la de RTVE con las portadas naranjas y las hojas amarillentas y acartonadas, las ediciones de Círculo de Lectores, el miedo que pasé leyendo los libros de Mundo Desconocido, Vizcaíno Casas, Vázquez Montalbán, las mismas caras de las mismas monedas.


Encuentro un mechero conmemorativo del Mundial del 98. El día de la final del mundial 98 estaba en Teruel, en la Vaquilla. El año anterior también había estado en la Vaquilla. El día que mataron a Miguel Ángel Blanco. A veces las fechas se te agarran como una garrapata y es imposible arrancárselas ni con vitriolo. Disco sorpresa de Fundador vs juegos de la PlayStation 1 sin caja. ¿Qué marca el límite entre lo antiguo y lo muy antiguo? Nos falta darle academicismo  a la quincalla.

domingo, 2 de agosto de 2015

Interino 6: Parpadeo sartriano



Estoy vigilando un examen de ecuaciones durante una de mis guardias. Aprovecho para leer un poco de Fernando Sanmartín. Hay una frase que me gusta, la apunto: "Es absurdo olvidar a Sartre. Pero hay algo mucho peor: olvidarse de cómo era uno cuando leía a Jean Paul Sartre". Recuerdo una obra de Sartre, A puerta cerrada. Me gustó mucho la primera vez que la leí en la pequeña biblioteca que había al lado de casa de mis padres. Era una biblioteca minúscula, había muchos tebeos, antes de Sartre estuvieron Lucky Luke y Asterix y también algunos más extraños, como aquella serie de un jugador francés que fichaba por el Barcelona que se llamaba Eric Castel. Yo las leí unos cuantos años después de que se editaran originalmente. Tenía una estética de los setenta, una mezcla entre Johan Cruyff y Frank Beckenbauer mucho antes de existir Platini. Y también me leí completas las aventuras de Iznogud, un curioso personaje que vivía en la época de los califatos. Caracterizado como un válido de un Califa más preocupado por la gula y lo sensual, el Bagdad que aparece en los álbumes daba lugar a mil historias distintas. Muchos años después, Ana me enseñaba alguno de los dibujos que hacían en las peñas de Ateca durante las fiestas. Una de las pegatinas de finales de los ochenta llevaba una especie de adaptación de aquel Iznoud con su mal humor perenne. Además de tebeos, años después, leí aquella maravilla, A puerta cerrada se llamaba. Estuve buscándola por Zaragoza, pero no había manera de encontrar ninguna edición de aquella pieza teatral. Cuando se lo comenté a mi padre me dijo que la habían representado unos cuantos años antes en la Escuela Oficial de Idiomas donde estudiaban tanto mi padre como mi tío. Recordé haber estado entre el público, en una representación de teatro leído, un niño muy pequeño, viendo como mi tío y mi padre, junto a otros compañeros, emulaban a los fantasmas más oscuros del existencialismo. Recuerdo que mi tío llevaba una boina negra. Hay gente que termina siendo concejal en el Ayuntamiento que defiende el robo de libros en librerías y grandes superficies. Entiendo que no está incluido en primero de corsario hacerlo en una pequeña biblioteca pública. Curisosamente cuando viajé a Buenos Aires para trabajar en la Universidad con una beca, prácticamente en la primera librería de Corrientes en la que entré, entre los montones de saldo, había una edición española. Había muchos ejemplares. Me compré uno para mí y un par más para regalar. A veces pienso en volver a Buenos Aires. Sueños que se cumplen en la primera esquina. Imagino un mes en un barco. Mareado, muy mareado. Volver a entrar en el Tortoni y que todos los fantasmas del barrio sigan allí, esperando, con el mate listo. Jean Paul Sartre con los años me ha aburrido mucho. Sus ensayos políticos tienen el tufo rancio del que buscaba culpables en todos los sitios menos bajo su propia silla. Pero la verdad es que, si lo pienso, sigo sintiendo una simpatía absoluta por quien era yo cuando leía a Sartre o todavía más por quien era yo cuando buscaba obras de teatro entre los libros baratos de las librerías de Buenos Aires.  

