lunes, 7 de enero de 2013

Esperanza y café frío

Cuando era pequeño enfermaba de anginas una semana no y otra sí. Debía de ser agotador para mis padres, recuerdo la fiebre alta y la garganta irritada, recuerdo el sonido malicioso de la cucharilla contra el vaso de cristal en el que iba un sobre de antibióticos de sabor horrendo, recuerdo algunas veces -las menos- en la que la temperatura subía tanto que me tenían que meter en la bañera con agua fría para evitar males mayores. Lo bueno es que, una vez recuperado, había crecido unos centímetros. ¿A qué viene toda esta diatriba, Octavio? Lo primero aprovecho para saludar a los padres primerizos de mi generación, los que van a serlo por primera vez y los que ya van a por el tercero...no se asusten, los críos pequeños lo aguantan todo. Y lo segundo, que después de las frases grises y la columna rabiosa de hace quince días, hay que aguantar el tirón, apretar lo dientes y tirar hacia delante. Uno puede lamentarse, escupir espumarajos por la boca como un beatnik desbocado e incluso considerar la opción de agarrar una escopeta y montar una revuelta, pero, sin enemigo claro es muy difícil que se lleve a buen término. Volviendo a los días de las anginas, mi madre siempre me decía, con la caída de la tarde y el malestar endémico: "Venga, ánimo, mañana por la mañana te encontrarás mejor, ahora descansa". No sé cuándo llegará esa mañana y si habrá café caliente o tendremos que conformarnos con achicoria helada, pero aunque este año no vengan los Reyes Magos muy cargados o incluso tengamos que ayudarles a pagar la alfalfa para la vuelta hacia Oriente, vamos a tener que tirar hacia delante. Y es que detrás nuestro solamente hay un abismo y aquí nadie sabe volar. Que empiecen ustedes bien el año.
 
Columna aparecida en el Heraldo de Aragón del jueves 3 de enero de 2013