Interino (5º): La cotización de la Alianza Rebelde




Mi abuelo guardaba informes de la cotización de los valores de la bolsa. Miles y miles de aquellos papeles recios, con una presentación sobria, en azules y blancos, llenos y llenos de números. Imagino que entonces, todavía no existía ni el teletexto, saldrían publicadas de un día para otro y los que tuvieran acciones -o bonos como se decía entonces- harían acopio de aquellos informes y seguirían la evolución de los distintos valores con la dedicación del amanuense. Mi abuelo guardaba todos aquellos papeles, montañas y montañas de aquellos papeles en los cajones del mueble del cuarto de estar. Abrías un cajón y encontrabas aquellos cartones rectangulares amontonados, sin ningún valor. Yo le pedía permiso a mi abuelo para jugar con ellos. Mi abuela me dejaba las tijeras que guardaba en la caja de la costura, unas tijeras enormes de metal que mi abuela utilizaba para cortar hilos cuando cosía. Recortaba aquellas impresiones efímeras y les deba forma de naves espaciales. Entonces veíamos V en la televisión y yo alquilaba una y otra vez el Imperio Contrataca en el videoclub del Corte Inglés. Los recortaba dándoles la forma de los cazas X-Wing y de los grandes destructores imperiales. Era más barato que comprar las figuras de Kenner. Simulaba la batalla final en la Estrella de la Muerte. No sabía qué era eso de simular. Todavía no sabía qué era un diorama. Pero estaba metido en la revuelta rebelde hasta las cejas.  

viernes, 31 de julio de 2015

Interino (4º): Sabores antiguos



No recuerdo mucho de la abuela Áurea. Me acuerdo de los bocadillos que me preparaba para merendar. Me preguntaba de qué los quería, de jamón o chorizo. Yo siempre le decía que de chorizo y ella me ponía de las dos cosas. Yo a veces me quejaba, no entendía para qué me preguntaba de qué quería el bocadillo si luego iba a decidir por su cuenta. Andaba despacio por la cocina de la casa de la calle Latassa. No había ascensor en aquella casa. Mi abuela tenía problemas circulatorios. La sangre gorda que se decía entonces. También me acuerdo de que tenía una panera en la despensa. Una panera que se abría hacia arriba, como una especie de buzón de correos de lata. A veces el pan se quedaba allí olvidado, algún trozo, migajas. Me escapaba a la despensa y untaba el dedo en saliva para recoger los restros de la panera. Recordar aquel sabor de pan rancio, como si lo hubiera comido hace un minuto. Recordar aquel sabor y no el del jamón y el chorizo mezclados en un bocadillo.  

miércoles, 29 de julio de 2015

Los conciertos de Espíritu de Margot: Resumen veraniego

Quizá te perdiste alguno
quizá quieras volverlo a escuchar
si quieres proponer alguno para la próxima temporada...










Christina Rosenvinge en los 90: Sala En Bruto y el CC Delicias

Interino (3º): Achtung, gefährliche Harinera


Mi padre decía que al abuelo no le gustaba mucho hablar de la guerra. Decía que cuando había estado en el frente se dedicaba, como otros muchos, a disparar balas al aire. Había acabado en la Legión porque en su pueblo, Nava de la Asunción, en la provincia de Segovia, era uno de los pocos que sabía conducir. Llegó Julio del 36 y Segovia cayó en Zona Nacional. Llegaron a la plaza del pueblo y preguntaron: ¿sabe alguien conducir? Y mi abuelo, que hasta entonces había trabajado en la Harinera del pueblo, levantó la mano. "Yo tengo carnet". Pues adelante, tú de chófer. Mi padre también me contaba que el abuelo iba por las casas bombardeadas recogiendo algunos libros que luego llevaba a su casa en los permisos. Una vez estaba en una de las viviendas arrasadas y cuando se quiso dar cuenta se encontró con un miembro de la Guardia Mora apuntándole que solo alcanzaba a decir: "Tú rojo, rojo". Mi abuelo dejó los libros y dejó al de la Guardia Mora esquilmando los pocos restos de la España desangrada. En uno de esos permisos mi abuelo y mi abuela se casaron. Mi padre contaba que la abuela Áurea siempre decía que ella prefería ser viuda que soltera.


Nada de cabra, nada de pelo en pecho ni Cristo de la Legión. Muchos, muchos años más tarde, mi primo R. eligió como primer destino de oficial Almería, en el Tercio.Ël sí que es un leginoario de verdad. También muchos años más tarde Félix Romeo me contaba, sentados en una terraza de la Plaza San Francisco, que la Harinera de Zaragoza tenía que reconvertirse en un centro cultural para la ciudad, que sirviera de intercambio y lugar de trabajo. En la facultad nos enseñaron que las harineras eran uno de los lugares donde había un mayor potencial explosivo no solo dentro de las plantas de producción de alimentos si no en general, cualquier proceso físico-químico de manipulación de materias primas. Al parecer el polvo más fino de la harina, que queda en suspensión en el aire por su bajo peso, tiene una superficie de contacto inmensa que la convierte en un perfecto combustible. De eso a una explosión solo hay un poco de aire y una chispa.  

lunes, 27 de julio de 2015

Interino (2º): Donald y los jabalíes


J. me cuenta cómo mata a los jabalíes con un cuchillo de caza. Le escucho impostando una atención inexistente. No pasa nada. Es una cuestión de cariño. Trato de hacerles caso, de demostrarles que me interesa lo que cuentan. Me habla de perros y de fiestas en los pueblos. De caminar de noche de N. a I. por caminos sin más luz que alguna estrella. Hay días en los que pierde el control y una ira absoluta le invade. Se convierte en un adolescente absolutamente impresentable, gritando y mandando a tomar por el culo a cualquiera que se pone en su camino. Yo no me aminalo. Le digo que no me levante la mano. Le digo que cuide sus modales o tendré que llamar a la policía. Otras veces, en pleno enfado, nos amenaza con que su padre va a venir y nos vamos a enterar. Como si su padre fuera un chungo de extrarradio. Le dice a M., al director, "Va a venir mi padre y os vais a enterar". Me acerco hasta un palmo de su cara y le digo: "Mira, chaval, por mí como si viene el pato Donald a vernos". Creo que no sabe quién es el pato Donald. Un día me harto y llamamos a su padre. El padre viene. Es una versión avejantada de su hijo. Sentados en el despacho del jefe de estudios le exponemos los problemas de ira de su hijo, le hablamos de la ausencia total de respeto hacia cualquier cosa...¿crees que no lo sé? Nos dice. ¿Qué puedo hacer? Guardo muchas respuestas, pero me las guardo, claro. Ahora no es momento. Aquel tren ya pasó. El hombre nos confiesa que lleva tres años en paro. Que no sabe qué hacer. Saca un pañuelo del bolsillo. La gente que usa todavía pañuelos me producen un extraño respeto. Se limpia las lágrimas que le empiezan a resbalar por la mejilla. Siempre es complicado ver a un hombre llorar. Se lleva a su hijo expulsado cinco días. Al cumplirse la ausencia, J. vuelve. El primer día manda a tomar por el culo a una profesora. Lo volvemos a sentar en el despacho del jefe de estudios. D., el jefe de estudios, le pregunta qué siente al hacer pasar tan mal rato a su padre. J. se cierra en banda. Deja de mirarnos a los ojos. La empatía se evapora como el alcohol al tocar una sartén al rojo. No hay vuelta atrás. No sé cuánta responsabilidad tengo. No sé si hay culpables o solo hay víctimas. Sentados en clase me habla de sus perros, de sus peñas, de los jabalíes eviscerados. Pongo cara de estar muy interesado. ¿Qué sé yo de jabalíes? Que se los comía Obelix al final de los tebeos. Incluso le hago alguna pregunta. Debería recordar, la próxima vez que mente al Pato Donald, que el chaval es capaz de sacarte las tripas con un arma blanca.  

domingo, 26 de julio de 2015

Interino (1º): La mona y el Cid


En aquella época estaba de moda la serie Isabel. La protagonista era tan guapa que dolía mirarla. Ana se reía de eso, decía que la pobre Isabel la Católica era una mujer más bien fea para los cánones de aquella época y en realidad para casi cualquier canon humano. Yo la creo, qué voy a hacer. Pero todos sabemos que un buen actor se queda con el personaje histórico: me cuesta distinguir a Val Kilmer de Jim Morrison o a Charlon Heston del Cid Campeador. Lo del Cid Campeador es una cuestión más bien de confusión histórica general. Rubio y enérgico, Heston levantaba su espada y gritaba: "Por España". Más falso que un duro de cuatro pesetas. En clase estamos viendo "El Planeta de los Simios". La original. La de Charlon Heston, claro. Se siguen estremeciendo con la escena en la que la Heston se besa con la mona. Dicen que los simios no son creíbles...porque al fin y al cabo tienen un modelo de simio que anda y habla creíble. Cuando llega el final de la película y aparece la Estatua de la Libertad enterrada en la playa contengo el aliento unos segundos, esperando su reacción. Enmudecen y un par de ellos prácticamente gritan al darse cuenta de la verdad: es el planeta Tierra...ha viajado al futuro. Ana también dice que en la serie follan como locos y que en aquella época solamente se follaba para procrear, con la ropa puesta y sin hablar. Por supuesto sin besos en la boca. Esa es una de las primeras pistas que uno tendría que saber para darse cuenta de que el "Planeta de los Simios" está situado en el futuro de la Humanidad. Hasta los chimpancés se besan con El Cid.

sábado, 18 de julio de 2015

(1ra parte) Presencias en prensa de las últimas novedades de Comuniter-Voces de Margot

Entrevista en Aragón Radio, en el Escúchate de Javier Vázquez con motivo de Revival y por Transiciones Rápidas 


Una nota sobre el proyecto Transiciones Rápidas en Akí Zaragoza (de Miguel Ángel Tapia)


En el Heraldo de Aragón sobre Transiciones Rápidas



Miguel Ángel Tapia en Radio 4G hablando de Transiciones Rápidas 


Integral Fanzine Estricnina de Rafa Cervera y otros. (Tienda de Efe Eme)

Los amantes de los ochenta estamos de enhorabuena. Estricnina, fanzine de Ruidos y Danzas recoge en edición facsimil el integral de la revista coordinada por el periodista musical Rafa Cervera entre los años 1982 y 1984. Editado a través de la tienda on-line que la revista EFE-EME ha puesto en marcha (y que complementa, por cierto, con propuestas de recuperación de vinilos y libros musicales de altísimo interés y de una manera muy cuidada y precisa), la reedición no puede ser más ochentera. Estricnina, fanzine de maquetación caótica, de grapa y fotocopia-collage, contiene la base de toda la modernidad española de época: punkies de antes de la heroína y el calimocho, con las Vulpess o Parálisis Permanente, chicas peligrosas, chicas hermosas, de Poison Ivy de los Cramps hasta la portada de la impresionante Ana Curra, miembro de Pegamoides y novia de Eduardo Benavente o Alberto García-Alix. Personajes claves de nuestra cultura pop: Santiago Auserón contestando de manera sucinta las entrevistas (sin bosquejar una tesina) o la constatación de que Fernando Márquez “El Zurdo” es un genio perdido capaz de mofarse de la leyenda que lo situaba primero en Falange española y después en Herri-Batasuna. Un momento y un lugar. La inocencia del cad
also.

La chica del verano de Enrique Cebrián (Prensas Universitarias de Zaragoza-La Gruta de las Palabras)


Hace años que Enrique Cebrián es una firme realidad de la poesía aragonesa. Sus versos, sus palabras, han entretejido una relación única con la vida, convirtiéndole en un referente generacional. La chica del verano es un libro de belleza total. Mientras nos sumergimos en el alma del poeta, vemos a través de sus ojos, paladeamos las bocanadas de aire que nos regala el mar, abrazamos pieles conocidas y lloramos pérdidas absolutas. Alejado de la dinámica intoxicada, de la nocturnidad panfletaria, Enrique Cebrián agarra las solapas de lo cotidiano, lo hace con fuerza, marcando de manera imperecedera los pequeños momentos en nuestra retina. Los taxis, el perfume, el insomnio...el hombre que es padre cada día mientras se resiste a la tristeza infinita de dejar de ser hijo. Uno de los libros más hermosos de la poesía aragonesa de l
a última década.